El Presidente en su derrota

13 de Mayo de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

El Presidente en su derrota

Juan Antonio Le Clercq

El Presidente enfrenta su derrota política definitiva. No es que en los últimos años no se haya visto sacudido por todo tipo de escándalos y cuestionamientos, si algo ha tenido esta administración es una capacidad infinita para crearse problemas. Pero esta vez es diferente, la pérdida de credibilidad se acumula; políticamente está aislado y sin margen de maniobra para tomar decisiones; repudiado por amplios sectores de la población y con señales que hablan de fracturas al interior de su propio partido.

En pocos días han sido cuestionados los criterios que rigen la conducción económica; ha quedado en evidencia la débil cohesión del gabinete, los legisladores y los gobernadores priistas al momento de implementar decisiones impopulares; los bloques y saqueos hacen dudar de la capacidad de las autoridades para garantizar la gobernabilidad; el nombramiento de Videgaray en la Cancillería reafirma un modelo que premia la lealtad y el amiguismo por encima de la capacidad; y a pesar del dispendio público en comunicación social y la cargada de funcionarios explicando la racionalidad del gasolinazo, el discurso gubernamental ni comunica ni convence.

Nada desnuda el colapso de la capacidad de acción e interlocución de esta administración, como el manejo político de la crisis política y social que hemos vivido en las últimas semanas. Luego de la entrada en vigor del alza a las gasolinas y en el marco de protestas sociales y el estado de psicosis generado por los saqueos a comercios, el Presidente ofrece un mensaje a la Nación hasta el 4 de enero donde anuncia cambios de gabinete, afirma compartir el enojo ciudadano y reitera, una y otra vez, que las medidas tomadas son tan dolorosas como necesarias. Mensaje que no sirve para calmar los ánimos y un día después vuelve a aparecer en cadena nacional, esta vez grabado y apoyado en el teleprompter, para repetir la dolorosa necesidad de las medidas, acusar a los gobiernos anteriores y sabotear su mensaje con la ocurrencia de preguntar a los mexicanos “¿Qué Hubieran hecho ustedes?”.

Pero lo peor estaba todavía por venir, ante la implementación desaseada de una medida tan impopular, frente a los cuestionamientos de especialistas ante la conducción de las finanzas públicas y luego de que varios días de saqueos eficientemente coordinados agudizaran las críticas del sector privado y la ciudadanía, el Gobierno presenta un programa tan retrógrado como improvisado, que en cuestión de horas es bautizado en redes sociales como el “ADEFECIO”.

El gobierno nos ha regresado a tiempos y formas del siglo pasado. Las imágenes y discursos que pudimos presenciar resultaban tan rancias y acartonadas, que nadie podría sentirse sorprendido si de pronto hubieran aparecido Arsenio Farell Cubillas y Fidel Velázquez a escena. Pero no es sólo el formato lo que es grotesco, el contenido consiste en un conjunto de buenos deseos, medidas genéricas y pocas metas medibles y verificables, como bien señala COPARMEX. Hay compromisos que en muchos sentidos retratan de cuerpo entero la visión política del sexenio. Nuestras autoridades se comprometen a combatir la corrupción, ¿implica esto que asumen a la corrupción como un derecho adquirido al que renuncian con la firma del Acuerdo? Nos prometen un ejercicio responsable y austero (otra vez) del presupuesto, ¿asumen esto como una graciosa concesión y no como su obligación?

La operación política para la firma del Acuerdo fue igualmente deficiente. Cuando te juegas lo que queda de capital político convocando a un acuerdo nacional, es indispensable que todos los actores relevantes respalden y firmen el documento. Si una de las principales organizaciones empresariales rechaza públicamente formas y contenido y la CONAGO decide no suscribirlo, entonces, y a pesar de que los más leales te llamen estadista, no tienes fuerza política y la convocatoria a crear un acuerdo nacional para enfrentar la crisis resulta letra muerta.

A falta de dos años para terminar el sexenio, en medio de una profunda crisis política, económica y social, y frente a la amenaza que viene del Norte, el Presidente se convierte aceleradamente en un lastre para el país y para su propio partido. Y esta debilidad y descrédito absolutos de la figura presidencial no son una buena noticia cuando se requieren liderazgo y visión política para enfrentar un contexto marcado por una profunda incertidumbre. @ja_leclercq Profesor-Investigador del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, UDLAP

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