México, atrapado en la guerra europea

14 de Mayo de 2024

México, atrapado en la guerra europea

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Las relaciones bilaterales de alto nivel entre los gobiernos rusos y mexicanos son escasas, pero han crecido en esta administración; tres de los seis eventos diplomáticos más destacados con el Kremlin sucedieron en esta administración

Cuando el 24 de febrero Rusia inició la invasión de Ucrania, México no figuraba como un actor en el conflicto. Más de un mes después, el país aparece como uno de los pocos Estados que no sólo ha mantenido una política neutra, sino tolerante, con el gobierno de Vladímir Putin. La postura mexicana carece de definición y ya ha generado roces con gobiernos como los de Ucrania,

Estados Unidos o Canadá. Qué busca y a dónde se dirige la política exterior mexicana.

Cuando asumió la presidencia, Andrés Manuel López Obrador dijo que su gobierno no sería “candil de la calle, oscuridad de su casa”, que el enfoque de su gobierno sería el interior y no el exterior, pues mejor resulta privilegiar el bienestar local que el foráneo. Esa ha sido la premisa de su gobierno.

Pero la explotación nacionalista del principio de soberanía y del interés nacional, ya ha hecho temblar a la Cancillería en más de una ocasión. Tan sólo hace unas semanas el gobierno publicó una carta en repuesta a una solicitud del parlamento europeo, cuyos argumentos no sólo carecían de fundamentos, sino de madurez y lógica elemental, sin atender los lineamientos y protocolos de toda conducta diplomática.

De acuerdo con la Constitución, la política exterior mexicana se sostiene en siete principios: la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de las controversias, la proscripción de la amenaza o del uso de la fuerza, la cooperación para el desarrollo, la igualdad jurídica entre Estados y la lucha por la paz y seguridad internacional.

Durante este gobierno el uso de estos principios ha sido selectivo. El Presidente exige la no intervención de empresas y países extranjeros en asuntos mexicanos, pero demanda de España una disculpa por la conquista de hace 500 años, amenazando incluso con terminar las relaciones bilaterales. Exige el trato respetuoso y basado en derechos humanos de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, pero tiene a la Guardia Nacional en la frontera con Guatemala frenando el paso de los migrantes, incluso con violencia. Y asegura ser respetuoso de la autodeterminación de los pueblos, pero recibió como refugiado a Evo Morales tras ser depuesto por un golpe de Estado, solidarizándose con el expresidente y no con Bolivia, que buscaba el cambio de gobierno.

En el trasfondo, estos casos tienen una explicación nacionalista, pragmática o ideológica. Y por muy distinta que parezca, la postura hacia Rusia no es la excepción.

Extraños lazos

México y la guerra europea

En un artículo de opinión publicado por The Washington Post el 2 de abril se señaló a México como uno de los países con posturas neutras hacia Rusia, junto con China, Brasil, India o Sudáfrica. Todos estos países son parte de la alianza económica y política BRICS, con fuertes lazos comerciales y financieros con Rusia. Pero México carece de ellos; por el contrario, son casi nulos.

La relación económica de México y Rusia es menor, el país ni si quiera aparece en el Cuadro Resumen de la Balanza Comercial por País del Banco de México (Banxico). Y es que el comercio bilateral apenas representó el 0.16% del total mexicano en 2020, según datos de la Secretaría de Economía, y en gran medida porque México importa más de lo que exporta.

Si se compara la cantidad de exportaciones de México hacia Estados Unidos y Rusia, la diferencia es abismal, las exportaciones hacia el país americano representaron en 2020 el 81.21% del total, mientras que las rusas apenas el 0.10 por ciento.

Un patrón similar registra la Inversión Extranjera Directa (IED). Los flujos de capital ruso hacia México alcanzaron en los primeros tres trimestres de 2021, los 0.6 millones de dólares en contraste con los 12,305.9 millones de Estados Unidos. En otras palabras, la IED rusa ocupó el 0.003% del total recibido en este periodo, mientras que la estadounidense el 49.56 por ciento.

Entonces, para entender la postura mexicana, la economía no basta. Hay que mirar la política.

Las relaciones bilaterales de alto nivel entre Rusia y México son escasas, pero han crecido bajo la actual administración. Tres de los seis eventos diplomáticos más destacados con el Kremlin han sucedido en el gobierno de López Obrador.

En la era postsoviética, México sólo ha recibido a funcionarios rusos en dos ocasiones. En 2004 cuando Vicente Fox se reunió en Los Pinos con Vladímir Putin, y en 2020 cuando el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, visitó México. El diálogo entre jefes de Estado no volvió a reportarse hasta enero de 2021 con una conversación telefónica entre Putin y López Obrador, cuyo principal tema fue la Covid.

Fuera de ello, ha habido contactos en otras tantas ocasiones. La visita de Fox a Rusia en 2005, la gira del exsecretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, en 2017 y el viaje de Marcelo Ebrard a Moscú en 2021, que culminó con un acuerdo para que México produjera la vacuna Sputnik.

Entre los efectos secundarios que dejó la pandemia a nivel político en México, se encuentra el acercamiento del país con Rusia. La vacuna Sputnik V fue la base para que la relación creciera, a tal punto que hoy México va contra corriente y no sanciona ni denuncia las violaciones a los derechos humanos cometidas y registradas por el ejército ruso.

