La dama del silencio: réquiem por sus víctimas

28 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

La dama del silencio: réquiem por sus víctimas

alejandro aleman

El asesinato serial es un fenómeno que usualmente mezcla hechos y ficción. En nuestra mexicanísima versión de un asesino serial —la infame Mataviejitas— se suman además la política, el circo mediático, la improvisación de las autoridades, la solidaridad chilanga y hasta la lucha libre.

En La dama del silencio: el caso Mataviejitas (2023), la directora María José Cuevas (gran documental previo, Bellas de Noche, 2016) hace una crónica puntual, siempre interesante, sobre la primera asesina serial que ha surgido en la Ciudad de México.

La dama del silencio

Todo inició a finales de los años 90, cuando los reportes de asesinatos de ancianas comenzaron a apilarse en las oficinas de la policía. Se trataba de mujeres de edad avanzada que vivían solas y que aparecían ahorcadas en su propia casa.

Era la primera vez que la Ciudad de México reportaba un hecho así, y por ende las autoridades no sabían qué hacer más allá de negar todo. Pero el número de asesinatos siguió creciendo y fue imposible no reconocerlo: un asesino está suelto en la ciudad, matando abuelitas, acaso la institución más sagrada de este país, después de la madre y la virgen de Guadalupe.

La estructura del documental es convencional, pero efectiva. A partir de una exhaustiva investigación a cargo de Karla Casillas, conocemos a testigos, policías y demás funcionarios que dan su versión de los hechos. Desde el procurador de justicia Bernardo Bátiz, hasta los policías que en 2006 capturaron (en un golpe de suerte) a la asesina, Juana Barraza, exluchadora profesional con un oscuro pasado de abuso infantil.

Mediante una edición y ritmo siempre dinámicos, María José Cuevas nos lleva de la risa, al asombro, a la indignación y de regreso: policías risiblemente incompetentes, redadas ilegales en búsqueda de un chivo expiatorio, funcionarios más preocupados por su jefe (Andrés Manuel López Obrador) que en encontrar al asesino, pero también personajes extraordinarios, como la aguerrida criminóloga Patricia Payán, única en utilizar la ciencia y el sentido común para identificar a la asesina.

Esto va más allá del true crime: lo que importa no es la asesina, el mayor logro de este extraordinario documental es generar empatía hacia las víctimas, que aquí dejan de ser una foto en un expediente para convertirse en personas con una historia, familia y recuerdos.

El caso de la mataviejitas dejó en claro la displicencia y la torpeza de las autoridades (mismas que hoy gobiernan), pero también inauguró una serie de horrores hoy cotidianos: éramos la ciudad sin asesinos seriales, la ciudad donde el narco no entraba, la capital donde una balacera a plena luz era impensable. Hoy todo eso existe, pero también persiste la solidaridad chilanga: los habitantes de una ciudad que no quieren rendirse ante la oscuridad y el miedo.

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