Dilemas del cambio climático

1 de Mayo de 2024

Luis M Cruz
Luis M Cruz

Dilemas del cambio climático

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1.

Un paseo dominical por el monumental Cárcamo de Dolores en el bosque de Chapultepec trajo a colación el impacto que los humanos solemos tener sobre el medio ambiente y el espacio que habitamos. Hace 500 años, al arribar los españoles en 1519, la cuenca del Valle de México era un sistema lacustre con ciudades ribereñas y la Gran Tenochtitlán asentada en los islotes del lago más bajo, el de Texcoco. Los otros lagos eran el de Zumpango, el de Chalco, el de Xaltocan y el de Xochimilco; este último fue dividido mediante un albarradón o bordo para regular la afluencia de las aguas a lo que después fue el Lago de México.

2.

Lo cierto es que la cuenca, a decir de los historiadores, era espectacular, un sistema de lagunas en las que la población, bastante menor que la actual –se estimaba en 300 mil personas— obtenía alimentos y agua para satisfacer sus necesidades. Hoy, poco de eso existe, la acción humana destruyó el valle y la región más transparente y a cambio existe una macrourbe sobre concreto y asfalto de 21.5 millones de habitantes con un uso y aprovechamiento del agua más que cuestionable, sin mencionar los problemas de movilidad, abasto y calidad de vida que se padecen. Sobra decir que el clima cambió drásticamente en esos 500 años.

3.

En consecuencia, el valle dejó de ser autosuficiente. Se desecaron los lagos, se entubaron los ríos, las aguas pluviales se expulsan de la cuenca mediante gigantescos colectores y túneles profundos y el agua que requerimos es traída de las cuencas del Río Lerma y el Cutzamala mediante prodigiosas obras de ingeniería hidráulica que confluyen, precisamente, en el sistema de acopio del cual el Cárcamo de Dolores es testimonio monumental y plástico en la obra de Diego Rivera ahí custodiada, el gran Tláloc y el mural El origen de la Vida, que no deja de recordarnos lo frágil que esta puede ser.

4.

Algo así ha sucedido por todas partes. Hace 500 años, la población mundial era de unos 500 millones de personas y hoy ronda siete mil 500 millones, con la consecuente presión sobre todo tipo de satisfactores. Ello hace que cada día se consuma más petróleo y carbón y se deforesten más hectáreas de bosques y selvas para cultivar o pastorear alimentos. El efecto es una emisión creciente de gases de efecto invernadero, entre ellos el bióxido de carbono y el metano, provenientes de la industria y la agricultura, indispensables para la vida moderna en las enormes ciudades en las que vivimos, desde Kinshasa, en Zaire, hasta Nueva York, Londres o la Ciudad de México. El cambio climático es evidente, en los últimos 500 años los humanos hemos cambiado el planeta y afectado sus ciclos y sistemas de una manera determinante.

5.

El problema es abordado en la Cumbre del Clima convocada por la ONU; los escépticos niegan el calentamiento, frente a los apocalípticos para quienes el fin está próximo, con un sesgo prohibicionista al uso y consumo de plásticos, combustibles fósiles, maderas y hasta alimentos cárnicos que requieren mucha agua, cereales y forrajes para producirse. La solución, según previene el enconado discurso de la activista sueca Greta Thunberg y el propio Antonio Guterres, secretario general de la ONU, no significa ignorar las posturas, sino hacer uso de la ciencia y la tecnología para actuar cuando aún puede hacerse algo incentivando el uso sostenible de los recursos mediante energías renovables como la hidráulica, solar, eólica y geotérmica, y propiciar mecanismos de reposición de suelos y bosques que la propia agricultura provee mediante acciones como, es justo es reconocerlo, el programa Sembrando Vida del gobierno mexicano para cultivar un millón de hectáreas con árboles frutales y maderables capaces de capturar ingentes cantidades de carbono, caso contrario de la indignante deforestación de la Amazonia.

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