La Portada | Sembrando Vida: maquinaria peligrosa

21 de Mayo de 2024

La Portada | Sembrando Vida: maquinaria peligrosa

El programa agrícola, además de la construcción de los proyectos emblemáticos lopezobradoristas en la península de Yucatán y el Istmo de Tehuantepec, representan amenazas ambientales que comprometen la sostenibilidad y el futuro del sureste mexicano

Una decena de disciplinas, desde la ecología hasta la geografía política advierten: existe un riesgo muy elevado de que los programas Sembrando Vida, el Tren Maya y el Corredor Interoceánico Istmo de Tehuantepec (o Corredor Transístmico) generen más pobreza y desigualdad en seis estados del sureste mexicano de las que pretenden combatir.

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Este riesgo va más allá de las pérdidas por los árboles sembrados que no crezcan o la pérdida de las cosechas que en su lugar dejaron de sembrarse.

Se trata de las pérdidas que habrá porque el modelo de negocios del Tren Maya (sea cual sea, pues no se ha dado a conocer) no funcione y se tenga que pagar con el erario o que haya porciones significativas del mismo que se hundan, porque las prisas no han dejado estudiar de forma adecuada el frágil suelo en que se está construyendo, deteniendo actividades y requiriendo reparaciones.

Los peligros son tan grandes porque los tres proyectos en conjunto son, por un lado, un atentado al irrecuperable capital natural de la región (integrada por Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo, parte de Veracruz y parte de Oaxaca) y porque, especialmente los dos megaproyectos de infraestructura, implican un rediseño económico y social de la región hacia estructuras y modelos que, se ha demostrado, aumentan la intervención de los grandes capitales e incrementan la violencia y la desigualdad.

Una revisión detallada de ejecentral desde distintas especialidades, y después de más de tres años de avances en tres de los programas y proyectos insignia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, queda en evidencia que en conjunto están causando daños en el sur del país, y se está alcanzando, advierten los especialistas, un punto de no retorno.

Pero no sólo es el Tren Maya que está dañando humedales, manglares y afectando al segundo sistema arrecifal más grande del mundo, ubicado el mar Caribe, además de poner en riesgo 33% de aguas superficiales del país; sino que junto con el Corredor Transístmico y el programa Sembrando Vida se pone en riesgo a poco más de la mitad de las áreas de selvas tropicales del país y una parte del bosque seco.

Es tan preocupante que el plan de siembra de árboles frutales —muchos de ellos no corresponden a la región y con los que tampoco respetan los cultivos tradicionales— se está aplicando en 21 estados de la República sin evaluación alguna de impacto ambiental. Tampoco hay estudios de factibilidad económica, y eso incluye al Tren Maya y el Corredor Transístmico. “Lo que se está haciendo finalmente es devastar”, advierte Ana Esther Ceceña, del Instituto de Investigaciones Económicas y del Observatorio Geopolítica de la UNAM.

El valor del capital natural

Para empezar, entre los tres proyectos ponen en riesgo a poco más de la mitad de las áreas de selvas tropicales del país.

El investigador Franz Mora calcula que el total de la ecorregión selva tropical mexicana tiene un capital natural que equivale, en valor económico, a 332 mil millones de pesos al año, cifra superior al total de ingresos petroleros reportados para 2021, que fue 219 mil millones de pesos.

Mora, en una investigación publicada en 2019 en el Journal for Nature Conservancy, señala que la ecorregión de selvas tropicales representa en su conjunto alrededor del 7% del capital natural de México.

De acuerdo con el Índice de Capital Natural que la Comisión Nacional para el Uso y Aprovechamiento de la Biodiversidad (Conabio) tiene en su geoportal, la mayor parte de ese valor se encuentra en las selvas de la península de Yucatán, pues las selvas que se encuentran en el norte de Veracruz y en Tamaulipas tienen un alto nivel de degradación o de transformación, lo que disminuye su valor.

