Cubrebocas y (des)gobierno

26 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Cubrebocas y (des)gobierno

js zolliker

El uso del cubrebocas médico fue registrado por primera vez, en París, en 1897. Con ello se contribuyó con la tendencia listeriana que buscaba disminuir las infecciones en pacientes sometidos a intervención quirúrgica, pues en ese entonces un muy alto porcentaje de curaciones y de cirugías terminaban en la tumba a causa de la sepsis. Así, unos años después de que se introdujera el calor por Ernst von Bergmann para esterilizar el instrumental, el Dr. Paul Berger nos presentó las mascarillas o cubrebocas.

Berger, médico cirujano y profesor, advirtió que a pesar de contar con todas las medidas de asepsia (limpieza y esterilización) disponibles en su tiempo, varios de sus pacientes desarrollaban supuraciones en las heridas y se percató que en todas las recientes intervenciones, le había asistido un ayudante que sufría de un absceso dental. Hipotetizó que la infección había “brincado” de la boca del médico a la herida abierta, contaminándola: “durante varios años me han preocupado las gotas de líquido proyectadas desde la boca del operador o sus asistentes y que pueden favorecer las infecciones que todavía se ven bajo condiciones de asepsia quirúrgica que aparentemente son satisfactorias”.

Su respuesta fue tan simple, como satisfactoria: impuso en la boca y nariz, una tela al personal sanitario en servicio (incluyéndose) para prevenir que cualquier persona enferma, pudiese contagiar al paciente al hablar, estornudar, toser o incluso respirar, en sus inmediaciones.

El cubrebocas transformó, pues, al mundo de la medicina y se ha estado utilizado por más de cien años como un muy eficiente equipo de protección a terceros.

Es cierto, usar un cubrebocas para autoprotección de la pandemia de la enfermedad

Covid-19, es poco útil (que no inútil) porque el virus se contagia cuando las gotículas de saliva y aerosoles de una persona infectada que se producen al toser, hablar, gritar, cantar y estornudar, “caen” en los ojos, boca o nariz de una persona sana.

Eso puede suceder con mayor frecuencia si no se guarda una distancia mínima de dos metros, especialmente en lugares cerrados y con poca ventilación, como elevadores, transporte público y cajeros automáticos (además de lugares donde se recicla el aire acondicionado).

Así que, para minimizar riesgos, ahora que volvamos a la calle, debemos entre otras cosas, usar un cubrebocas en todo momento y una careta (o goggles o lentes protectores) y sobretodo debemos considerar que todas las personas que te topes son potencialmente infecciosas y pueden contaminarte (por ejemplo, al contestar el teléfono celular) si ellos no usan un cubrebocas.

Demandemos a nuestros políticos que se obligue al uso generalizado de equipo de protección para terceros en la vía pública y que se dote gratuitamente del mismo, a personas que así lo necesiten. No tengas miedo. Que la gente que te rodea use un cubrebocas, es tu derecho.

Estamos a tiempo de prevenir miles de muertes. No es correcto que la gente se juegue la

vida

por ir a trabajar y generar. Tenemos una notable falta de autoridad y falta de mensajes coherentes del desgobierno de la “nueva normalidad-4T”.

Protegernos en manada es sencillo, inteligente, posible y es nuestra última oportunidad. No te calles. Exige. Actuemos por todos los demás. Por favor, cubrámonos la boca ahora para que después, no tengamos que cubrir de tierra a nadie más.