Mirar al mundo arder

14 de Mayo de 2024

Mirar al mundo arder

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De acuerdo con la psicología política, hay quienes tienen una auténtica “necesidad de caos”, de acabar con el mundo y sus instituciones; la mayoría quiere reconstruir sobre las cenizas y escombros algo más valioso, pero unos pocos solo buscan destruir por destruir...

A mediados del siglo XX, en lo que ahora es Myanmar y entonces se llamaba Birmania, un grupo de ingleses estaba trabajando para el gobierno local, el primero después de que este país asiático dejara de ser colonia británica. El gobierno quería comprar la lealtad de los líderes tribales del área sobornándolos con piedras preciosas, pero sus envíos estaban siendo atacados en un bosque al norte de Rangún por un bandido.

Los ingleses pasaron seis meses buscando al bandido pero “nunca conocimos a nadie que hubiera negociado con él”, relata el señor Pennyworth, hasta que “un día vi a un niño jugando con un rubí del tamaño de una mandarina... El bandido los había estado tirando”.

La historia es inventada, aparece en la película The Dark Knight (llamada Batman, el caballero de la noche en Hispanoamérica) de Christopher Nolan. Alfred Pennyworth (Michael Caine) se la cuenta a Bruce Wayne (Christian Bale) para explicarle por qué no es posible entender cómo funciona la mente del recién aparecido Joker (Heath Ledger):

“Algunos hombres no buscan nada lógico, como dinero. No se les puede comprar ni intimidar; no se puede razonar ni negociar con ellos. Algunos hombres solo quieren mirar al mundo arder”.

Con un ligero cambio a “algunas personas sólo quieren mirar al mundo arder” la frase es el título de uno de los artículos en un número especial de la revista científica de mayor tradición en el mundo, Philosophical Transactions de la Royal Society, y lleva el subtítulo “La prevalencia, psicología y política de la necesidad de caos”; porque la gente que sólo quiere ver al mundo arder no es mera ficción, sino una parte integral y, demasiadas veces, protagónica de la sociedad.

La necesidad de caos

“Los observadores políticos y académicos están haciendo sonar las alarmas sobre la creciente polarización entre los partidos políticos, el surgimiento de movimientos y líderes populistas, la circulación de información falsa, las interacciones hostiles en las redes sociales y el aumento de los niveles de violencia política”, escriben los autores de la investigación, encabezados por Kevin Arceneaux, del departamento de ciencias políticas de la Temple University, en Filadelfia.

La premisa de Arceneaux y sus colegas es que “las personas forman actitudes políticas para atender necesidades psicológicas”; por lo cual a pesar de que no es una actitud común, existen múltiples vías que pueden llevar a las personas a querer ver arder el mundo.

De hecho, del 20% de las personas encuestadas que desean el caos, la mayoría imagina reconstruir las instituciones de la sociedad en una forma que no implique violencia, pero sí existen los que sólo buscan la destrucción.

“Investigaciones recientes muestran que algunas personas tienen un fuerte deseo de provocar el caos cuando se perciben marginadas por la sociedad. Estos individuos tienden a ver el caos como una forma de invertir la estructura de poder y ganar estatus social en el proceso”, escriben los investigadores.

Al analizar la necesidad del caos de acuerdo a la personalidad, se ha visto que se correlaciona fuertemente, pero es distinta, con rasgos de personalidad orientados al estatus, como la llamada “tríada oscura” formada por el maquiavelismo, la psicopatía y el narcisismo.

Este estudio, si bien tiene el título más atractivo, no es el más completo del número especial de las Philosophical Transactions dedicado a la psicología política, pues sólo hizo encuestas en Australia, Canadá, el Reino Unido y Estados Unidos.

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rasgos

de personalidad, como precaución, impulsividad y control emocional, se consideran en las mediciones estandarizadas.

La firma psicológica de la ideología

“Mucha gente conoce en sus comunidades a personas que se han radicalizado o adoptado puntos de vista políticos cada vez más extremos, ya sea de izquierda o de derecha. Queremos saber por qué ciertos individuos son más susceptibles” a radicalizarse, dice Leor Zmigrod, del Departamento de Psicología de la Universidad de Cambridge.

Para ello, en “Las correlaciones cognitiva y perceptual de las actitudes ideológicas: una aproximación basada en datos”, Zmigrod y sus colegas se basaron en los resultados de cientos de participantes que realizaron 37 tareas cognitivas diferentes y 22 encuestas de personalidad distintas, con lo que lograron mapear una firma psicológica subyacente para las personas que están predispuestas a tener actitudes sociales, políticas o religiosas extremas y que apoyan la violencia en nombre de la ideología.

“Los participantes dogmáticos fueron más lentos para acumular evidencia en las tareas de toma de decisiones aceleradas, pero también fueron los más impulsivos y estuvieron más dispuestos a asumir riesgos éticos”, explican los autores. La mente extremista es “más lenta en el procesamiento perceptivo y tiene una memoria de trabajo más débil”.

Esta combinación de rasgos puede dar como resultado “la tendencia
dogmática a descartar la evidencia prematuramente y también a resistir la actualización de nuevas creencias a la luz de nueva información”. En consecuencia, los individuos dogmáticos tomarían “decisiones impulsivas y basadas en evidencia procesada de manera imperfecta”.