Por otra parte, la ecorregión llamada bosque seco, también representada ampliamente en la península, tiene 9% del valor total de capital natural.

El concepto de capital natural, que se empezó a usar a mediados de los 70 y que junto con la sostenibilidad o sustentabilidad fueron los temas principales de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, Brasil, en 1992, y fue una forma de darle un valor económico a ciertos aspectos de la naturaleza para que los gobiernos los puedan incluir en sus cuentas nacionales.

Según el libro Capital natural y bienestar social, elaborado por Conabio (institución pionera en el mundo y que, por cierto, fue la aportación de México a la Cumbre de Río), los aspectos de la naturaleza que se valoran son los ahora llamados servicios ecosistémicos, servicios fundamentales para la vida como el agua limpia y el aire respirable. También se pueden considerar capital natural las especies silvestres comestibles, las medicinales y las maderables o los paisajes terrestres o marinos, como los arrecifes que atraen al turismo.

Otro aspecto importante de capital natural, que lo distingue de otras formas de capital como puede ser el financiero, es que su valor real está años en el futuro.

Así, la tala de un bosque para fines agrícolas puede implicar una ganancia en la capacidad de producción de alimentos, pero se pierden servicios como la captura de agua, la retención de suelos y la captura de bióxido de carbono.

›En su artículo, Mora explica que el Capital Natural Crítico es aquella porción de capital natural que posibilita importantes funciones ecológicas para las que “no existe ningún tipo de sustituto de capital natural o hecho por el hombre, que pudiera hacer la misma función”.

Esto hace que si bien alrededor del 45% del total del capital natural de México se encuentra en los desiertos y las sierras templadas del norte del país, la parte más valiosa para la sostenibilidad a futuro, y por tanto a la que se ha asignado un mayor valor en términos económicos, sea la ecorregión selva tropical, cuyo valor “depende de que conserve su integridad o, en otras palabras, que no se degrade ni sea transformada”, agrega Mora.

Agricultura imperialista

“Es importante entender que para la cultura europea, la agricultura y los bosques son incompatibles”, señalan Anabel Ford y Ronald Nigh en su libro El boscoso jardín maya. Ocho milenios de cultivos sustentables en los bosques tropicales, en el que explican que los ecosistemas que se pueden ver en la región maya son el resultado de miles de años de convivencia entre seres humanos y naturaleza.

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“Los mayas fueron capaces de alimentar ciudades que alcanzaban a tener 20 mil o más habitantes sin arados, sin animales de tiro, sin transportes para mover comida a largas distancias y sin deforestación” explican Ford y Nigh. “Construidos históricamente en torno a relaciones ecológicas con el ambiente, los cultivos mayas… replican en miniatura el bosque tropical”, mencionan en el libro.

En ese sentido, los biólogos mexicanos han encontrado en la región una amplia variedad de especies silvestres que no están domesticadas pero son “favorecidas”. Una de ellas, por poner un ejemplo, es el Árbol Ramón (Brosimum alicastrum), cuyo follaje puede servir de forraje para los animales, es maderable y con sus semillas se puede hacer harina con alto contenido proteico, entre otros usos, y se ha demostrado que, aunque no es cultivable, es favorecido desde la época prehispánica .

A pesar de que afirma estar basado en la agrosilvicultura, el programa Sembrando Vida no incorpora los conocimientos tradicionales de la región, ni los nuevos que han hecho los biólogos trabajando con los campesinos de cada región; sino que planta árboles frutales que en general no son de la región, señala entrevista con ejecentral Ana Esther Ceceña, del Instituto de Investigaciones Económicas y del Observatorio Geopolítica de la UNAM.

Los programas de reforestación sirven, “desde hace mucho tiempo a los políticos mexicanos para pararse el cuello porque son relativamente baratos, aunque son carísimos”, sostiene Rodrigo Medellín, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM quien añade que “a esos arbolitos nunca se les da ningún seguimiento y el 90% o más, y eso está demostrado, quedan muertos. No hay crecimiento y no hay recuperación de nada”.

