Pero qué necesidad

13 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Pero qué necesidad

En su oficina le avisaron a toda la planta laboral, que se mudarían de Bosques de las Lomas, en la Miguel Hidalgo, a la Condesa, en la Cuauhtémoc. Está más de moda y queremos captar más clientes jóvenes, les dijeron. En un principio, consideró que tenía mucha suerte por la coincidencia de fechas: su contrato de renta estaba por vencer y mejor mudarse cerca de la nueva oficina porque menos tiempo en el tráfico en esta Ciudad de México, podría transformarse en mejor calidad de vida. Craso error.

Apenas se cambió a sus nuevos rumbos, muy rápidamente se percató de lo fácil que es acostumbrarse a una mejor vida y de lo difícil que es retroceder un par de los pasos ya ganados. Sin duda, se había acostumbrado prontamente a lo bien manejada que está la Delegación Miguel Hidalgo. ¿Baches? Una llamada y en pocos días, resuelto. ¿Que unos vándalos pintarrajearon una esvástica en su barda? Un tweet y en menos de veinticuatro horas el ofensivo símbolo nazi estaba borrado. La limpieza, la recuperación de los espacios públicos, la contención del ambulantaje, los parquímetros, todo lo que vivía en su cotidianeidad había mejorado notablemente y en poco tiempo. Hasta se les hizo partícipes a los ciudadanos interesados, en la transparencia y en la rendición de cuentas.

¡Qué diferente ahora en su nueva delegación! En menos de un mes, la calle que a diario recorre se ha llenado de ambulantaje. Nada peor para un vegetariano, que tener que ir esquivando a los comensales de puestos de asquerosas carnitas, tostadas de pata y garnachas que terminan tirando su grasa y desperdicios en el drenaje público. Espacios que debieran ser totalmente ciudadanos, ahora son invadidos por lo menos una vez a la semana por tianguis. Cuando reclama a la delegación, le dicen que es una tradición de incluso de antes de la conquista (como los sacrificios rituales de vírgenes a las que les sacaban el corazón con obsidiana, les responde). Las esquinas, están llenas de basura. La gente decide que ahí botan sus desperdicios porque pueden. Porque no hay consecuencias. Porque se respira la impunidad. Eso sin decir que las ramas de los árboles se caen a pedazos y cuando piden que las retiren para evitar accidentes, le responden que es culpa de la CFE y sus cableados y que ellos debieran recoger los cadavéricos troncos. Ya lo han asaltado como bienvenida y total, quien se jode son los que ahí viven, los que no son parte de la red clientelar de la delegación. Esos que no cambian su voto por un puesto que se roba la luz y que pasa una diaria cuota en efectivo a sepa quién para sepa qué…

Eso es lo más complicado de todo. Aceptarlo. Ver que cuando caes un par de escalones por mudarte a unos cuantos kilómetros de distancia, se resiente el sentón ¿Por qué la delegada Xóchitl Gálvez si puede luchar contra la impunidad? ¿Por qué ella si puede señalar la corrupción? ¿Por qué, en la Miguel Hidalgo, se arreglan cosas que en ninguna otra delegación? Ella, es visible, se ha puesto del lado ciudadano y eso le ha ganado respeto. Pero no de quienes detentan el poder. Antes de salir a la calle rumbo a su trabajo, escucha en la radio que en la Asamblea de la Ciudad, a Xóchitl la han bloqueado. No le darán recursos. Ni un maldito peso, en clara señal de venganza por su señalamientos. ¿Cómo ayudarla?

Sabe de cierto que donde ahora vive, su nueva delegación, estará flamante en presupuesto para lo que sea, menos para el habitante promedio que sí paga impuestos y no recibe mochilas ni despensas a cambio de votos. Triste, decepcionado, sale a la calle. El sol le pega de frente. En el puesto de periódicos observa que casi todas las portadas se dedican a la anticipada muerte de Juan Gabriel. Recuerda que una de sus más famosas canciones dice “Pero qué necesidad, para qué tanto problema…” Y eso mismo se cuestiona él. ¿Para qué demonios se mudó? ¿Ganó algo en calidad de vida? No. Definitivamente estaba mejor antes.

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