Los nuevos grandes ocho

15 de Junio de 2024

Los nuevos grandes ocho

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Desde la Duma llegó la idea de que México se uniera al nuevo G8, economías aliadas a Rusia; el mensaje lanzado desde euroasia, después del desaire de AMLO a la Cumbre de las Américas, muestra el cambio en la conducción de política exterior mexicana, que se aleja de Estados Unidos y la OTAN

Hace unos días, Viacheslav Volodin, presidente de la Duma estatal de Rusia

(equivalente a la Cámara de Diputados), celebró la caída del Producto Interno Bruto (PIB) y el aumento de la inflación en varias de las economías más grandes del mundo, en tanto que aplaudió el desempeño de lo que denomino el nuevo Grupo de los Grandes Ocho (G8), un conjunto de países no alineados a la guerra económica contra Rusia. Uno de sus miembros: México.

De acuerdo con el legislador, en el marco de la ola de sanciones contra su país, como consecuencia de la “operación especial” en Ucrania, las principales potencias económicas están observando resultados negativos en sus cuentas nacionales. Refirió como ejemplo, que la inflación en Estados Unidos alcanzó su máximo histórico desde 1981, al ubicarse en 8.6% en mayo, lo que según el funcionario refleja “la ruptura de las relaciones económicas existentes dirigidas desde Washington”.

Como resultado, Volodin indicó que nuevos focos de desarrollo se han robustecido, entre ellos las economías emergentes amigables con el Kremlin. Estas son: China, India, Brasil, Sudáfrica, Indonesia, Irán, Turquía y México. Países que, según él, hoy están en la posibilidad de formar los “Nuevos Grandes Ocho”, desplazando al bloque “viejo” de potencias económicas conocidas como el Grupo de los 7 (G7), integrado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá.

“Estados Unidos, con sus propias manos, creó las condiciones para que los países que desean construir un diálogo igualitario y relaciones mutuamente beneficiosas formen realmente los ‘Nuevo Grandes Ocho’ junto con Rusia”, escribió Volodin en un mensaje público compartido por la red social Telegram el 11 de junio.

Cobra más forma cada vez que, tras la guerra en Ucrania, ha revivido un viejo fantasma: la Guerra Fría. La época posterior a la Segunda Guerra Mundial en donde el mundo se dividió en dos bloques. El capitalista, liderado por Estados Unidos, y el socialista, encabezado por la entonces Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas (URSS). Estos grupos fueron apoyados por países alineados, europeos en su mayoría, y no alineados, naciones socialistas como China o Cuba.

En aquella época, México tomó un rol neutro, aunque por naturaleza y geografía su inclinación favoreció al bloque capitalista. Hoy, la historia puede cambiar. En la redirección de la agenda de política exterior del presidente, Andrés Manuel López Obrador, el país podría inclinarse a formar parte de un nuevo G8. La actitud del gobierno hacia Rusia es un indicador que la idea podría ser contemplada.

La relación México y Rusia

En 2020, Rusia y México celebraron 130 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas, tras el acercamiento del gobierno de Porfirio Díaz con el del zar Nicolás II durante la última década del siglo XIX.

Las revoluciones llevadas a cabo por ambas naciones, a principios del siglo XX, pusieron en pausa el poco contacto político y económico existente, mismo que se reactivó cuando en 1924, México se convirtió en el primer país de América continental en reconocer a la URSS como Estado.

Durante ese siglo, la dinámica de las relaciones fue relativamente estable, si bien menor, con algunos roces relevantes como la suspensión temporal del diálogo de 1930 a 1942, y el asesinato de León Trotski en 1940.

El proceso de democratización entre ambas naciones coincidió en la última década del milenio, dando paso a una nueva era en las relaciones bilaterales, enfocadas en la cooperación política, pero sobre todo en la económica.

›Actualmente, ambos países son miembros de instituciones económicas importantes como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, así como de otros foros de gran relevancia como el Grupo de los 20 (G20), que integra a las 20 mayores economías del mundo, y el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

Desde el gobierno de Vicente Fox, el país ha aprovechado estas instituciones para fortalecer los lazos con Rusia, organizando visitas entre los jefes de Estado mexicanos con Vladimir Putin, salvo en el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien no ha tenido la oportunidad de reunirse con su homólogo ruso por la aversión del presidente a las reuniones internacionales, y por las medidas adoptadas durante la pandemia.

