La vaquita marina, ni zombie ni condenada

13 de Mayo de 2024

La vaquita marina, ni zombie ni condenada

México ha salvado a especies que han estado a un paso de la extinción, como el elefante marino o el lobo fino. Sin embargo, las autoridades ambientales han perdido interés por la conservación

Algunos biólogos la han llamado especie zombie, porque, dicen, “está muerta pero no lo sabe aún”; es una forma, más dramática, de decir que está condenada a la extinción y que ya no vale la pena hacer esfuerzos para salvarla.

Por su parte, algunos políticos creen que salvarla implica perjudicar a los pescadores de la zona y que, por tanto, tampoco hay que seguirlo intentando.

Lo cierto es que vale la pena intentar salvar a la vaquita marina (Phocena sinus) incluso si ya no es posible lograrlo; ya que el esfuerzo traería beneficios para todos los pobladores del Alto Golfo y el delta del Río Colorado, desde los otros animales hasta los seres humanos e, incluso, para muchos que no viven ahí.

Un buche de totoaba para la salud

A diferencia de otras especies marinas en peligro de extinción a causa de la pesca ilegal, a la vaquita marina nadie la pesca; aunque quizá deberíamos decir “nadie la caza”, porque no se trata de un pez, sino de una marsopa, un mamífero marino, similar a los delfines.

La vaquita marina está en peligro por la forma como se pesca a un pez llamado totoaba (Totoaba macdonaldi), que habita en la misma zona y desova en el delta del Colorado. Aunque la totoaba se sirve en algunos restaurantes, no es su carne lo que la hace tan preciada, sino su vejiga natatoria o buche.

Este interés nació debido a la similitud que hay entre la totoaba y la corbina amarilla gigante (Bahaba taipingensis) que habita en los mares de China, donde comer su vejiga natatoria, se cree, predispone a la buena fortuna y la salud.

Con la llegada de las embarcaciones con motor, en la década de los 50, los pescadores chinos acabaron con las corvinas de sus mares y la totoaba, o más bien su buche, pasó a ser su sustituto.

El problema es que las redes agalleras o de enmalle que se utilizan para pescar a la totoaba atrapan también a las vaquitas y a otras especies, incluyendo a las ballenas.

Por eso, y porque la pesca inmoderada de totoaba también puso a esta especie en peligro de extinción, desde 1975 el gobierno mexicano declaró una veda indefinida y la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por su sigla en inglés) prohíbe su comercio salvo en casos de excepción.

›Además, desde 2015, la administración de Peña Nieto empezó a dar compensaciones a los pescadores para que no perdieran ingresos por no pescar totoaba a razón 600 millones de pesos al año.

Pero de nada han servido estas medidas, las redes agalleras han seguido en el agua, la totoaba se sigue pescando y vendiendo a un precio por kilo superior al que tiene la cocaína y, como resultado, la población de vaquita ha ido disminuyendo; de 550 ejemplares que se calculaban en 1997, el número de individuos cayó hasta 22.

No somos zombies, somos vaquitas sanas

Si una especie está representada por una población pequeña, se dice que está condenada a la extinción, pero para Lorenzo Rojas Bracho, presidente del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita Marina (Cirva) esto es sólo un pretexto, por lo que parafraseando a Michael Soulé, el padre de la biología de la conservación, asegura que “no hay especies perdidas, sino casos caros y gente pesimista”.

Rojas también tiene evidencia biológica para demostrar que las poblaciones pequeñas, incluida la de la vaquita, se pueden recuperar y que al creer lo contrario “las condenas de antemano a la extinción”.

El peligro para una población pequeña es la endogamia o cruza entre parientes cercanos, que, por un lado, aumenta las posibilidades de que se presenten enfermedades congénitas y, por otro, no provee a la población de suficiente variabilidad genética para enfrentar nuevas enfermedades externas.

Pero si una población no tiene genes peligrosos, la endogamia no representa problema alguno. Ese es el caso de la vaquita marina.

En América son famosos los casos de la marmota de la isla de Vancouver (Marmota vancouverensis), cuya recuperación partió de una población de unas 30 especies en 2003 y alcanzó 300 ejemplares en 2012, y el del cóndor californiano (Gymnogyps californianus), que llegó a tener 22 ejemplares en cautiverio hacia 1987 y para 2017, la población alcanzó 470 ejemplares, 290 de ellos libres y en estado salvaje.

1950 año en que iniciaron los esfuerzos de conservación en el Alto Golfo de California y el Delta del Río Colorado.

2,400 millones de pesos es lo que se ha dado en compensaciones a pescadores por no pescar totoaba con redes agalleras.

Pero hay casos más extremos. Uno de ellos es el del caballo de przewalski (Equus ferus przewalskii), del que llegaron a existir 13 ejemplares o el robin de Nueva Zelanda (Petroica australis), del que quedaban dos.

En 2006, Rojas reportó a partir de un examen del ADN mitocondrial de 40 vaquitas, que éstas tienen muy poca diversidad genética y así están bien.

Por los especímenes que han recuperado saben que “son animales sanos, nada indica que tengan problemas por la endogamia, tienen los estómagos llenos de alimento, se reproducen, nada la condena a la extinción”, apunta Rojas.

Entonces, ¿qué ha fallado?

La crisis que se está viviendo actualmente se desencadenó porque al inicio de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador se suspendieron los pagos a los pescadores y esto hizo que salieran al mar con redes agalleras, más, incluso, de lo que ya estaban haciéndolo. Ya se reanudaron los pagos, pero la gobernanza se perdió.

“Este gobierno está heredando el problema”, dice Rodrigo Medellín, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM.