Muchos de los investigadores tienen testimonios de cómo el programa no está funcionando. Por ejemplo, Ceceña comenta que en La Ventosa, en Oaxaca, una de las regiones por donde pasa el Corredor Transístmico “se siembren las especies que indica el programa, y lo que siembran todo se seca, se muere.

¿Por qué? Porque son especies que no son adecuadas para el lugar. Esa zona que justamente tiene muchísimo viento, entonces los árboles no nativos pues no aguantan, se caen”.

Otra investigadora, que pidió no ser identificada, señaló que Sembrando Vida ha hecho que haya zonas donde la frontera entre México y Guatemala sea visible, porque del lado guatemalteco todavía hay bosque, pero ya no lo hay del mexicano.

Por otra parte, en sus 10 reglas de la reforestación, el Real Jardín Botánico de Kew, que en asociación con la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM, trabaja desde 2015 en la restauración de ecosistemas en Veracruz, recomienda “utilizar la restauración de bosques naturales siempre que sea posible”.

La regeneración natural no sólo ha demostrado ser en muchas ocasiones más económica y eficaz que la plantación de árboles, sino que la captura de carbono “puede ser 40 veces mayor en áreas regeneradas naturalmente que en plantaciones”.

En resumen, “Sembrando Vida ha causado destrozos terribles no nada más en la península de Yucatán, también en la selva Lacandona y en muchos otros lugares porque la gente está recibiendo dinero por desmontar bosques primarios, en excelente estado de conservación, para sembrar arbolitos que se van a morir al mes” asegura Medellín.

Y agrega que es “un destrozo terrible que no tiene vuelta atrás”, pues los ecosistemas tienen puntos de no retorno después de los cuales no se recuperan. La iniciativa “puede ser muy bien intencionada, pero muy mal informada, con poco conocimiento” agrega Ceceña. “Lo que se está haciendo finalmente es devastar”.

Agua pasa por mi tren

Ceceña destaca un dato: el acuífero maya contiene 33% del agua nacional. Además, el Global Green Growth Institute (GGGI), organización intergubernamental dedicada a apoyar y promover un crecimiento económico sólido, inclusivo y sostenible en los países en desarrollo y las economías emergentes, reporta que el estado de Yucatán tiene la máxima calificación del país en la calidad de agua superficial.

Sin embargo, en su reporte Covid-19 y crecimiento verde subnacional: Recomendaciones para enverdecer la recuperación en México el GGGI informa que Yucatán enfrenta un problema de contaminación del agua, y como ejemplo pone que en la ciudad de Mérida “el manto freático está contaminado por las más de 300 mil fosas sépticas que vierten aguas residuales”.

Además, señala Ceceña, actualmente se extrae 58% del volumen del acuífero. Este uso excesivo de agua, añade, hace que por simple diferencia de niveles el agua salina pueda entrar al acuífero, lo cual no sólo afectaría la disponibilidad del agua potable, también al suelo de la selva,

a los seres vivos que la habitan, así como a la ganadería y las agroindustrias.

La situación se verá agravada por el Tren Maya y de los polos de desarrollo que busca crear, ya que se trata de un “proyecto de urbanización”.

La economista señala que la urbanización acelerada a través de la promoción del turismo que ha habido en las últimas tres décadas ha llevado a que, por ejemplo, Playa del Carmen haya pasado de un área urbana de 70 hectáreas en 1990 a una de cuatro mil 200 hectáreas en 2019, tiempo en el cual la población ha pasado de tres mil habitantes a 252 mil.

Por su parte, en Cancún el área urbana ha crecido de mil 200 hectáreas a 13 mil 400 y la población pasó de 167 mil habitantes a un millón 300 mil.

En general, entre 1990 y 2019 la superficie urbana de la península de Yucatán aumentó 360%, tan sólo en Mérida fue el 40% y se calcula que en menos de 10 años ya no habrá espacio de urbanización disponible en la ciudad.

