Autoflagelación olímpica

5 de Mayo de 2024

Mauricio Gonzalez Lara

Autoflagelación olímpica

MAURICIO

› Creer que ganar es una simple cuestión de voluntad es una mentira cruel; una idea peligrosa que no sólo genera altos niveles de ansiedad existencial.

Los Juegos Olímpicos de Río han terminado. El saldo para México dista de ser satisfactorio: cinco medallas (tres de plata y dos de bronce). México, una nación con 122.3 millones de habitantes y una superficie de 1,964,375 km² de territorio, ocupó apenas la posición 61 del medallero olímpico.

Como sucede cada cuatro años, las reacciones fueron del lamento moderado al llanto histérico. Los críticos más mezquinos caracterizaron a los atletas como unos mediocres incapaces de dar el esfuerzo extra necesario para obtener el triunfo. “No tienen la mentalidad para salir de la mediocridad, son unos perdedores”, le escuché decir a varios analistas con una altanería ganadora que envidiaría el mismo Gordon Gekko, el tiburón financiero interpretado por Michael Douglas en Wall Street.

“Triunfador”, “mediocre”, “éxito”, “fracaso”. El dañó que la filosofía motivacional nos ha hecho es incuantificable. A diferencia de los cientos de gurús de autoyuda y management que figuran en las librerías, no tengo ni la más remota idea de lo que debe hacer una persona para ser exitosa.

Ni siquiera cuento con una idea palmaria de lo que significa el éxito (lo que seguramente me hace un perdedor, ni modo). Lo que sí tengo claro es que la victoria y la derrota rara vez dependen totalmente del valor personal o las posibilidades factibles de triunfo. El grado de desarrollo de una sociedad descansa en buena medida en su grado de movilidad social; es decir, en construir una “meritocracia” que premie el esfuerzo con una posición económica desahogada. La meritocracia, empero, es un ideal a alcanzar. Incluso la nación más justa carece de un sistema que garantice que el trabajo y la inteligencia son elementos suficientes para obtener el estatus deseado. En países como México -donde la movilidad social depende más del código postal en que se nació que del esfuerzo realizado-, el uso de conceptos como “actitud” y “mediocridad” no pasa de ser una broma de mal gusto. Creer que ganar es una simple cuestión de voluntad es una mentira cruel; una idea peligrosa que no sólo genera altos niveles de ansiedad existencial en el individuo, sino que también lo coloca en un estadio perpetuo de culpa y autoflagelación. El grueso de las historias de “éxito” mexicanas no está compuesto por soñadores que empezaron desde abajo, sino por mirreyes que nacieron en condiciones de privilegio y se asumen de manera risible como “emprendedores”. Para el ciudadano común y corriente, las posibilidades de escapar de la circunstancia en la que se nace se antojan remotas. Bajo este contexto, los atletas mexicanos que lograron calificar para competir en las Olimpiadas son admirables. Basta con revisar sus currículums para certificar que buena parte de ellos son jóvenes de clase media baja que han sacrificado casi todo para representar con dignidad a su país. ¿Qué decir de los atletas que lograron conseguir una medalla? Héroes totales. Basta ya de confundirse con eso de la carencia de “mentalidad” como factor responsable del “fracaso”, lo que hace falta son recursos y equidad. Todo lo demás son chaquetas mentales.

@mauroforever

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