Antes de la victoria morenista, la administración de Enrique Peña Nieto había sido la más activa en el diálogo con Rusia. El exmandatario visitó San Petersburgo en 2013, en el marco de la reunión anual del G20, y conversó con Vladimir Putin en septiembre de 2017, a propósito de la Cumbre de Economías Emergentes y Países en Desarrollo, celebrada en Xiamen, China. Durante su administración, el excanciller, Luis Videgaray, tuvo también un rol activo al viajar directamente a Moscú en 2017 para específicamente tratar temas de la agenda bilateral con el Kremlin.

La relación con Rusia, sin embargo, no progresó más allá del diálogo. Una situación que cambió con la victoria de Andrés Manuel López Obrador.

El presidente ha impulsado las relaciones con Rusia. Dentro de las primeras visitas que el país recibió en el arranque del gobierno lopezobradorista, se encuentra la del ministro de relaciones exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, quien viajó al país en febrero de 2020 para abordar el futuro de las relaciones bilaterales. Cabe señalar que Anthony Blinken, su homólogo estadounidense, no visitó México sino hasta octubre de 2021.

Con la pandemia de la Covid-19, los lazos se vieron reforzados. En abril de 2021, Marcelo Ebrard viajó a Moscú, para adquirir el antiviral Sputnik V. Como resultado, actualmente México es el séptimo comprador más activo de la vacuna en el mundo, de acuerdo con datos de Statista.

De hecho, en términos comerciales, las exportaciones mexicanas hacia Rusia han tenido un crecimiento importante desde 2017, sin decaer en la pandemia, a pesar de las restricciones al comercio y la irrupción de las cadenas de suministro a nivel mundial.

No obstante, ha sido durante la invasión de Ucrania cuando el peso de la relación bilateral ha adquirido otro significado. En pleno conflicto, la Cámara de Diputados, dirigida por el partido en el poder, inauguró el grupo de Amistad México-Rusia, generando críticas a nivel local y global.

El mayor impacto, sin embargo, ha sido la actitud del Presidente, que desde un inició tardó en pronunciarse fuerte y claro en contra de la invasión de Rusia, y cuando lo hizo tomó un tono más bien tolerante, sin acusar directamente a Vladimir Putin y trayendo a colación que otros países también han invadido a otros. Casos claros y los preferidos del presidente: España y Estados Unidos.

“No califico a nadie, no es la política de México insultar a nadie, a ningún pueblo y a ningún gobierno extranjero. Le tenemos mucho respeto al presidente de China, al presidente de Rusia, al presidente Biden, de Estados Unidos”, declaró López Obrador el 30 de marzo.

En ese mismo sentido, Palacio Nacional ha dejado en claro su abierto rechazo a las sanciones impuestas contra Rusia; y por el contrario, el mandatario ha dicho que ese es un tema que al país no le corresponde, pues se aleja de los intereses de la política exterior de su gobierno.

“Nosotros no vamos a tomar ninguna represalia de tipo económico (contra Rusia), porque queremos mantener buenas relaciones con todos los gobiernos del mundo y queremos estar en condiciones de poder hablar con las partes en conflicto”, indicó López Obrador el pasado 1 de marzo, cinco días después del comienzo de la invasión de Ucrania.

A pesar de la pretendida neutralidad del Ejecutivo ante el conflicto, que tendría lógica si el país hubiera intentado actuar como mediador como se sugiere, desde el templete presidencial se ha aprovechado la ocasión para criticar a los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y su rol en la guerra.

“Qué fácil es decir: ‘Ahí mando tanto dinero para armamento, yo pongo las armas y ustedes ponen los muertos.’ Es inmoral”, criticó López Obrador el 13 de junio en conferencia de prensa.

Ese mismo día, señaló que la invasión de Ucrania pudo haberse evitado, si los países involucrados y sus aliados hubieran intentado dialogar. “Falló la política”, aseguró. Y es que, en la lógica presidencial, “ya no debe continuar la misma política” en el mundo, pues a través de ella, sólo la élite se ha beneficiado.

“Ya no debe continuar la misma política y se tiene que poner en el centro a la gente, no las élites, no los intereses de los de arriba, sino pensar en los pueblos (…) Estados Unidos sigue creando tensión en el mundo y está haciendo todo lo posible para resolver sus problemas a costa de los demás”, expuso.