La urbanización en Mérida ha provocado daños como un aumento de temperatura local que se calcula entre uno y 10 grados, por la deforestación y por los materiales de construcción, reducción de la permeabilidad del suelo, y aumento y concentración de desechos sólidos y no biodegradables, uso excesivo de agua y, en una palabra, insustentabilidad.

Pero las alteraciones en el acuífero no esperarán hasta que el Tren Maya cumpla con su función urbanizadora, explica Luis Zambrano, investigador del Instituto de Biología quien por más de 23 años ha hecho trabajo de campo en la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an, por donde pasará el Tramo 6 del trazo del tren entre Tulum y Bacalar.

“Hemos visto como el flujo de agua, en distintos momentos del año, hace que el humedal crezca y luego en época de secas se contraiga” cuenta el biólogo en uno de los videos de Restauración UNAM, donde distintos académicos explican en dos minutos algunos de los aspectos del proyecto que afecta la sustentabilidad.

Cuando el humedal se contrae, quedan pequeños laguitos o islas acuáticas donde viven peces distintos cada año, explica Zambrano. “El agua llega desde el centro de la península y va hacia los humedales que están cerca de la costa”, a la que llega después de ser limpiada por la selva, por lo que una vía del tren o una carretera, que se construyen elevadas sobre el terreno, afectaría el flujo hídrico, y dado este fenómeno, no sólo afectaría en las proximidades de la vía, “sino los humedales, los manglares y los arrecifes”.

Esto significa que, en última instancia, el Tren Maya podría terminar afectando al segundo sistema arrecifal más grande del mundo, que está en el mar Caribe, que México comparte con Belice, Guatemala y Honduras y que es también uno de sus grandes atractivos turísticos.

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Avanzan y desconocen impacto

Los problemas en el trazo del tren con el agua superficial son similares a los que se calcula que sucedan por las características del suelo sobre el que va a pasar.

El propio Zambrano ha dicho que si no se analiza lo suficiente, podría derrumbarse en alguna parte del extenso sistema de cuevas, con lo que al costo del desastre en el momento se sumaría el de la posible contaminación del acuífero.

En términos generales, los científicos no se oponen al Tren Maya sino a la forma como se está haciendo, con prisas, sin los estudios adecuados y sin un proyecto bien armado. En su reportaje para el New York Times publicado a finales de agosto, Maria Abi-Habib explica que para la construcción del aeropuerto de Cancún, sobre un terreno similar, se hicieron estudios durante seis meses antes de comenzar.

“El ferrocarril de mil millas de largo (1,600 kilómetros) se construirá en 4 años. Un proyecto de este tamaño generalmente necesita alrededor de 15”, señala la periodista en su cuenta de Twitter. Pero López Obrador, añade, “está empeñado en entregar el Tren Maya” antes de dejar la presidencia en 2024.

Los estudios que serían fundamentales en los proyectos Sembrando Vida, Tren Maya y Corredor Transístmico, son los de evaluación de impacto ambiental, cada uno de los cuales debería concluir en una Manifestación de Impacto Ambiental (MIA).

“Esta evaluación es una herramienta necesaria para que los proyectos que se hagan en el país sean verdaderamente sustentables”, comenta Zambrano a ejecentral. Sin embargo, agrega, en el caso del Tren las MIAs se están presentando “después de que el proyecto ya destruyó selva”, lo cual carece de sentido.

Así, “el mecanismo, incluyendo la MIA, se vuelve una justificación para hacer el proyecto y no una evaluación” comentó el biólogo sobre la discutida MIA del tramo 5.

Según la experta en sostenibilidad Cristina Ayala, quien hizo un análisis junto con otros expertos de la MIA, el documento “hace imposible, por sus altas deficiencias, hacer una evaluación de impacto ambiental que nos permita ver cuáles van a ser las consecuencias en el ecosistema”.

