La Portada | Gertz Manero, el hombre de las mil máscaras

25 de Abril de 2024

La Portada | Gertz Manero, el hombre de las mil máscaras

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Es un hombre metódico, conoce muchas áreas de gobierno y ha trabajado para panistas, perredistas y morenistas; en todos los casos sigue un patrón, acciones y declaraciones espectaculares, que con los años se diluyen en instituciones que no acaba de consolidar

Era el primer trimestre de 2004. El problema de huachicol a Pemex estaba creciendo, y se discutía en Los Pinos qué hacer. En una reunión privada, en la que estaba el entonces presidente Vicente Fox y su secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, tomó la palabra el entonces secretario de Seguridad Pública Federal, Alejandro Gertz Manero, y les aseguró que se haría cargo de frenar el desvío de combustible, pero debían ponerse bajo sus órdenes, incluso personal de la entonces paraestatal. Así comenzó el llamado “Operativo Pemex”.

Los primeros días la movilización de efectivos fue espectacular, como muchas otras operaciones comandadas por Gertz Manero en el pasado. Los agentes intervinieron las 77 terminales de distribución y almacenamiento, y seis refinerías. Hicieron cateos y revisiones, incluidas gasolineras.

El saldo oficial después de 60 días fue igual de aparatoso, no sólo por las cifras que ofreció, sino porque fue un evento con más de 100 elementos de la corporación y con su entonces jefe, Fox, a quien aprovechó para alabar, después de cuatro años de trabajar con él. “México tiene un Presidente que sirve a la Nación y la honra, además de que el Gobierno de la República combate a la corrupción con hechos y no con palabras”, dijo.

Los resultados que leyó entonces, en mayo de 2004, sobre el freno al huachicol, se resumían en un aumento de tres mil 200 millones de pesos en ventas de Pemex.

Para julio, a cuatro meses de iniciado el operativo, la Secretaría informaba de 1.7 millones de litros de combustible recuperados, 92 detenidos por tráfico de gasolina y 27 tomas clandestinas clausuradas; ocho mil millones facturados para Pemex, aunque ese número incluía a 368 gasolineras en el país que, aseguraba, fueron descubiertas con irregularidades.

Fue en ese momento un éxito, pero al paso de las semanas saltaron inconsistencias, de las que se quejaron empresarios gasolineros, en las revisiones y que luego impediría prosperaran sanciones y se demostraran las irregularidades; también que una gran parte de los detenidos no pudieran ser acusados por la entonces Procuraduría General de la República (PGR) por inadecuados procedimientos en su captura o falta de pruebas.

Para zafarse, el equipo de Gertz Manero filtró información a medios y se quejaba con el Presidente de que estaba fallando en las acusaciones penales el entonces titular de la PGR, Rafael Macedo de la Concha, con quien mantenía un constante enfrentamiento. Son varias las personas que atestiguaron discusiones entre ambos. Al general Gertz Manero le atribuía la falta de efectividad en otros casos de personas detenidas por la PF, pero sin pruebas.

Unos años después, documentos de Pemex mostraron que una gran parte de esas cifras que informaba la Secretaría de Seguridad como sus éxitos, eran en realidad logros del personal de Pemex y militares que allí trabajaban, y había identificado tomas clandestinas y combustible robado, y no por la Operación Pemex.

Para quienes lo conocen desde hace décadas o trabajaron con él en la época de Fox, como legislador o en las oficinas de seguridad de la Ciudad de México y que fueron entrevistados por ejecentral, el ahora fiscal ha actuado así, haciendo declaraciones, operaciones espectaculares, pero al final con magros resultados. Otro de sus mecanismos ha sido acusar, incluso penalmente, o señalar a personajes de quienes asegura abusos, pero que al paso de los años demuestran su total inocencia; aunque su discurso apunta que ha luchado toda su vida por el país y contra grupos de poder, todas las críticas las asume como un ataque personal.

Intolerante a la crítica

Alejandro Gertz Manero
Alejandro Gertz Manero

La instrucción es clara: cuando el doctor está en su despacho o en cualquiera de las áreas de la Fiscalía, las mujeres tienen prohibido usar zapatos de tacón. Le molesta el ruido que emiten al andar, por eso la exigencia de facto es usar calzado bajo o literalmente “caminar de puntitas”, porque por donde pasa el fiscal no se puede hacer ruido.

