Nuevos criminales

13 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Nuevos criminales

js zolliker

Es una aplicación espectacular para los teléfonos celulares porque convierte a cada uno que la tenga instalada en una bocina conectada a una “red privada”. Entonces, en las fiestas, cada invitado sostiene su teléfono en la mano mientras baila o platica y la app envía a cada zona un diferente sonido o nota. Así, si alguien va caminando entre la gente, se sentirá dentro del más sofisticado equipo surround que se haya conocido jamás.

Los jóvenes son invitados a las fiestas tal y como lo manda el último recurso tecnológico. Están interesados en ir, no sólo para ser parte de un grupo, sino para probar lo más nuevo en experiencias sensoriales que les ofrecen las aplicaciones. Se ponen de acuerdo por chat y mensajes en redes sociales y se arman fiestas masivas en muy poco tiempo. ¿Quién organiza? ¡No importa! ¿Dónde son? ¡En cualquier lado! Terrenos, jardines, carpas, mansiones vacías, etcétera. ¿Cuestan? Sí, pero te dan de beber hasta que salgas a gatas. ¿Con quién vas, hija? Van todos mis amigos de la escuela. ¿Podemos llevar a Quique, y su papá nos trae de regreso?

La aplicación de música es lo último de lo último. Porque además de sus cualidades sonoras, sirve como red social para conocer gente. Todos los conectados pueden ver quiénes son los otros conectados. Quién entra al grupo de esa fiesta y quién se desconecta. ¿Te gustó una chica o chico que estaba cerca? No te abochornes yendo a saludar: mira su perfil, copia su número de teléfono y escríbele. Si le interesas, te contesta, pero si no, pues ya habrá otra fiesta. Benditos tiempos modernos, ¿no?

Definitivamente, la tecnología lo hace todo más fácil. Absolutamente, todo. Y de eso se han dado cuenta diversas bandas del crimen organizado y le están sacando un magnífico provecho: se enteran dónde es la siguiente fiesta, se visten relativamente bien, llevan carros compactos y se estacionan a una cuadra, en fila. No demasiado lejos, para conectarse a la aplicación musical. Y desde ahí revisan y eligen a sus víctimas. Porque uno de los defectos (nada es perfecto), es que el móvil se queda sin batería en unas horas (problemas menores, piensan algunos) y estos desgraciados saben que es el momento de actuar. Hoy, van por el hijo de un banquero, la hija de un médico cirujano, el primogénito de un director de películas, el consentido de un empresario y por la princesa de un reconocido constructor.

Cuando se desconectan sus víctimas ya saben qué apariencia tienen (fotos del perfil que usan principalmente para “ligar”), cuál es su teléfono y que se les acabó la pila o van saliendo de la fiesta. Saben que por lo general, cuando está por terminar la batería salen de la app, se alejan un poco del ruido, marcan a sus padres para comentar el inconveniente y les piden que pasen por ellos en un rato. Luego regresan a la fiesta, se vuelven a conectar, y se quedan así hasta que el celular muere. Entonces deciden que es tiempo de esperar a que pasen por ellos. Algunos salen de la fiesta para que sus padres no vean “la peda”, mientras algunos se quedan dentro.

Sea como sea, es el momento en que los criminales actúan. Si los ven salir, por ejemplo el valet parking o alguien dentro, les avisa a los delincuentes con un mensaje. Entonces encienden el coche y se presentan ante ellos: “¿Diego? Soy tu conductor de Uber. Tu mamá/papá/abuelos me pidieron que pasara por ti porque no pueden venir y te estabas quedando sin batería”. Los chavales se sienten agradecidos de largarse de inmediato y, en especial, de que sus padres no los vean borrachos. Se suben contentos al coche y sin oponer resistencia alguna y sin crear escándalos que lleven a la gente a identificarlos.

¿Y ustedes, papás, saben qué aplicaciones usan sus hijos? ¿Revisan la configuración de seguridad? ¿Saben si comparten sus fotos y números con extraños? ¿O ustedes no hacen nada con la excusa de que “no comprendo ya de esas cosas”? ¿Saben sus hijos el riesgo que corren de compartir sus datos abiertamente? Cuidado, que quien se electrocuta no es por culpa de la electricidad, sino porque no sabía de las consecuencias de meter los dedos en el enchufe.

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