Zambrano aclara que esto mismo es válido “para todo el megaproyecto Tren Maya”, a lo que cabe agregar que, según información oficial, Sembrando Vida se está aplicando, en 21 estados de la República donde ha llegado a mil cuatro municipios y 25 mil 920 localidades sin evaluación alguna de impacto ambiental.

Además, las MIAs de los proyectos de infraestructura carecen de sentido desde que en noviembre 2021 estos se declararon “de seguridad nacional”, acción “que devaluó

todas estas herramientas de protección a la naturaleza en el afán de terminar un megaproyecto en un sexenio”, agrega Zambrano.

Economía pobre

Para Ana Esther Ceceña, aunque no se han hecho, o no se han dado a conocer, estudios de factibilidad económica de los proyectos Tren Maya y Corredor Transístmico, se puede predecir que conllevarán un aumento, si no en la pobreza, sí en la desigualdad y una disminución en la calidad de vida de los habitantes de la zona.

Sin embargo, la situación de ambos proyectos es distinta, señala en entrevista con ejecentral. “En el istmo, muy claramente van hacia el tipo de empleos de maquila” algo que se rescata de los que fuera el Plan Puebla-Panamá e incluso antes, cuando ya se pensaba en un megaproyecto en el Istmo de Tehuantepec.

Desde entonces se considera que la región es “muy interesante para contener ahí población de muy bajos recursos, es decir, población que en términos de salarios no sería demasiado exigente”.

A la población local, en esta zona de bajo desarrollo económico, se sumaría la población migrante que viene de Centroamérica y Sudamérica. “Hasta donde se ve en los planes, así parece que va a funcionar”, considera Ceceña, quien ha trabajado desde hace mucho tiempo en el Istmo de Tehuantepec.

“En el año 1997 hubo ya este proyecto de hacer el corredor en el Istmo de Tehuantepec… es un proyecto parecidísimo al de hoy, casi que copiaron el diseño y lo están repitiendo”, señala la especialista en la perspectiva geográfica de los proyectos del gran capital, y agrega que también entonces se opuso al proyecto.

En la península de Yucatán, como resultado del Tren Maya, los tipos de empleos serían distintos, porque estarán relacionados con el turismo y el comercio que, en muchos casos en la zona, son “empleos precarios, o hasta más que precarios”, similares a los que genera la construcción del tren, por lo ya está aumentando el empleo asalariado, “también ha aumentado el indicador de carencia social… lo que quiere decir que, junto con la dinámica urbanizadora, “tiende a disminuir la calidad de vida de estas personas”.

A Ceceña y a otros expertos les preocupa que, de acuerdo con lo que se ha visto en la zona, cuando se estimula el turismo a gran escala, generalmente lo proliferan también las actividades relacionadas con el crimen organizado.

Al respecto, menciona que en Tabasco, Yucatán, Campeche y una porción de Quintana Roo ya están el cártel del Golfo y Los Zetas, mientras que en Chiapas, Cancún, Cozumel, Playa del Carmen y Tulum se ha demostrado la presencia de los cárteles de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación.

En esto coincide David Barrios Rodríguez, del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, quien señala que algunas regiones de la península ya tienen “algunos de los indicadores de violencia más importantes en todo el país”, extorsiones, derechos de piso, trata de personas con fines de explotación sexual y laboral, y tráfico de biodiversidad, indica en uno de los videos de RestauraUNAM.

Los pobladores serán “reclutados” para participar en la economía criminal y en la lucha por el afianzamiento territorial. “Se ha observado en distintas regiones de México que se disputan los caminos, los puertos para llevara a cabo este tipo de actividades”, advierte.

Intereses geopolíticos

Desde el año 1997, lo que “se ofreció” para el Istmo de Tehuantepec fue: “aquí hacemos un tapón para los migrantes, hacemos un corredor maquilador, de manera que la fuerza de trabajo va a ser barata, el gran capital puede venir a instalar aquí sus ensambladoras y garantizamos seguridad, por supuesto” explica Ceceña a ejecentral.