Lo que sobra en la ONU son organismos de todo tipo, pero cuando deberían aplicarse no lo hacen a tiempo ¿No pudieron, antes de que se desatara la guerra, convocar a las partes? ¿Qué hicieron? Nada”. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México.

Las contradicciones

A diferencia de otros países, México tardó en posicionarse con respecto a Rusia. El primero en hacerlo fue el canciller Marcelo Ebrard, quien condenó enérgicamente la invasión de Rusia a Ucrania.

“Demandamos que cesen las operaciones militares por parte de la Federación Rusa en territorio de Ucrania, que se respete su integridad territorial, que se proteja a su población civil”, dijo el 24 de febrero el secretario, cuyo conocimiento de los tiempos y efectos de la política exterior es mucho más amplio que los del Presidente. No obstante, desde entonces el canciller ha tenido que bajar el tono de sus declaraciones.

Y es que para López Obrador es mejor no definir la postura de México, o más bien, cimentarla en la neutralidad. El 1 de marzo el Presidente declaró que, si bien el país no está a favor de la invasión de un país hegemónico sobre otro, tampoco se tomarían represalias contra Rusia basándose en el principio de no intervención, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de las controversias.

“No consideramos que eso nos corresponda y pensamos que lo mejor es promover el diálogo para conseguir la paz”, agregó el mandatario. Sin embargo, el país tampoco ha tomado acciones claras para fomentar el diálogo entre Rusia y Ucrania, como sí lo hizo en las negociaciones entre el gobierno de Nicolás Maduro y Juan Guaidó.

Por el contrario, en la conferencia de prensa del 23 de marzo, el presidente rechazó convertirse en intermediario, contradiciendo al representante de México en Naciones Unidas, Juan Ramón de la Fuente. “No queremos ser protagonistas, ¿ofrecer nosotros intermediación? No. Para eso está Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad”, dijo el Presidente.

El gobierno fácilmente podría sostener otra postura y justificarla en base a sus propios parámetros. La invasión de Rusia es violatoria de los principios de autodeterminación de los pueblos y del uso de la amenaza y la violencia de un país sobre otro. Las imágenes de Bucha son ejemplo de las violaciones de derechos humanos. Mientras que retomando los principios de lucha por la paz y la seguridad nacional, y el de resolución pacífica de las controversias el país podría tomar un rol más activo. Todo se reduce a la voluntad del gobierno.

Pero el presidente ha criticado más a la ONU y el rol de las potencias extranjeras, que de lo que ha hablado de Ucrania. “¿Por qué no aceptar que esa guerra dejó al descubierto el fracaso de la política?”, dijo AMLO en la mañanera del 7 de abril y añadió “de todos, y yo creo que la ONU no hizo bien su trabajo”.

Incluso cuando se ha solicitado de manera directa su participación, el Presidente la ha rechazado, como cuando el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau le pidió participar en un evento el 9 de abril para recaudar fondos para los ucranianos que están llegando a México para solicitar asilo en Estados Unidos. Pero López Obrador rechazó la invitación, aunque prometió enviar un video explicando la postura de México.

El poco entendimiento e interés del Presidente por temas de política exterior y su visión ideológica y nacionalista del mundo ha producido una política sin definiciones, que pareciera estar más cerca de Rusia que de Occidente. Cómo olvidar que, durante la guerra, la sección juvenil de Morena manifestó su apoyo a Rusia o que consciente del contexto internacional, la Cámara de Diputados haya abierto el Grupo de Amistad México-Rusia, generando tensiones con el gobierno de Estados Unidos, que además acusó a Rusia de tener un centenar de espías en México.

#Rusofobia, la tristeza de un pueblo

Ahora bien, dentro de la neutralidad, López Obrador tiene un punto de razón al asegurar que la solución no está en aislar al Kremlin, porque sólo aleja al país de la comunidad internacional, entorpece las negociaciones y aumenta aún más las diferencias ya existentes.

En Rusia la tendencia #Rusofobia en Twitter se ha mantenido constante desde el comienzo de la invasión, y entre la población el sentir es de tristeza, irritación y enojo de que el mundo les haya dado la espalda, privado de sus estilos de vida y puesto prejuicios en su contra.

“No entiendo qué les hemos hecho nosotros. No somos malas personas”, comentó a quien esto escribe una joven en el mercado el pasado 1 de abril. En tanto que su padre argumentaba “ahora los rusos nos volveremos más fuertes, no los necesitamos”.

El gobierno ruso ya está empezando a construir planes para restructurarse sin la ayuda de Occidente, a través de la alianza con países “amigos”. El sistema de pagos rusos, por ejemplo, está volteando a UnionPay, el sistema chino, para poder reactivar las transferencias y pagos internacionales.

“Varios países, incluidos China, India, Brasil, México no bailarán al ritmo de Estados Unidos. Rusia todavía está lista para cooperar con aquellos que están listos para actuar sobre la base del respeto mutuo”, declaró el ministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov el 18 de marzo.

A tres años de gobierno aún sorprende el poco entendimiento que tiene la actual administración sobre política exterior, pues no alcanza a entender la magnitud ni los tiempos de sus acciones o pronunciamientos, muy a pesar de sus consejeros Ebrard y De la Fuente.

Con Rusia no existe una política exterior definida, sino una postura carente de fundamentos y voluntad, más apegada a una premisa nacionalista e ideológica, que a los principios constitucionales de política exterior.

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