La maldición Me’phaa[i]

13 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

La maldición Me’phaa[i]

Suspenso2

Para los que aún no me conocen, permítanme contarles de mí: soy programador y una buena parte de mi vida transcurre en línea. Por eso me llamó poderosamente la atención que ayer, tocara a mi puerta un hombre enjuto y arrugado, tuerto de un ojo y extrañamente ataviado, que dijo ser mensajero y que me traía una carta manuscrita. ¿Por qué no usan el correo electrónico?, le pregunté. Se encogió de hombros y me dejó la misiva apenas le firme de recibido. Esto decía:

“Tú no sabes quien soy, pero yo sí sé todo de ti. Por favor lee con detenimiento todo lo que aquí plasmo, que es asunto de vida o muerte.”

A diferencia de muchas otras historias que habrás escuchado, la de mi desgracia comenzó aún antes de que yo hubiese nacido, con una maldición que un indígena Me’phaa le tiró a mi abuelo al desalojarlos de un predio que pertenecía a la fábrica de químicos Corso S.A., para la cual él era apoderado legal.

Sé de esto con la certeza con la que te lo cuento, porque mi abuelo lo escribió en su diario, mismo que hallé en un cuarto privado que no aparece en los planos de la hacienda que habito, al cual se accede por un armario. Debo aclarar que ese lugar, en el que ahora me refugio casi todo el tiempo, lo encontré cuando de niño estaba jugando a las escondidillas con mis primos y me recargué sobre el fondo del guardarropa, que cedió a la presión que mi cuerpo le ejerció.

Me contaron hace mucho tiempo, que el padre de mi madre, era un hombre dedicado y muy inteligente, y no por nada, a su corta edad de 36 años, el negocio de la hacienda iba viento en popa, la fábrica de químicos rebozaba en sus arcas y él, había logrado ya, amasar una buena fortuna.

Además, era un hombre metódico, porque aunque no lo conocí nunca, se puede observar esa característica en todas sus anotaciones, que rayan incluso en lo obsesivo, pues nada pasaba por alto: la raya de los obreros, la cantidad de lluvia por día, a qué hora se ponía el sol, cuánto le costaba a la cocinera hacer cada pieza de pan, por poner unos ejemplos. Por eso no extraña que tuviera anotada la maldición de la que fue objeto, con todo lujo de detalle:

“Y el viejo líder Sidronio —cuando la policía lo obligó a levantarse del tronco en el que estaba sentado— me miró por única vez, y en voz fuerte y ronca, me dijo:

Ag̱a jago̱ raunchála.̱ mam̱búúnꞌ =lo̱ mu̱phaa̱ ꞌ̱ dxa ̱́ꞌan naꞌnii̱ rí maḵhaṉ̃úú mbáá xaḇu̱ guꞌjuáá Xúꞌkhui̱mámúrí nathayáa̱ khambaa̱ nuthi rí ikhaa tsúꞌkhui ̱ ndaꞌyoo rí maḵhaṉ̃úú mbáá xaḇu̱ tsú xtayáá; tod e’di ”

Siendo mi abuelo un hombre de leyes y con una biblioteca tan amplia, no hizo el más mínimo caso de la maldición, pues la consideró —al igual que toda religión— un mito más, una tontería de los creyentes de supersticiones y supercherías. “En su ignorancia, llevan la penitencia, pues son subyugados por sus creencias para que teman a sus líderes”, escribió.

Desgraciadamente, mi abuelo murió a los pocos días. Un accidente. En su automóvil nuevo. Se estampó de lleno contra el enorme árbol que se encuentra a la entrada de la hacienda, donde termina la vieja carretera que va al pueblo. Quedó mal herido. Lo atendió el médico pero no pudo hacer nada por él. Estuvo convaleciente por tres días hasta que finalmente, expiró en un día como hoy, en su cumpleaños, el 27 de octubre, pero de 1939, ciento veinte horas exactas antes de que se abra la puerta del abismo en el día de muertos.

Al leer su diario, por las fechas, me percaté que la víspera de su muerte, estuvo escribiendo frenéticamente, aunque algunas cosas, simplemente parecían incoherentes, quizás causadas por el traumatismo en la cabeza que sufrió.