Lo que queda en duda a quienes allí trabajan es si la causa de esa tirria es un aspecto innato a la personalidad del Fiscal General de la República por la simple molestia de escuchar el ruido de los tacones al andar o que son mujeres quienes suelen utilizar ese tipo de calzado, nadie lo sabe. Lo cierto es que para propios y extraños Gertz Manero que hoy está al frente de la FGR no es el mismo al de hace algunos años.

Con casi seis décadas en el servicio público, el docto abogado, catedrático, que a lo largo de trayectoria se ha desempeñado, entre un amplio currículo, como agente del ministerio público, secretario de seguridad pública federal, legislador y hasta productor de teatro, ha construido una imagen de ser una persona dura, franca, muy metódica y con un marcado temple; además de ser calculador para enfocarse en los detalles y determinante con sus decisiones.

Quienes lo conocen de mucho tiempo atrás, describen a Gertz Manero como un hombre sistemático. Las actividades más elementales de su día a día como comer, ducharse y descansar las lleva a cabo de manera cronológica, casi exacta. Y algunas características más: prefiere no dar la mano y si lo hace, pronto busca limpiarse con alguna toallita o alcohol, higieniza constantemente los lugares en donde trabaja, y siempre viste ropa oscura.

Sin embargo, lleva consigo otras tantas particularidades de quienes en él ven a un ser iracundo, con una visceralidad que raya en la intolerancia, la cerrazón, que denota un profundo resentimiento vindicativo.

Así lo tiene presente María Elena Morera, presidenta fundadora de la asociación civil Causa en Común, quien recuerda aquella colérica llamada que en 2004 le hizo el entonces primer titular de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, tras una reunión en la que cuestionaron al también comisionado de la Policía Federal Preventiva (PFP), por el alto índice de secuestros, ante lo cual el hoy fiscal se mantuvo cordial, pero con una respuesta contundente: “nos dijo que nos habíamos equivocado de ventanilla, que no tenía nada que ver con ese tema y que no le correspondía”, contó a ejecentral.

La tempestad vino al otro día, señaló la entonces presidenta de México Unido Contra la Delincuencia, cuando Gertz Manero le llamó directamente a su celular y comenzó a gritarle: “Estaba desayunando con dos de mis consejeros y me llamó directo a mi teléfono, furioso, como si lo hubiéramos ido a insultar el día anterior, y entonces me dijo que yo le había llevado a mis consejeros para desprestigiarlo y que ellos pensaran que era un inútil. Me gritó y yo lo puse en altavoz, mis consejeros me decían cuélgale, cuélgale, pero no quise verme tan mal educada y nada más le dije: ‘mire secretario, la verdad no le estoy entendiendo nada, cuando usted se tranquilice me marca. Y le colgué’”.

Aunque no hubo otra llamada, la activista sí volvió a ser amedrentada. Tiempo después, ya con Gertz Manero fuera de la SSP, el exsecretario llamó al empresario José Carral Escalante, exconsejero de Morera, para exigir que la activista se retractara públicamente de haber dicho una entrevista que era “el peor secretario de seguridad”.

Lo amenazó —aunque ya era una persona mayor— a “que saliera a desmentir esa nota y decir que me había equivocado de personaje, que me refería a alguien más o que no era cierto lo que había dicho o que me iba a atener a las consecuencias”. Pese a la petición que llegó casi a súplica por parte de Carral Escalante, María Elena no salió a desmentirse y aunque asegura que no paso nada más allá de la amenaza, acusó que el amedrentamiento del que fue víctima por parte de Gertz Manero habría sido replicado en muchos casos más, antes y ya una vez designado como el primer Fiscal General de México.

“Siempre era su perfil el amenazar a la gente, amedrentarla y provocarles miedo (…) Llegar a ser fiscal y sólo dedicarse a perseguir a la cuñada y a la hija de la cuñada durante tantos años, aunque todo mundo le dijo que ellas no eran culpables de la muerte de su hermano, señala un personaje que además de que no conoce la ética, tiene unos odios, que, yo no sé cómo alguien pueda vivir con un corazón tan podrido”, lamentó María Elena Morera.