En todas las ideologías investigadas, las personas que respaldaban la “acción extrema a favor del grupo”, incluida la violencia motivada ideológicamente contra otros, tenían un perfil psicológico “sorprendentemente coherente”; aunque los investigadores encontraron que sus resultados mostraban que cada una de las distintas ideologías “exhibía una firma cognitiva y de personalidad diferente”.

“Las dificultades sutiles con el procesamiento mental complejo pueden empujar inconscientemente a las personas hacia doctrinas extremas que proporcionan explicaciones más claras y definidas del mundo, haciéndolas susceptibles a formas tóxicas de ideologías dogmáticas y autoritarias”, dijo Zmigrod sobre los resultados de su investigación a la agencia de noticias de ciencia EurekAlert.

Zmigrod agregó: “Parece haber similitudes ocultas en las mentes de quienes están más dispuestos a tomar medidas extremas para apoyar sus doctrinas ideológicas. Comprender esto podría ayudarnos a apoyar a las personas vulnerables al extremismo y fomentar la comprensión social a pesar de las divisiones ideológicas”.

Tradicionalmente, los análisis de la radicalización política se han enfocado en información demográfica básica, como la edad, la raza y el género; al agregar evaluaciones cognitivas y de personalidad, este grupo de investigadores de psicología creó un modelo estadístico que es entre cuatro y 15 veces más poderoso para predecir visiones ideológicas del mundo que la demografía por sí sola.

Sin embargo, estas conclusiones fueron obtenidas con población de Estados Unidos y no necesariamente se aplican a otros países, aunque ofrecen un panorama muy interesante.

La radicalización se puede definir como una adicción a una ideología, una obsesión por un sistema de creencias acompañada por la pérdida de significado personal que puede

Ideología y cooperación o populismo

En la investigación “Ideología política, cooperación y parroquialismo nacional a través de 42 naciones”, Angelo Romano, del Departamento de Psicología Social, Económica y Organizacional de la Universidad de Leiden en Países Bajos, y su equipo analizaron las respuestas de 18,411 participantes de diversos países, entre los cuales está México.

Los autores descubrieron que en países como México, cuyas instituciones no son fuertes y que tienen alta prevalencia histórica de enfermedades infecciosas, la ideología política no es influyente, y señalan que en estos lugares es posible que las diferencias individuales, de personalidad, o factores contextuales tengan más influencia sobre cómo se comportan las personas ante los dilemas sociales.

Más iluminador, para nosotros, resulta el artículo “Incorporando la psicología política al estudio del populismo”, de Cristóbal Rovira Kaltwasser, de la Facultad de Ciencias Políticas e Historia de la Universidad Diego Portales en Chile.

›El autor destaca que “a pesar de los importantes avances en la investigación existente sobre el populismo, realizada por los politólogos, existe un vacío de investigación en el estudio de los factores psicológicos que influyen en el surgimiento y consolidación de las fuerzas populistas en todo el mundo”, y señala la necesidad de que los estudios no sólo se enfoquen en la oferta de este fenómeno (es decir, en los políticos populistas), sino en la demanda, las personas que votan por los populistas.

“La cosmovisión populista es de hecho un intento de dividir el mundo en ellos y nosotros que, hasta cierto punto, trasciende la clásica división izquierda-derecha”, señala el autor, y agrega que quienes creen en el conjunto de ideas populistas experimentan un rechazo hacia los partidos políticos dominantes, hacia lo “establecido”.

Esa “repulsión psicológica hacia los partidos políticos tradicionales puede ser movilizada por nuevos actores y fuerzas políticas que estén dispuestos a atacar simultáneamente a la élite corrupta y a defender al pueblo puro... una especie de identidad política anti-sistema puede ser creada y promovida por líderes populistas que se presentan a sí mismos como forasteros y terminan construyendo vehículos electorales personalistas para ganar el poder”.

El autor también explica que “cuando los actores populistas llegan al poder, necesitan invertir una cantidad importante de creatividad para seguir presentándose como figuras limpias que supuestamente luchan contra el sistema corrupto” y cuanto más tiempo están en el gobierno, más necesidad tienen de llamar la atención “sobre la supuesta existencia de fuerzas oscuras nacionales y/o internacionales que no permiten el gobierno de el pueblo puro”.

Epílogo contradictorio

Regresemos a la ficción con Bruce Wayne, quien en su penthouse de lujo en Nueva York le preguntó a su mayordomo inglés: “El bandido, en el bosque de Birmania, ¿lo atraparon?”.

Alfred Pennyworth: Sí.

Bruce Wayne: ¿Cómo?

Alfred Pennyworth: Quemamos el bosque.

En la realidad, después de su historia colonial, Myanmar se ha debatido entre los gobiernos democráticos y las dictaduras militares. Hace apenas un mes, tuvo un golpe de estado, pues los militares desconocieron el resultado de las elecciones democráticas...

Como ni siquiera en la ficción está tan claro quiénes son los hombres que sólo quieren mirar al mundo arder, y tampoco si son preferibles a quienes buscan algo “lógico” como el dinero o el poder, quedémonos sólo con la idea
de que la realidad es mucho más compleja de lo que cabe abordar en las explicaciones sencillas y polarizadas; así, al menos no caeremos en radicalismos y extremismos.

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