Es justo a partir de esta postura, y de la actitud de México ante la Cumbre de las Américas, cuando el legislador Viacheslav Volodin habló de la creación de un nuevo G8, pues en estos momentos el Kremlin ve en México a un aliado.

Un nuevo g8 ¿sería posible?

A pesar del cambio en la conducción de política exterior mexicana y de los deseos de Moscú, lo cierto es que hablar de un nuevo G8 no es del todo preciso, salvo que se entienda en otra conceptualización.

El Grupo de los Siete nació formalmente en 1975, cuando entonces las más grandes economías de la época se reunieron en un foro a abordar los temas más apremiantes en materia económica y política, creando todo un cuerpo regulatorio e institucional para sus reuniones. En 1998, Rusia se convirtió en el octavo miembro del grupo; sin embargo, tras el inicio del conflicto del país con Ucrania en 2014, se suspendió la participación del país.

La característica de los miembros de la asociación es que son potencias económicas, si bien se excluyen a grandes economías como China e India, la segunda y la sexta economía más grandes del mundo.

El legislador Volodin, aseguró que los Nuevos Grandes Ocho tienen todo en su haber para ser las nuevas grandes potencias del futuro, sobre todo en un mundo que nuevamente parece estar dividido. El legislador justificó que las naciones del nuevo grupo tienen un poder económico más fuerte que el de la “vieja” asociación al contar con un Producto Interno Bruto (PIB) superior en base a la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA).

Este análisis, sin embargo, es engañoso, pues si bien el PIB PPA promedio de los Nuevos Grandes Ocho se ubica en 18 mil 470 millones 53 dólares, en contraste con los 6 millones 427 mil 64 dólares del viejo grupo, la cifra refleja sobre todo el poder adquisitivo de China e India, pues las otras economías manejan niveles muy similares o por debajo a los del G8 original.

Además, este indicador sólo refleja el poder de compra entre las naciones, ignorando otros factores como la calidad de ese poder o la distribución per cápita del mismo. Y es que en términos del PIB anual y el PIB per cápita en precios corrientes, las economías del “viejo” G8 son muy superiores.

Salvo en el caso de China e India, el resto de las economías del nuevo grupo se encuentran en un ranking inferior a las de la asociación original, con Irán incluso posicionándose en el lugar 49 a nivel mundial, según su PIB de 2020.

Lo mismo ocurre con el PIB per cápita. Las naciones del G8 tienen ingresos en promedio de 43 mil 258.26 dólares, muy por encima de las del nuevo grupo que, en promedio, tienen ingresos por seis mil 555.48, una cifra que cabe 6.6 veces en la primera.

Salvo por la postura de amistad hacia con Rusia, los Nuevos Grandes Ocho, no parecen tener la consistencia ni intereses comunes que sí tienen los países que integran el G7, por lo que entender a la nueva agrupación como una evolución de esta asociación sería caer en un error.

Además, el Grupo cercano al Kremlin carece de los mecanismos e instituciones con los que sí cuenta el G7, y que les permite reunirse de manera organizada año con año.

“En cuanto a la creación de un nuevo G8, cualquier país puede unirse de alguna manera. Pero el G7 (o el G8, cuando también se incluye a Rusia) está institucionalizado. Se reúnen una vez al año, toman decisiones, emiten declaraciones. Hasta ahora solo existen los BRICS. Pero esto es un grupo de cinco, no de ocho”, señaló el economista, Valery Mironov, director adjunto del Centro de Desarrollo de la Escuela Superior de Economía de Rusia para un medio local.

Al ser cuestionados al respecto, en la Cancillería mexicana incluso desconocían el término acuñado en la Duma, razón por la cual se puede entender a esta propuesta como una narrativa rusa —explotable en el actual conflicto—, más que como una asociación real de contrapeso y oposición al bloque de la OTAN.

Más allá de sí es viable o no esta agrupación, lo que importa de las declaraciones del presidente de la Duma es el trasfondo, pues indica que el cambio en la conducción de política exterior de México es ya perceptible por todo el mundo. En el marco del conflicto actual este viraje pone al país más cerca de naciones antidemocráticas, en un bloque alejado al de sus aliados tradicionales.

La revisión histórica del presidente López Obrador y su actitud antisistema y anti elitista, ha traspasado las fronteras nacionales. Las preguntas cómo se verá afectada la posición del país a nivel mundial y qué costos y beneficios podría tener esta nueva política exterior.

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