Un pasado poco recordado

Tras haberse desempeñado como secretario general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), donde también fue asesor jurídico entre el inicio de la década de los setenta cuando por un trienio (1973-1975), fue designado como el director fundador del Instituto Técnico de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), bajo la titularidad de Pedro Ojeda Paullada, Alejandro Gertz Manero se convirtió en el primer zar contra el narcotráfico, cuya labor resultó en la antesala de la cuestionada ‘Operación Cóndor’.

Aunque para varios exfuncionarios y abogados de la época aseguran que esa primera campaña contra el narcotráfico “fue un éxito”, y a Gertz Manero le tocó como Oficial Mayor de la PGR ser el responsable, para la historiadora Adela Cedillo —maestra en Estudios Latinoamericanos especializada en movimientos revolucionarios, guerra sucia, contrainsurgencia, y el combate contra las drogas—, la Operación Cóndor de la que fue artífice el actual titular de la FGR, habría implicado una “campaña contrainsurgente” en la que fueron perseguidas personas bajo el supuesto de ser productores de amapola y marihuana en el llamado Triángulo Dorado –que abarca partes de Sinaloa, Durango y Chihuahua-, no obstante que la mayoría de las víctimas que habrían sido perseguidas, torturadas y despojadas de sus tierras se trataron de campesinos inocentes.

La propia Adela Cedillo, actualmente profesora asistente de historia mexicana moderna en la Universidad de Houston, relató públicamente en su cuenta de Twitter los posibles abusos en los que habría incurrido el ahora titular de la FGR con “un ejército de torturadores a su servicio”, a quienes nombró coordinadores regionales de dicha operación, la cual trajo consigo, entre otras consecuencias, el desplazamiento de los narcotraficantes que dio lugar a la conformación en la década de los ochenta de lo que fue el Cártel de Guadalajara.

“¿Se le puede llamar éxito a una operación que destruyó el Triángulo Dorado con fumigaciones y hostigamiento a miles de comunidades y que dejó irresuelto el problema del narcotráfico? Yo no tengo pruebas, pero tampoco dudas de que Gertz se benefició de la extorsión a los narcos”, apuntó la historiadora, quien públicamente se opuso al nombramiento de Alejandro Gertz Manero como el primer fiscal y de su ingreso al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), el cual obtuvo ya como fiscal general, tras más de una década de intentos en los que oficialmente el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) rechazó su petición en cinco ocasiones y que aún está siendo impugnado su reconocimiento, por no cumplir los requisitos y plagiar a un autor.

Gertz Manero nunca se fue

Cuando fue designado por Vicente Fox como el primer secretario de Seguridad Pública en diciembre de 2000, Gertz Manero asumió al mismo tiempo la titularidad de la Policía Federal Preventiva que estaba en formación, y de acuerdo al proyecto original, en 20 años se contaría con agentes civiles, con carrera policial, especializados, y efectivos en la prevención de delitos de alto impacto. Llevaba bajo el brazo el éxito de desarticular a bandas de secuestradores que entonces habían atacado a grandes empresarios.

Pero a la llegada de Fox, el nuevo titular cambió las cosas. En el año 2000, cuando se dotó a la escuela de policía con sede en San Luis Potosí del equipamiento necesario para convertirlo en una institución formadora de cuadros policiales, se estructuró un plan estratégico al que la secretaría de Hacienda proporcionó los recursos necesarios para el mantenimiento, la logística y los procesos académicos de formación permanente (capacitación y profesionalización) de los reclutas y de quienes tenían un desempeño profesional, tanto de jóvenes como de oficiales con grado y años de experiencia. Era la primera ocasión que se puso en funciones en el país una estructura escalafonaria sustentada en un Servicio Civil de Carrera, que consideraba edad, experiencia laboral, los años de servicio, los méritos por honor y desempeño y la formación académica, tomando ejemplos en policías de Alemania, Francia, Italia, Estados Unidos o Chile.

Pero Alejandro Gertz Manero la desmanteló. Distintos agentes y exagentes que conocieron de primera mano el caso explicaron que disminuyó el presupuesto para la escuela de San Luis y la formación la sustituyó por cursos de conocimientos básicos y generales con duración de horas y cuando mucho días, con pláticas en los auditorios de 200 policías. Y así se formaron policías fast track. Y el servicio civil de carrera despareció, al dotar a policías provenientes de la Ciudad de México altos grados y no llevando a cabo evaluaciones en los ascensos.

