Gioconda Belli, mon amour

13 de Mayo de 2024

Diana Loyola

Gioconda Belli, mon amour

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He descubierto la poesía honesta y maravillosa de Gioconda Belli. No dudo que quienes la conozcan me darán la razón de que es un placer absoluto leerla. Esta semana me he dedicado a explorar sus poemas y puedo decir que fue un regalo del universo, un parteaguas, un nuevo comienzo. Su manera de acercarse al cuerpo, al deseo, al ser mujer entera, de piel, sensaciones y emociones, me tiene embelesada, asombrada, agradecida. Más la leo más enamorada me siento de la vida, de mi cuerpo, del hecho de ser y existir como mujer tan vulnerable como irredenta.

Mi intención no es hacer un ensayo sobre su obra, lo que quiero es compartirles lo que me ha nutrido estos días de manera tan profunda y sincera.

Cada poema tiene versos que me hacen eco, que puedo sentir míos, que brillan y transportan. Sus letras son magia y a la vez tierra y agua. Tanto me invitan a soñar, a volar, como a mirar con ojos claros, aterrizados y conscientes. Es generosa y voluptuosa al escribir.

Voy a citar a Milagros Rivera hablando de Gioconda: “Escribía versos que decían:

Y Dios me hizo mujer de pelo largo/ Ojos, nariz y boca de mujer/ Con curvas y pliegues y suaves hondonadas/ Me levanto orgullosa todas las mañanas y bendigo mi sexo.

Una mujer que se atrevía a hablar de vientres y humedades, pero no sólo, también de Revoluciones (…)”.

Su escritura es la celebración de ser mujer. Su voz llega y desde un lenguaje cercano, cotidiano, nos cambia y enriquece el corazón.

Para muestra, les dejo este enlace del poema “No me arrepiento de nada”, el video es de baja calidad pero los invito a cerrar los ojos y disfrutar de la lectura sublime en voz de la misma Gioconda: https://youtu.be/tCusP7SFpD0

También descubrí la risa en sus poemas, una maravillosa autoaceptación y la sensualidad del propio reconocimiento:

De noche, la esposa aclara.

No. No tengo las piernas de la Cindy Crawford. No me he pasado la vida en pasarelas, desfiles de modas, tostada bajo las luces de los fotógrafos. Mis piernas son anchas ya llegando a la cadera, y a pesar de mis múltiples intentos por ponerme trajes aeróbicos y tirarme en el suelo a sudar, no logro que pierdan esa tendencia a ensancharse, como pilares que necesitaran jugoso sustento.

No. No tengo la cintura de la Cindy Crawford ni ese vientre perfecto, liso y ligeramente cóncavo, con el ombligo deslumbrante en el centro. Alguna vez lo tuve. Alguna vez presumí de esa región de mi anatomía. Fue antes de que naciera Camilo, antes de que el decidiera apresurarse a nacer y decidiera entrar al mundo de pie; antes de que la cesárea me dejara cicatriz.

No. No tengo los brazos de la Cindy Crawford tostados, torneados, cada músculo fortalecido con el ejercicio indicado, las pesas delicadamente balanceadas. Mis brazos delgados no han desarrollado más musculatura que la necesaria para marcar estas teclas, cargar a mis hijos, cepillarme el pelo, gesticular discutiendo sobre el futuro, abrazar a los amigos.

No. No tengo los pechos de la Cindy Crawford, anchos, redondos, copa B o C. Los míos nunca han sido muy lucidores en los escotes, aún cuando mi madre me aseguraba -madre al fin- que los pechos, así separados, eran los pechos griegos de la Venus de Milo.

¡Ah! Y la cara, la cara de la Cindy Crawford, ni se diga. Ese lunar en la comisura de la boca, las facciones tan en orden, los ojos grandes, el arco de las cejas, la nariz delicada. Mi cara, por la costumbre, ha terminado por gustarme: los ojos de elefante, la nariz con sus ventanas de par en par, la boca respetable, después de todo sensual. Se salva el conjunto con la ayuda del pelo. En este departamento sí puedo aventajar a la Cindy Crawford. No sé si esto pueda servirte de consuelo.

Por último y como la más pesada evidencia, no tengo el trasero de la Cindy Crawford: pequeño, redondo, cada mitad exquisitamente delineada. El mío es tenazmente grande, ancho, ánfora o tinaja, usted escoja. No hay manera de ocultarlo y lo más que puedo es no tenerle vergüenza, sacarle provecho para leer cómodamente sentada o ser escritora.

Pero decime: ¿Cuántas veces has tenido a la Cindy Crawford a tus pies? ¿Cuántas veces te ha ofrecido, como yo, ternura en la mañana, besos en la nuca mientras dormís, cosquillas, risas, el sorbete en la cama, un poema de pronto, la idea para una ventura, las premoniciones? ¿Qué experiencias te podría contar la Cindy Crawford que, remotamente, pudieran compararse con las mías, qué revoluciones, conspiraciones, hechos históricos, tiene ella en su haber? Modestia aparte:¿Será su cuerpo tan perfecto capaz de los desaforos del mío, brioso, gentil, conocedor de noches sin mañana, de mañanas sin noche, sabio explorador de todos los rincones de tu geografía?

Pensalo bien. Evaluá lo que te ofrezco. Cerrá esa revista y vení a la cama.

¿No es excepcional?, Gioconda, Gioconda Belli, la mujer cuya escritura (poesía y prosa) celebra, vive y goza su feminidad. ¡Gracias!.

¡Hasta la próxima!.

@didiloyola

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