La experta agrega que “esta manera de intervenir el territorio del sureste de México implica un riesgo muy fuerte para la soberanía nacional”, pues a quien le interesa un corredor interoceánico y “quién lo va a poder aprovechar es el gran capital internacional, el que hace traslados transoceánicos, el que ocupa mercados en la Cuenca del Atlántico y la Cuenca del Pacífico”.

Claro que los grandes capitales también están interesados en que la zona tenga ciertos cuidados lo que implica que, añade, “como está ocurriendo”, la zona se militarice; sin embargo, pregunta, “¿será que México solito puede garantizar la seguridad de todo el comercio mundial que va a pasar por la región?”.

Para la estudiosa de los movimientos de los grandes capitales, y en las guerras que llegan a desencadenar, no cabe duda de que Estados Unidos es uno de los principales interesados en aprovechar esa ruta comercial, pero no en que haya una competencia internacional importante en esa zona.

Quizá estas tensiones ya existen y sean una de las razones por las que se escucha tanto hablar del Tren Maya y de Sembrando Vida, pero no del Corredor Transístmico.

Instituciones debilitadas

Los conflictos sociales, tan notorios, palidecen con los que se derivarían del desastre ecológico, el cual además los agravaría. Pero quienes podrían estudiarlos y sugerir políticas en términos de capital natural y de cambio climático son la Conabio y el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), instituciones que se encuentran en condiciones precarias.

El pasado jueves 25 de agosto, Conabio quedó a cargo de Daniel Quezada Daniel, un urbanista operador político de Morena, en lugar de los ecólogos que había recomendado, de acuerdo con el reglamento, el que hasta ese momento era el Coordinador Nacional de la Comisión, el reconocido científico José Sarukhán.

Según comentaron a ejecentral trabajadores de Conabio, a su llegada Quezada les dijo que no cambiaría la forma como está trabajando la Comisión, pero agregó que tendrían que abordar el tema del Tren Maya, cosa que hasta ahora no se les había pedido.

Algo similar ocurrió en noviembre 2021, cuando INECC “informó” que “entre 2019 y 2020 Sembrando Vida, en su fase inicial, absorbió un total acumulado de 3.89 millones de toneladas de CO2” sin presentar estudio o cálculo alguno que validara esta cifra, y que explicara cómo es posible que plantas recién sembradas hicieran semejante captación de dióxido de carbono.

La entonces directora del INECC, María Amparo Martínez, renunció el 11 de diciembre; hasta la fecha no se ha nombrado un sucesor y sus funciones fueron asumidas por Agustín Ávila Romero, quien ocupa la Dirección General de Políticas para el Cambio Climático de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), y aparece como “encargado del Despacho de la Dirección General del INECC”.

Así, la Conabio tiene una situación similar a la del INECC, pues antes de ser su secretario ejecutivo, Quezada Daniel era el encargado de Transparencia de Semarnat. Es decir, ambos organismos pasaron de que su máxima autoridad fuera independiente a que ésta dependa y responda a la titular de Semarnat, María Luisa Albores, la misma institución que ha hecho las MIAs del Tren Maya, y cuya familia está muy involucrada con la gestión del presidente López Obrador.

A esto se suma que la Comisión no tiene presupuesto operativo, pues desde el año pasado se extinguió su fideicomiso, lo que ha conducido a que el número de proyectos que puede llevar a cabo se reduzca a aquellos que no requieran más que los sueldos, que desde hace unos meses paga Semarnat.

Así, en una de las áreas de Conabio, por ejemplo, la cantidad de proyectos se redujo a menos del 10%, según comentaron a ejecentral trabajadores de la Comisión que pidieron no ser identificados, y el personal de otra área dice que están haciendo “por trueque” de actividades.

El pasado 30 de agosto, en un homenaje que se le hizo en la UNAM, Sarukhán advirtió que es importante comunicar a la sociedad que así como si no respiramos nos ahogamos, “si no tenemos ecosistema viables, sanos, funcionales, el futuro del país está absolutamente comprometido”.

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