La cacería de Trump

11 de Diciembre de 2025

La cacería de Trump

La de civiles muertos en Siria e Irak se disparó bajo el mandato de Trump

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LA CIFRA de civiles muertos en Siria e Irak comenzó a ascender en el último octubre de Barack Obama, pero se disparó en marzo bajo el mandato del actual presidente de EU

Glen Greenwald Desde el inicio de su presidencia, la “guerra contra el terrorismo” de Donald Trump ha llevado a cabo la matanza aparentemente indiscriminada de personas inocentes so pretexto de la cacería de terroristas.

En otras palabras, Trump ha escalado la premisa central de la política exterior de Estados Unidos de los últimos 16 años —que tiene el derecho de bombardear cualquier país en el mundo donde se encuentre la gente que considera terrorista— y al hacerlo ha cumplido con las deformes promesas de campaña que lanzó de forma reiterada.

aristrikes-1490534771-540x297 La atrocidad más reciente fue el asesinato de hasta 200 civiles iraquíes durante una ola de ataques aéreos estadunidenses en Mosul, esta semana.

Eso fue precedido unos días antes por el asesinato de decenas de civiles sirios en la provincia de Raqqa, cuando Estados Unidos apuntó a una escuela donde la gente se había refugiado, la cual fue precedida una semana antes por la destrucción de una mezquita cerca de Alepo, en donde también murieron decenas.

Una de las primeras acciones militares de Donald Trump fue la que sólo puede describirse como una masacre llevada a cabo por SEALs de la Marina, en la que 30 yemeníes fueron asesinados; entre los menores asesinados estaba una niña estadunidense de ocho años de edad, cuyo hermano estadunidense de 16 años fue asesinado por un drone durante la administración del expresidente Barack Obama. airstrikes1-1490534890-540x290 En resumen: aunque es difícil obtener cifras precisas, parece poco probable que el número de civiles asesinados por Estados Unidos en Irak y Siria —ya muy altos con Obama— haya aumentado precipitadamente durante los dos primeros meses del gobierno de Trump.

Los datos compilados por el sitio Airwars cuentan la historia. El número de civiles muertos en Siria e Irak comenzó a aumentar en el último octubre de Obama, pero ahora se ha disparado en marzo bajo el mandato de Trump.

A la baja. La popularidad del presidente Donald Trump, a escasos dos meses de su gobierno, se desplomó al 36% desde un 46% al inicio de su mandato, luego del fracaso del plan de la reforma de salud, impulsado por los republicanos.

Pero lo que está quedando claro es que Trump intenta liberar a los militares estadunidenses de las limitaciones mínimas que hasta hace poco debían observar para evitar las bajas de civiles.

Y esto no debería sorprender a nadie: Trump, explícita y repetidamente, prometió hacer exactamente esto durante su campaña presidencial.

Trump criticó constantemente a Obama —quien bombardeó siete países predominantemente musulmanes— por ser “débil” en la lucha contra el Estado Islámico y Al Qaeda. Trump regularmente se jactó de que liberaría a los militares de los Estados Unidos de las reglas que, él consideraba, los contenía de forma indebida. Se comprometió a reinstaurar la tortura e incluso a asesinar a los miembros de la familia de aquellos que resultaran sospechosos de terrorismo, lo que llevó a algunos comentaristas patrióticos a insistir ingenuamente en que los militares estadunidenses se negarían a seguir tales órdenes.

El frenesí de guerra de Trump alcanzó su trastornado pico retórico en diciembre de 2015, cuando afirmó, durante un evento de campaña que “bombardearé al Estado Islámico hasta hacerlo mierda” y luego dejaría que sus campos de petróleo fueran tomados por Exxon, cuyo CEO es ahora su secretario de Estado.

Trump puede ser criticado por muchas cosas, pero la falta de claridad sobre sus intenciones de declarar la guerra al terrorismo no es una de ellas. Todo el tiempo, la “solución” de Trump al terrorismo era tan clara como simple, como la describí en septiembre de 2016.

Screen Shot 2017-03-28 at 5.54.26 PM La claridad de las intenciones de Trump con respecto a la guerra contra el terror fue a menudo ofuscada por expertos anti-Trump debido a una combinación de confusión y distorsiones de la doctrina de la política exterior.

Trump contendió explícitamente como un “no intervencionista”, denunciando, por ejemplo, las guerras de cambio de régimen en Irak, Libia y Siria (aunque en algunos puntos expresó su apoyo a las dos primeras). Muchos comentaristas confundieron el “no-intervencionismo” con el “pacifismo”, lo que llevó a muchos de ellos, hasta el día de hoy, a declarar ignorantemente que la guerra escalonada de Trump contra el bombardeo terrorista está en conflicto con su defensa del no intervencionismo. No lo está.

