¿Extrañas la emoción de las primeras veces? ¿Te gustaría volver a experimentar la pasión que al principio tuviste con tu pareja? ¿El sabor de la vida, con el tiempo, empieza a ser insípido? ¿Te aburres con facilidad? ¿Sientes que te falta adrenalina? Si respondiste que sí a la mayoría, eres parte de la generación que vive “el amor líquido”.
Zygmunt Bauman, sociólogo de gran prestigio, usa el término “líquido” para definir a las personas y sus comportamientos, a las empresas, los gobiernos y para hablar del amor.
La teoría del “Amor líquido” expone el tema de las relaciones fugaces y frágiles, que entran en el contexto de una modernidad líquida, capitalista y de tendencia consumista. Bauman asegura que todo lo consumimos: cosas, alimentos, personas y emociones. Estamos rodeados de mensajes que nos invitan a adquirir objetos y experiencias que disminuyan nuestra ansiedad. Nuestros comportamientos y todas las relaciones que entablamos son líquidas, ya sea en el plano laboral, social o amoroso. La emoción que nos brinda lo que compramos, nos dura el tiempo que tardamos en quitarle la envoltura y sacarlo de la caja. “Hemos perdido las estructuras fijadas. Vivimos una realidad líquida, ya no hay patrones y estructuras que podamos seguir, que nos den seguridad en nuestras vidas y a la hora de tomar decisiones. Al haber perdido las bases que nos ayudaban en el pasado, todo se vuelve flexible y líquido para adaptarse a un mundo donde todo está cambiando a gran velocidad” comenta Zygmunt Bauman.
Las consecuencias de vivir en la “liquidez” se ven reflejadas en nuestra identidad, que es lo último a lo que podemos arraigarnos porque también se vuelve líquida. “La identidad de muchas personas “modernas” puede parecer muy marcada desde fuera, pero desde dentro es bastante frágil”. ¿Por qué nuestra identidad pierde estabilidad? Porque se tiene que adaptar y moldear a la sociedad, a los estratos sociales y a las instituciones. Todo, hoy en día, es versátil, cambiante y voluble. Esto abre un vacío infinito en nosotros.
Esta tendencia está presente en las marcas y en los objetos de consumo. Nos volvemos fáciles de manipular y dependientes de lo que hay afuera (gente y objetos). Este comportamiento nace y se crea a partir del miedo, de la ansiedad que producen los pensamientos negativos y del rechazo. Es por eso que muchas personas no pasan del inicio de una relación, para “protegerse” ante la posibilidad del abandono o porque sólo buscan la pasión (intensidad emocional) que se vive al principio de una relación.
El autoestima también se vuelve líquida porque nuestra seguridad se basa en lo externo. Tenemos miedo al compromiso porque no nos sentimos capaces ni merecedores de una relación seria. Es triste reconocerlo, nuestra autoestima se vuelve consumidora de objetos con la ilusa creencia de que lo material nos hará dejar de sentir el vacío. El problema es que el resultado siempre es igual: nada nos satisface y eso nos condena a querer más. Todo lo que no llene ese vacío, ya sea una persona o un objeto, tiene que ser desechado en cuanto antes. Los vínculos que formamos se ven terriblemente afectados. Ya no queremos un hogar para toda la vida, ni una pareja para siempre, ni un trabajo indefinido. Nuestra vida se ha vuelto “líquida”. Nos da pánico quedarnos solos pero también tememos perder la libertad. Creemos que sólo nuestra individualidad nos salvará de atarnos a algo o a alguien. Ejemplo de esto: Hay personas que por Internet compran un kit para realizarse una inseminación artificial casera; la pareja deja de ser necesaria.
“En lo que al amor se refiere, la posesión, el poder, la fusión y el desencanto son los cuatro jinetes del Apocalipsis”. “Con nuestro culto a la satisfacción inmediata, hemos perdido la capacidad de esperar”.
Zygmunt Bauman