Otra de sus decisiones que a la larga sería una carga, es que decidió no atender los secuestros, porque eran temas del fuero común, aseguraba, aunque en muchos casos los grupos criminales operaban en distintas entidades. Las cifras mostraron que de diciembre del 2001 a noviembre de 2004 la Agencia Federal de Investigaciones de la PGR había capturado a 352 secuestradores y desmantelado un total de 56 bandas organizadas, a pesar de que sólo actuaba por denuncia, liberó a 540 víctimas.

Mientras que la PFP a cargo de Gertz Manero sólo había desmantelado 8 organizaciones de secuestradores, y en el Cuarto Informe de Gobierno de Fox, en la parte de “Fortalecimiento de la Seguridad Pública” no apareció una sola mención sobre la desarticulación de alguna de estas bandas, a pesar de que la Policía Federa tenía en activo una dirección general de Secuestros y Robo. Y serían, a la larga, uno de sus mayores problemas que no pudo resolver como secretario de Seguridad Pública federal.

Un día de agosto de 2004 llegó Gertz Manero a Los Pinos a ver a su jefe, Vicente Fox, a quien le dijo que no podía más con el procurador Macedo. El presidente respondió que no lo removería, que estaba dando resultados, a lo que el secretario respondió “si es así, yo me voy”. Y dejó la SSP federal.

En ese mes anunció en una conferencia de prensa que se jubilaba después de 35 años en el servicio público, y le había pedido su autorización al presidente y había cumplido “razonablemente bien” su tarea; así que regresaría a sus “actividades académicas y profesionales”.

“¿Por qué me voy en este momento? Porque en este momento he logrado ya tener los elementos suficientes para tramitar mi jubilación, por edad y por cuotas en el ISSSTE; (además) estoy cumpliendo exactamente seis años, un sexenio de estar trabajando en materia de seguridad pública”, explicó.

Sí se jubiló y desde entonces cobra su pensión, pero no se retiró del servicio público. Pero en realidad en ese momento Alejandro Gertz Manero libraba una tormenta que había crecido y no podía controlar, que colocaba en riesgo su reputación. Seis semanas antes una marcha histórica por las calles de la ciudad exigía seguridad ante los secuestros y ataques, y el presidente Fox había fijado un plazo para dar resultados contra la inseguridad, faltaban 15 días y no tenía resultados, lo que evidenciaba el fracaso de su Secretaría y la Policía que comandaba.

Se había confrontado en junio con una parte de los diputados, quienes le exigían respuestas a los resultados de la Auditoría Superior de la Federación de 2002, por altos salarios a generales recién nombrados, la compra de patrullas con un sobreprecio de hasta 200 mil pesos, y el blindaje del automóvil personal de

Gertz

Manero que costó un millón de pesos.

Pero había algo más, el mismo día de su anuncio de retiro, el entonces subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos reveló un plan para rescatar al entonces líder del Cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, y a los hermanos Arellano Félix, líderes del Cártel de Tijuana, del penal de máxima seguridad de La Palma, estado de México; y la existencia de “evidencias” de que los capos prácticamente tenían el control del lugar.

Meses más tarde, una evaluación de la SSP, elaborada por el sucesor de Gertz Manero, Ramón Martín Huerta, evidenciaría que durante la gestión de

Alejandro

Gertz y Carlos Tornero Díaz (encargado de las prisiones federales) se autorizó el acceso a La Palma a 4 mil 411 visitantes, el 70% abogados y el resto “personas de confianza”, lo que representaba un promedio de ocho personas por cada preso.

Un número que las reglas internas estaba prohibido, y significaba, decía el documento, el relajamiento del control del centro federal. Los Arellano, que planeaban fugarse, de acuerdo a la información oficial, contaba con el registro de 41 abogados autorizados. Y Cárdenas Guillén hasta 39, pero uno de ellos era un sobrino con cédula falsa.

Gertz Manero nunca fue cuestionado sobre estos hallazgos, pero apresuró a blindarse a través de su equipo, nuevamente quienes filtraron información sobre la falta de recursos que habían solicitado y no les entregaron, también que justo un mes antes de irse de la secretaría había ordenado a su jefe de inteligencia, Nicolás Suárez Valenzuela, que integrara un grupo para seguridad y vigilancia en el sistema penitenciario federal. Pero antes no había mencionado lo del grupo de seguridad, sino hasta que se conoció de la corrucpión de los centros, y sobre los recursos, tampoco planteó una queja insistente.