“Las autoridades pesqueras mexicanas nunca han sido favorables de la conservación de nada, tortugas, vaquitas, delfines... nada, no les interesa la conservación. Entonces nunca hicieron su chamba, que era diseñar artes de pesca alternativas para sustituir la redes agalleras”, comenta Lorenzo Rojas.

Medellín es más específico en lo que se refiere a los últimos años, cuando en total se dieron dos mil 400 millones de pesos, y afirma que “la culpa es de Pablo Arenas”, quien ha sido director del Instituto Nacional de Pesca desde 2015 y que fue ratificado por el nuevo gobierno a principios de diciembre de 2018.

“Son animales sanos, nada indica que tengan problemas por la endogamia, tienen los estómagos llenos de alimento, se reproducen, las crías están sanas, nada las condena a la extinción”. Lorenzo Rojas Bracho, investigador de Cirva

Medellín explica que Arenas tenía la encomienda de desarrollar la pesca alternativa para reducir el uso de las ilegales redes agalleras, pero ha sucedido todo lo contrario; si en 2016 el programa interinstitucional para el retiro de redes confiscó 120 redes ilegales, para 2018 fueron 700.

“Si nomás les das dinero a los pescadores o los cazadores sin acordar con ellos una tarea, es un incentivo perverso, no alcanzas la meta que quieres, sino la contraria. Se les debió dar el dinero para que hicieran artes de pesca alternativas, participaran en vigilancia, en el retiro de redes”, como no se hizo así el dinero sirvió para comprar redes agalleras, comenta Rojas.

Los expertos coinciden en que el dinero no ha llegado a donde debe estar, a las manos de pescadores, sólo llegó a ciertos líderes pesqueros, “quienes lo repartieron como quisieron, a sus familiares y amigos, aunque no fueran pescadores.

No sólo la vaquita está en riesgo

En estos días, no sólo la vaquita está en peligro; hay otras especies mexicanas en riesgo. México ha firmado compromisos por la protección de la vaquita en instancias internacionales, por lo que nos exponemos a tres sanciones principales.

En CITES “estamos al borde de un proceso que se llama comercio significativo, esto quiere decir que se le cierra a México el comercio de todas las especies registradas en los apéndices de CITES, y tenemos muchas especies en esa lista que están beneficiando a mucha gente que se podría quedar sin ingresos”, explica Medellín, quien cita algunos ejemplos.

Con sólo dos borregos cimarrones (Ovis canadensis) que cazan los seris, de una población de alrededor de 600, se le dan cientos de miles de dólares a las autoridades” del pueblo.

La cera de candelilla proviene de la planta Euphorbia antisiphilitica, que crece sobre todo en el desierto de Chihuahua, “es parte de todos los maquillajes que se venden en el mundo, desde los polvos hasta los lápices labiales”, lo cual, evidentemente beneficia a muchas comunidades que se quedarían sin ese ingreso. “Como esos, hay muchos otros ejemplos”.

La zona del Alto Golfo ha sido declarada, primordialmente por la existencia de la vaquita, Patrimonio Natural de la Humanidad de la Unesco. Evidentemente, si desaparece la vaquita se eliminaría esta distinción.

Además de la pérdida de prestigio nacional, esto implicaría pérdidas económicas por la falta de turismo.

El tercer problema es que Estados Unidos ya avisó que, de no detenerse la destrucción del ecosistema, nos van a embargar todo el camarón que se pesque en el Golfo de California.

Una salida

La gran frustración del problema de la vaquita marina es que la salida lleva muchos años a la vista y se han hecho planes para alcanzarla, pero no se han llevado a cabo.

Es cosa de hacer efectivas las prohibiciones, reforzar la vigilancia, repartir bien y con metas claras los incentivos.

›México lo ha logrado en otras ocasiones. Por ejemplo, en la península de Baja California, con el elefante marino que fue declarado extinto en 1884. En 1912 se encontraron ocho animales en la Isla de Guadalupe. Los investigadores de la época inexplicablemente mataron a siete de ellos para tener especímenes. Se especula que había una población escondida en la zona de entre 10 y 100 ejemplares, pues a partir de que, 10 años después, México decidiera proteger a este mamífero marino, sus números han crecido y se calcula que hay 126 mil ejemplares.

Un casi idéntico es el del lobo fino (Arctocephalus townsendi), de la misma isla, pues la población era solamente de 10 individuos.

Además, “México es famoso por desarrollar técnicas de pesca alternativas... es un problema de ignorancia, el gobierno no ha entendido el riesgo que corremos”, dice Medellín, quien para hacer presión y crear consciencia está armando una reunión multilateral con especialistas en conservación, peces y mamíferos marinos que tendrá lugar en Colombo, Sri Lanka, en la reunión de la COP20 a finales de mayo.

“Sí hay formas de salvar a la vaquitas como la hubo de salvar al hurón de patas negras, al lobo fino y al elefante marino”, concluye Medellín.

Ejemplos de especies recuperadas a partir de poblaciones pequeñas

Caballo de przewalski (Equus ferus przewalskii), de Mongolia y del que llegó a haber 13 ejemplares.

Venado o ciervo del padre David (Elaphurus davidianus), de China, se recuperó de sólo 10 ejemplares en cautiverio.

Ualabí liebre rojizo (Lagorchestes hirsutus) de Australia, la población actual proviene de siete individuos.

El robin de Nueva Zelandia (Petroica australis) es el caso extremo, pues llegó a haber solo dos ejemplares.

Vaquita marina (Phocena sinus) de México, según el último cálculo quedan entre 6 y 22 ejemplares. Puede recuperarse.

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