›En la medida en que Trump es guiado por un cierto marco ideológico coherente, éste se encuentra arraigado en las tradiciones de Charles Lindbergh (de quien tomó el lema “America First”) y de Pat Buchanan, un hombre que odiaba el libre comercio, se oponía a la inmigración y era súper nacionalista.

Ni Lindbergh ni Buchanan eran intervencionistas. Lindbergh fue uno de los oponentes más tempranos y más fuertes de la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, mientras que Buchanan criticó durante todo 2002 el plan neoconservador de invadir Irak.

A pesar de ser no intervencionistas apasionados, ni Lindbergh ni Buchanan eran pacifistas. Todo lo contrario: ambos creían que cuando Estados Unidos enfrentaba una amenaza de ataque real o era atacado, debía usar una fuerza completa y sin restricciones contra sus enemigos.

No se oponían a la fuerza militar en general, sino más bien a las intervenciones dirigidas a un objetivo distinto de la autodefensa, como cambiar a los gobiernos de otros países, proteger a extranjeros de la tiranía o la violencia o enfrascarse en guerras “humanitarias”.

A lo que el no intervencionismo de Lindbergh/Buchanan se opone no es a la guerra per se, sino a un tipo específico de guerra: es decir, a aquellos que luchan por razones distintas de la autodefensa o de los intereses directos de Estados Unidos (como sucedió con los esfuerzos de cambio de régimen en Irak y Siria).

Lindbergh se opuso a la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial porque estaba diseñada para ayudar sólo a los británicos y los judíos, mientras que Buchanan, en vísperas de la invasión de Irak, atacó a los neoconservadores que “intentan envolver a nuestro país en una serie de guerras que no son parte de los intereses de Estados Unidos” y que “han alienado a amigos y aliados a lo largo y ancho del mundo islámico y occidental a través de su arrogancia y belicosidad”.

El antisemitismo y la tradición nacionalista de Lindbergh, el precursor ideológico de Buchanan y luego de Trump, no se oponen a la guerra.

Se opone a las intervenciones militares en los asuntos de otros países por razones distintas de la autodefensa, es decir, el riesgo de vidas y recursos estadunidenses para los beneficios de los “otros”.

Cada vez que Trump deja caer otra bomba, varios expertos y adversarios afirman que su actuación es inconsistente con su no-intervencionismo, pero sólo demuestran su ignorancia de lo que significan estos términos.

Al escalar la violencia contra los civiles, Trump está haciendo exactamente lo que prometió hacer, y exactamente lo que los que describieron su política exterior como no intervencionista predijeron que haría: es decir, liberar ilimitadamente al ejército estadunidense cuando el objetivo en cuestión es la aniquilación de “terroristas”, mientras que se niega a utilizar al ejército para otros fines como el cambio de régimen o el humanitarismo. Si uno redujera esta mentalidad a un lema, podría ser:

Pelear menos guerras por razones más estrechas, pero ser más bárbaro y criminal en la persecución de los que se combate.

El deseo de Trump de cooperar con Rusia en Siria se basaba en el deseo de maximizar la potencia de los bombardeos allí (al igual que lo fue el intento de Obama de forjar una asociación de bombardeo con Putin en Siria).

A lo que Trump se opuso fue a la antigua política de la CIA de gastar miles de millones de dólares para armar a los rebeldes anti-Assad (una política que Hillary Clinton y sus asesores clave querían escalar), porque Estados Unidos no tiene interés en eliminar a Assad.

Esa es la diferencia fundamental entre el no intervencionismo y el pacifismo que muchos expertos ignoran o están confundiendo deliberadamente para demostrar su propia reivindicación sobre la política exterior de Trump.

Nada que Trump haya hecho hasta ahora es remotamente inconsistente con el no intervencionismo que adoptó durante la campaña, a menos que se confunda el “no intervencionismo” con la “oposición al uso de la fuerza militar”.

El atroz asesinato de civiles en Irak, Siria y Yemen significa muchas cosas: bárbaro, amoral y criminal.

También es irónico reforzar el apoyo a los mismos grupos —Estado Islámico y Al Qaeda— que él dice que quiere derrotar, dado que nada impulsa el apoyo a esos grupos como la masacre de civiles estadunidenses (quizás el único factor tan capaz de ayudar a estos grupos sea otra de las especialidades de Trump: generar una enemistad entre musulmanes y Occidente).

Pero las acciones de Trump no se alejan de lo dijo que haría, ni tampoco son inconsistentes con las predicciones de quienes describieron su enfoque de política exterior como no intervencionista. Por el contrario, el salvajismo oscuro que guía la conducta militar de Estados Unidos en esa región es precisamente lo que Trump prometió de forma expresa a sus partidarios.