El uso del cubrebocas médico fue registrado por primera vez, en París, en 1897. Con ello se contribuyó con la tendencia listeriana que buscaba disminuir las infecciones en pacientes sometidos a intervención quirúrgica, pues en ese entonces un muy alto porcentaje de curaciones y de cirugías terminaban en la tumba a causa de la sepsis. Así, unos años después de que se introdujera el calor por Ernst von Bergmann para esterilizar el instrumental, el Dr. Paul Berger nos presentó las mascarillas o cubrebocas.
Berger, médico cirujano y profesor, advirtió que a pesar de contar con todas las medidas de asepsia (limpieza y esterilización) disponibles en su tiempo, varios de sus pacientes desarrollaban supuraciones en las heridas y se percató que en todas las recientes intervenciones, le había asistido un ayudante que sufría de un absceso dental. Hipotetizó que la infección había “brincado” de la boca del médico a la herida abierta, contaminándola: “durante varios años me han preocupado las gotas de líquido proyectadas desde la boca del operador o sus asistentes y que pueden favorecer las infecciones que todavía se ven bajo condiciones de asepsia quirúrgica que aparentemente son satisfactorias”.
Su respuesta fue tan simple, como satisfactoria: impuso en la boca y nariz, una tela al personal sanitario en servicio (incluyéndose) para prevenir que cualquier persona enferma, pudiese contagiar al paciente al hablar, estornudar, toser o incluso respirar, en sus inmediaciones.
El cubrebocas transformó, pues, al mundo de la medicina y se ha estado utilizado por más de cien años como un muy eficiente equipo de protección a terceros.
Es cierto, usar un cubrebocas para autoprotección de la pandemia de la enfermedad
Covid-19, es poco útil (que no inútil) porque el virus se contagia cuando las gotículas de saliva y aerosoles de una persona infectada que se producen al toser, hablar, gritar, cantar y estornudar, “caen” en los ojos, boca o nariz de una persona sana.
Eso puede suceder con mayor frecuencia si no se guarda una distancia mínima de dos metros, especialmente en lugares cerrados y con poca ventilación, como elevadores, transporte público y cajeros automáticos (además de lugares donde se recicla el aire acondicionado).
Así que, para minimizar riesgos, ahora que volvamos a la calle, debemos entre otras cosas, usar un cubrebocas en todo momento y una careta (o goggles o lentes protectores) y sobretodo debemos considerar que todas las personas que te topes son potencialmente infecciosas y pueden contaminarte (por ejemplo, al contestar el teléfono celular) si ellos no usan un cubrebocas.
Demandemos a nuestros políticos que se obligue al uso generalizado de equipo de protección para terceros en la vía pública y que se dote gratuitamente del mismo, a personas que así lo necesiten. No tengas miedo. Que la gente que te rodea use un cubrebocas, es tu derecho.
Estamos a tiempo de prevenir miles de muertes. No es correcto que la gente se juegue la
vida
por ir a trabajar y generar. Tenemos una notable falta de autoridad y falta de mensajes coherentes del desgobierno de la “nueva normalidad-4T”.
Protegernos en manada es sencillo, inteligente, posible y es nuestra última oportunidad. No te calles. Exige. Actuemos por todos los demás. Por favor, cubrámonos la boca ahora para que después, no tengamos que cubrir de tierra a nadie más.