En realidad nunca se fue del servicio público. Unos años después se hizo legislador, donde presumió no cobrar salario, sino donarlo, y allí afianzó los puentes que lo llevaron a ser el Fiscal más poderoso en México.

Las oficinas de Estados Unidos tienen en su radar al fiscal desde 1999, cuando una aeronave que le pertenecía aterrizó en su territorio y de ella descendió un personaje que identificaba la DEA como lavador de dinero para el Cártel de Juárez. Esa información era un reporte que nunca se convirtió en acusación, pero tampoco fue desechado. Fuentes de ese país aseguran que desde hace varios años han monitoreado la compra de sus bienes en el territorio y sus operaciones bancarias, lo mismo que las de su hermano Federico.

Como fiscal, las agencias no lo consideran como un “contacto seguro”, para el intercambio de información sensible, y sí lo son los elementos de la Marina, del Ejército y agentes de la FGR que ellos entrenaron.

El Congreso estadounidense tiene información que no lo describe favorablemente. El pasado 21 de marzo pasado, en un análisis del Servicio de Investigación legislativo se refiere a Gertz Manero y los pocos progresos que ha mostrado en los casos emblemáticos y retoma las críticas en su contra, al decir que “ha tardado en implementar la reformas promulgadas por el Congreso Mexicano para fortalecer la FGR”.

FGR, el reflejo de una crisis

Con las evidencias a la vista, principalmente por los propios indicadores de la Fiscalía General de la República (FGR), dan cuenta de las deficiencias, el rezago y el debilitamiento generalizado que ha traído consigo la gestión de Gertz Manero en la institución en la que organizaciones civiles, analistas, abogados y políticos de oposición advierten focos rojos que se reflejan en una FGR débil en términos de su capacidad instalada, con menos presupuesto, menos personal, y el existente sin profesionalizar, opaca, reticente a abrir investigaciones y un impacto de operación insuficiente y menguado .

“Es una institución que no ha operado con eficiencia, no ha estado libre de injerencias, pero lo cierto es que en tres años el fiscal tenía la encomienda de establecer condiciones institucionales para transformar a la fiscalía, comenzando por el servicio profesional de carrera que no ha instalado (…) Es un fiscal que está pensando en un sistema de justicia más a la vieja usanza, donde la procuraduría de entonces su rol era acusar, no desarrollar una investigación”, sostuvo Chrístel Rosales, coordinadora del programa de Justicia en la organización México Evalúa.

Y es que, aunque previo a su llegada a la titularidad de la entonces Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (hoy ciudad de México) cargo que desempeñó entre 1998 y el 2000, durante el interinato de Rosario Robles Berlanga en la jefatura del gobierno capitalino, Gertz Moreno presidió el Consejo Ciudadano en Procuración de Justicia y Seguridad Pública de la actual CDMX, lo que hoy en día ha sido una de sus mayores reticencias al frente de la fiscalía, entre lo que pareciera una lista interminable de pendientes y omisiones.

“Es un fiscal que opera a puerta cerrada. Ya no digamos sentarse a hablar con los colectivos y familiares de las victimas sino con otras agencias del estado con quienes se tendría que coordinar y colaborar”, señala Chrístel Rosales al enumerar la cadena de elementos, con base en los propios datos de la FGR, que advierten “una institución que en todos los frentes está dando pasos hacia atrás en su función de procurar justicia, investigar y perseguir los delitos”.

Y que en contraparte, la administración de Alejandro Gertz Manero al frente de la Fiscalía General de la República se ha caracterizado más por atender una instrucción, “a una persecución política para desarrollar su trabajo”, refirió la también maestra en Economía y Administración Pública al sostener que el poder punitivo del estado se ha quedado literalmente ciego frente a los casos de posibles redes de corrupción y de “macro criminalidad, a los que el propio Gertz se comprometió a combatir, “contrario a otros casos como el de su propia familia –Laura Morán y Alejandra Cuevas, a quienes e fiscal acusa de la muerte de su hermano Federico– y los científicos (del Conacyt ) a quienes sí se les imputaron delitos sumamente graves que implican el uso de un régimen de delincuencia organizada, que de entrada les cancela sus derechos, ahí sí vemos todo el poder punitivo del estado”, subraya Rosales.

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