Oppenheimer y nosotros

11 de Mayo de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Oppenheimer y nosotros

juan antonio leclercq

Oppenheimer es sin lugar a dudas una obra cinematográfica monumental. La película más ambiciosa, y tal vez cumbre, en la filmografía de un artista que en sí se caracteriza por la complejidad y el alto nivel de ambición al momento de estructurar su visión personal a través del cine. A pesar de las diferencias con sus proyectos anteriores, en este caso el reto de aproximarse a la biografía de una figura tan compleja y polémica como Oppenheimer, muchas de las obsesiones cotidianas de Nolan están presentes: el contrapunto entre el personaje principal y su némesis; el flujo discontinuo de líneas temporales como elemento central de la narrativa; el cambio tecnológico y sus efectos; la culpa, el remordimiento y la responsabilidad moral ante la necesidad de tomar decisiones críticas inevitables.

Si bien Oppenheimer es una película histórica centrada en una de las figuras clave para entender el desarrollo del siglo XX, sería un error pensar que el objetivo del director se limita a presentarnos una dramatización en torno a la vida y tiempos de Oppenheimer. Estamos ante una biopic que toma el caso de Oppenheimer y sus dilemas morales para presentarnos una advertencia terrible y perturbadora sobre lo que ocurre en nuestros propios tiempos. La selección de la vida de Oppenheimer está lejos de ser casual.

El tema central es claro desde un principio: los seres humanos hemos desarrollado el conocimiento y los medios técnicos para provocar nuestra propia destrucción. El fresco que construye Nolan sobre el mundo marcado por las consecuencias de la era atómica, se convierte en un vehículo para reflexionar, para discutir nuestra responsabilidad, en torno a las diferentes trayectorias que encuentra la capacidad de los seres humanos para autodestruirnos: la emergencia de la inteligencia artificial, la devastación del mundo natural, la tentación de recurrir a la geoingeniería para contener la emergencia climática o la omnipresencia amenazadora de las armas de destrucción masiva.

Una de las preguntas centrales refiere a la responsabilidad de la comunidad científica ante las consecuencias no previstas y los efectos destructivos derivados del avance científico y tecnológico. La ciencia como vocación y profesión se orienta al objetivo de aumentar el conocimiento, pero los escenarios de destrucción relacionados con el desarrollo tecnológico y la negligencia política, difícilmente permiten separarse de una ética de la responsabilidad capaz de dar la cara ante la magnitud de sus consecuencias. Las reflexiones de Max Weber en torno al político y el científico, los dilemas convicción y la responsabilidad, adquieren una extraordinaria relevancia y actualidad.

Pero el mensaje no se limita a cuestionar al científico ensimismado en la admiración de sus logros, incapaz de entender los dilemas morales involucrados, señala con claridad a la negligencia política, la miopía burocrática y los intereses anidados que obstaculizan regular y contener los efectos negativos del desarrollo tecnológico. La metáfora del moderno Prometeo, punto articulador de la biografía de Oppenheimer, se metamorfosea ahora en un Ícaro que en forma reiterada quema sus propias alas y en un Sísifo burocrático que empuja decisiones hacia ningún lado. Advertencia que toma un nuevo sentido ante la celebración acrítica de la inteligencia artificial o de destino cuando observamos con indiferencia, negligencia o impotencia al mundo consumido por los incendios forestales que dejan tras de sí décadas de adicción a los hidrocarburos.

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