El Cisen ya desapareció

14 de Mayo de 2024

María Idalia Gómez
María Idalia Gómez

El Cisen ya desapareció

maria idalia gomez

En enero de 1994 había estallado el movimiento zapatista en Chiapas, y en Los Pinos el presidente Carlos Salinas de Gortari no sólo estaba molesto, sino rabioso. Había ordenado al Ejército entrar a la entidad, tomar el control de San Cristóbal hasta Ocosingo y llegar hasta el corazón del zapatismo y si se resistían, destruir al grupo subversivo que le había declarado la guerra a su gobierno.

Era la decisión en un hombre que había diseñado su presidencia con base en la inteligencia, pero que esta vez no respondía a ello, sino a la furia causada porque lo que debiera ser su gran victoria ante la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, se convertía en una derrota política y social, que en poco tiempo haría eco a nivel internacional.

A la residencia oficial llegó el entonces director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), Fernando del Villar. Fue el único que atajó al presidente. No cualquiera se hubiera atrevido entonces. Salinas ostentaba aún el gran poder presidencial. Por eso, sólo un hombre de Estado, que gozara del respeto y reconocimiento del mandatario podría, en ese momento, hablarle de forma clara y directa.

Los informes que entonces tenía el Cisen, que no quiso escuchar Salinas casi un año atrás, mostraban que los zapatistas no tenían ni buenas armas ni suficientes, mucho menos parque para disparar. Los campesinos e indígenas alimentaban sus pertrechos de robos a rancherías y policías; así como algunas armas viejas, caseras y otras compradas baratas a grupos provenientes de Centroamérica, donde habían sido utilizados años atrás por las guerrillas. El Centro había logrado tal nivel de investigación, que casi casi tenían inventariadas esas armas y quiénes las tenían.

Del Villar y su hombre de mayor confianza, Wilfrido Robledo, sabían que los zapatistas no eran un peligro militar real. Era un grupo que debía ser contenido y atendido jurídicamente para solucionar el conflicto. Salinas no pensaba igual, le habían declarado la guerra al gobierno, violando con ello la ley, y eso permitía lanzar en su contra una ofensiva armada.

En medio de un ambiente muy tenso, el director del Cisen se dirigió a Salinas y le dijo que no recomendaba esa ofensiva militar, que sería contraproducente y luego de algunas palabras más le preguntó directo sobre cómo quería pasar a la historia, como un estadista o que le llamaran asesino.

La actitud del presidente cambió. Para que pudiera dar paso al diálogo había que echarle la culpa a alguien. Del Villar se ofreció a ser sacrificado políticamente, como el hombre que supuestamente se equivocó al no informarle oportunamente al mandatario, y dejó el Centro.

Durante muchos años esa historia se repitió como el claro ejemplo de la falla de un órgano vital para el Estado. En realidad, como suele ocurrir, el poder político no había escuchado y por ello no se resolvió a tiempo el conflicto.

El siguiente presidente, Ernesto Zedillo, comprendió la importancia de esa institución, la apoyó y eso le permitió atender y hasta resolver problemas de seguridad gravísimos que enfrentó su administración. En ese tiempo comenzó su proceso de consolidación como un órgano de Estado, y se hubiera logrado si no hubiera llegado el gobierno de Vicente Fox, que lo frenó.

Los panistas y después este gobierno no sólo debilitaron al Cisen, sino que lo convirtieron en una oficina encuestadora y de análisis de poca monta. Muchos de sus mejores cuadros ya se retiraron o simplemente renunciaron, otros más tratan de hacer un trabajo de excelencia, pero sortean demasiados problemas.

Así que después de empeñarse en tres sexenios lograron desaparecer al Cisen de la toma de decisiones trascendentales para el país. Andrés Manuel López Obrador ha insistido que lo desaparecerá, en realidad le dará la estocada final a algo ya desaparecido.

Sin embargo, eso no significa que deje de existir una oficina con visión de Estado, diseñada para atender, desde la inteligencia, la agenda de riesgos, y no para el espionaje político. Para que lo logre López Obrador necesitará de los mejores hombres y mujeres, con una auténtica visión de Estado, con experiencia, respeto y reconocimiento real. Que no sólo rediseñe la institución, sino que la blinde de las ocurrencias, de las decisiones políticas y sexenales. Tiene la oportunidad de generar un nuevo paradigma desde la inteligencia para combatir la inseguridad y al mismo tiempo pacificar al país.

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