¿Dónde está el liderazgo empresarial mexicano?

13 de Mayo de 2024

Mauricio Gonzalez Lara

¿Dónde está el liderazgo empresarial mexicano?

mauricio gonzalez lara

Nadie que desee cambiar al mundo significativamente puede hacerlo sin la colaboración estrecha de la comunidad empresarial. La corporación se ha convertido en la institución más poderosa del mundo posmoderno, como lo fue el Estado en el siglo XX, o la iglesia en la Edad Media. Así lo entienden los principales superempresarios del orbe, quienes mitigaron el impacto del anuncio de la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático al anunciar que sus compañías continuarían bajo el entendido de mantener los parámetros y metas establecidos en el tratado. Para bien y para mal, las políticas públicas han dejado de ser patrimonio del Estado y ahora deben ser consensuadas con una serie de grupos de interés, donde destacan, desde luego, las corporaciones. Algunos analistas tienden a confundirse con esto, y malinterpretan liderazgo empresarial con la búsqueda de posiciones políticas de poder. Donald Trump, un magnate devenido en presidente, dista de representar al empresariado; por el contrario, con la salvedad de algunos hombres de negocios ligados a, digamos, la industria de carbono, cuesta trabajo pensar en iconos de negocios que abiertamente se pronuncien por el hombre naranja. Los pocos CEO´s que lo intentaron en un inicio -Bob Iger (Disney) y Elon Musk (Tesla), por mencionar dos de los ejemplos más prominentes- retiraron su apoyo una vez que Trump retiró su apoyo al Acuerdo de París. Los líderes empresariales de México, en cambio, viven todavía en la era industrial. Les gusta, claro, repetir hasta el cansancio una serie de lugares comunes que confunden con un discurso de cambio (necesidad de reformas estructurales, estímulos de la banca, flexibilidad fiscal), pero a la hora de proponer iniciativas de vanguardia que contribuyan a la generación de riqueza general, brillan por su ausencia. El grueso de la comunidad ejecutiva descalifica casi por reflejo cualquier proyecto que cuestione sus decisiones -o sugiera condiciones equitativas de competencia- como un retroceso absurdo, sin reparar que el libre mercado requiere de un claro marco de regulación para garantizar su propia libertad. La tendencia de algunos grupos de izquierda consistente en categorizar a los hombres de negocios mexicanos como poco más que un grupo de ambiciosos explotadores es una dinámica injusta y reduccionista, pero no del todo infundada. Es tiempo de que la clase empresarial mexicana se vea en el espejo y detecte sus carencias. ¿Cuántas veces vemos, por ejemplo, pronunciamientos de líderes empresariales contra compañías involucradas en casos de corrupción? Casi nunca. ¿Qué tan en serio se toma la banca el apoyo a la Pequeña y la Mediana Empresa (PYMES) en forma de créditos que verdaderamente contribuyan al avance nacional? Poco o nada. ¿Programas que involucren a la comunidad empresarial en la resolución de los problemas principales de México, como el combate a la pobreza? Seamos serios, por favor. No se trata de suplantar al gobierno como rector de políticas públicas o en administrativas; se trata, eso sí, de aceptar que el papel de la empresa ha cambiado radicalmente en la globalización, y que es un error no asumir ese potencial para corresponsabilizarse del estado que hoy guarda el mundo. Es hora de ponerse a trabajar, y la mejor manera de hacerlo es siendo socialmente responsables de una manera genuina e integral, no con una intención cosmética. La transformación integral de la sociedad pasa por el protagonismo y la altura de miras de nuestros empresarios. No entenderlo así es no comprender el tiempo que nos tocó vivir.

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