1.
El 30 de abril se cumplieron los primeros 100 días de la administración Trump y el caos, la controversia y el desconcierto de aliados y adversarios es lo que prevalece. “Gobernaré el país y el mundo”, declara desaforado, también quisiera ser Papa y quizás hasta quinceañera, pero el desorden arancelario y el desconcierto estratégico han dominado los escenarios, rompiendo las reglas del comercio internacional y afectando el orden internacional. La ONU y la Organización Mundial de Comercio están imposibilitadas para actuar frente a un gigante abusivo y Trump, sabedor de ello, ha impuesto unilateralmente aranceles a todo el mundo, enconando la guerra comercial con China, pero también golpeando a sus aliados tanto en América del Norte como en Europa y Asia. Ha sido la reacción del mercado lo que le obligó a recular en su ataque a Jerome Powell y la autonomía de la Reserva Federal así como relajar la tensión con China. Europa, por su parte, ha sido prudente y buscando evitar el choque comercial, ha planteado una oferta de negociación de cero aranceles.
2.
Ahora, los aranceles del tío Trump están presionando su economía, pues como anticipó la Reserva Federal, los mayores costos de bienes importados, que se consumen en gran medida en los Estados Unidos están subiendo de precio y la inflación está repuntando, lo que augura no sólo descontento interno sino también desaceleración y mayor riesgo de recesión. Tanto el FMI como el Banco Mundial, en el reciente Encuentro de Primavera, estimaron que el riesgo de recesión es mayor (un 40%) y el de desaceleración es evidente, pasando la perspectiva de crecimiento de la economía de los Estados Unidos hacia el 1.6%, de un 2.2% que se tenía anteriormente.
PUEDES LEER: Furia arancelaria
3.
En lo que respecta a la política exterior, tampoco Trump le ha atinado. Su oferta de paz para Ucrania entró en un impasse, tras la maltratada al presidente ucraniano Volodymir Zelensky y su coqueteo con el agresor ruso, Vladimir Putin, pues la paz no se ve tan cercana como había ofrecido. El tío Trump puso de rodillas a Ucrania, lo que ha hecho que los rusos se ceben en sus objetivos, lo cual, desde luego, no es aceptable para Europa, más consciente del riesgo de una mala paz en Ucrania. En la franja de Gaza, tampoco la injerencia estadounidense ha logrado la pacificación. Ya no se habla de un “resort” en la zona e Israel ha reanudado los bombardeos, manteniendo la tensión bélica en el Medio Oriente. Los rusos y chinos, como siempre, observan atentos cuánto se equivoca su enemigo estadounidense.
4.
En lo interno, la cruzada antimigrante tampoco ha tenido los resultados esperados; ni ha habido una oleada de detenciones y expulsiones de ilegales, por más que la propaganda quiera manejarlo así, y en cambio ha crecido el malestar por los reiterados abusos. Escala la confrontación con el Poder Judicial, con los mandatos de contención judicial a muchas de las 140 órdenes ejecutivas firmadas con frenesí dictatorial para castigar casi todo lo que se mueve: a los periodistas e intelectuales; a las universidades prestigiosas como Columbia, Cornell o Harvard; a los empleados del gobierno, despedidos por el tal DOGE de Elon Musk, quien disolvió el USAID pero también el Departamento de Educación y quizás el de Salud, obstruyendo el acceso a Medicare y Medicaid; ha intentado hacer lo mismo con la seguridad social y varios Estados de la Unión Americana le están demandando, por las afectaciones a las economías locales con el tema arancelario (California, Arizona, Ohio, Nuevo México y Washington, entre otros).
PUEDES LEER: Dinamitando el orden mundial
5.
Quizá lo que más refleja el saldo de los primeros 100 días de locura es la evaluación de su popularidad, la cual ha caído de casi 50% el día de la inauguración presidencial (20 de enero) a nivel de 40% en estos días. En encuesta de Reuters, ¾ de los entrevistados rechazaron a Trump para un tercer mandato no solo porque se lo impide la Constitución sino porque ya no lo quieren. Por donde se le vea, los primeros 100 días de Trump son un desastre y su gestión apunta a una catástrofe, como diría Almodóvar.