Gracias a todo el tiempo que me he dedicado al estudio —por la fortuna que heredé, no he tenido que trabajar casi nada— después de muchos años, creo que he logrado descifrar las palabras de la maldición Me’phaa. Dice algo así: “Marrano que llevas boca de cuchara tendrás fin te comerán los zopilotes, causarás que personas de tu casa mueran. Así también si lo ves en el camino dirán que ese también estará percibiendo que morirá y cada uno de sus familiares en luna grande; toda tu sangre”

Fue hasta ese momento, cuando lo descifré hace apenas unos días, que me decidí a escribirte, pues estoy muy cierto ya del peligro inminente. Ahora que lo he descubierto, me ha hecho sentido gran parte de lo que mi abuelo anotó tan fervientemente en su diario horas antes de morir. Una porción —la más importante, me parece— te la reproduzco aquí:

“A quien esto lea, Me llamo (ilegible) y esto fue lo que sucedió cuando salí de la nueva (ilegible) construcción de (ilegible). Conduje mi auto (ilegible) como siempre, pero me sorprendió la noche con una fuerte y extraña neblina. Al tomar la carretera que conduce a (ilegible) me sorprendió que el indígena Sidronio estaba parado a medio camino (ilegible) saliendo justo de la curva. Le vi el rostro claramente. No pude frenar, lo reconozco (ilegible). De haberlo hecho habría perdido el control del auto por la inercia y la velocidad (ilegible). Era él o yo. Estoy seguro que lo maté. Escuché el golpe seco. Cuando me detuve, no vi su cuerpo. Supuse que había salido volando al arcén (ilegible, parece un rezo, pero lo dudo porque como dije, era ateo). Decidí seguir a la hacienda para llamar por teléfono al (ilegible) del pueblo. Entonces miré al asiento trasero por el retrovisor y… ¡allí estaba el Sidronio mirándome con sus ojos completamente negros! Colisioné a los metros. Aquí me encuentro. Mortalmente herido. El médico se limita a revisarme en silencio mientras observo los ojos llorosos de mi mujer. Sé que no me queda mucho más tiempo (ilegible). Dejo constancia para ti y que Dios se apiade de nuestras almas”.

Lo más extraño de todo fue, que después de que murió, al tercer día exacto, falleció su madre y tres días después, pereció su padre en el día de todos los santos. Me dijo mi nana que eso probaba la maldición: siempre se va la gente de tres en tres. Luego, a los exactos 19 años después, murieron en el mismo orden, su esposa y su único hermano. Y exactamente 19 años después, murieron mi madre, y sus dos hermanos. Y 19 años después, murieron mis tres hermanos mayores. Hasta donde es de mi conocimiento, mi esposa, mi hija y yo, somos los últimos familiares directos.

Al respecto, caben destacar dos cosas: la primera es que todos han muerto en circunstancias extrañas y sus muertes han sido violentas; desde la patada de un caballo a mi abuela, hasta aplastado por un contenedor de un tráiler, mi hermano más grande. Siempre han mencionado que han visto al viejo Sidronio alguna vez en su vida. Adicionalmente y de forma por demás extraña, cuando mueren tiempo después, hay testigos que mencionan que en los accidentes, siempre se presenta un hombre de rasgos indígenas para mirar los cuerpos apenas les da la convulsión fatídica del último aliento.

La segunda cosa notable, es que cada 19 años, se renueva el calendario lunar. Es decir, cada 19 años hay luna llena en el mismo día 27 de octubre y ahora en el 2015, tengo el fundado temor de creer que mi tiempo ha llegado, pues yo mismo vi al que creo que era el Sidronio, merodeando el cadáver de mi hermana que fue la segunda en perecer. Es un hombre sumamente delgado, arrugado, moreno y tiene un solo ojo negro.

Si lees estas líneas, será porque mis sospechas fueron correctas; he instruido a mi abogado en hacerte llegar estas líneas sólo en caso necesario. Debo decirte que en todos estos años, no me ha dado tiempo de encontrar una solución. Pero por eso mismo te escribo. Según mis cálculos, tú eres pariente lejano nuestro, por lo que es altamente probable que tu y dos miembros de tu familia, sigan esta historia de tragedia escrita aún antes de nuestro nacimiento. Heredarás no una buena fortuna, pero dinero suficiente para no tener que perder el tiempo. Por favor, no lo hagas. Cada minuto es esencial. Recuerda que tus días están contados.> Terminé de leer la carta. Al principio me lo tomé a broma hasta que hace rato revisé mi cuenta bancaria y me encontré con un depósito de 6.66 millones de pesos. Mierda. [i] Nota del editor: Los Me’phaa, son una etnia indígena de México, también conocida como Tlapanecos.

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