Aprender las lecciones

18 de Mayo de 2024

Aprender las lecciones

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Hace 100 años, el contexto histórico nacional y mundial eclipsó las enseñanzas que dejó la pandemia de “gripe española”; hoy se corre el riesgo de caer en el mismo error

Las pandemias no sólo dislocan las economías, trastornan los sistemas de salud y destruyen la convivencia social, también son históricamente inoportunas.

La “gripe española” de 1918-1919, llamada la madre de todas las pandemias porque acabó con la vida de al menos 50 millones de personas en el mundo, detonó cambios positivos para la humanidad, como el surgimiento de las primeras redes públicas de atención médica, el florecimiento de los Estados de bienestar y la incursión de las mujeres en el mercado laboral.

Sin embargo, la devastadora emergencia sanitaria tuvo el mal tino de coincidir con el fin de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), contexto en el que la redefinición de fronteras, la desconfianza multilateral y la censura ejercida por algunos gobiernos —que optaron por ocultar detalles de la pandemia, entre otras razones para no dar muestras de debilidad— terminó por eclipsar las lecciones aprendidas a base de sufrimiento.

El historiador médico Mark Honigsbaum, autor del libro The Pandemic Century. One hundred years of panic hysteria and hubris (El siglo pandémico. Cien años de histeria, pánico y arrogancia) afirma que, pese a los estragos que causó la “gripe española”, este acontecimiento permanece olvidado por los encargados de hacer políticas públicas en el planeta.

Antes de la irrupción de la Covid-19, poco se reflexionó sobre cómo hizo la humanidad hace un siglo para volver a la normalidad, perder el miedo a convivir con los demás y no sucumbir ante la ansiedad.

Incluso en el año centenario de la pandemia (2018) no encontrarás monumentos conmemorativos de la gripe española y pocos cementerios que destaquen el sacrificio de médicos y enfermeras”, escribió el investigador británico en un artículo para The Guardian.

En el caso de México, la “gripe española” —un gentilicio mal utilizado, pues la epidemia no se originó en España, pero se le adjudicó porque fue el único país que se mantuvo neutral durante el conflicto bélico y dio más cobertura informativa a la emergencia— sobrevino en un contexto de enfrentamiento entre grupos regionales; carrancistas, villistas, zapatistas y demás grupos rebeldes y contrarrevolucionarios se peleaban el territorio .

La disputa por el poder, la destrucción de campos y la toma de vías férreas no sólo hicieron más difícil el manejo de la pandemia, sino que postergaron tareas de política pública que hoy parecen elementales: diseñar un esquema de salud pública, atacar las comorbilidades de la población o instaurar la vigilancia epidemiológica.

Como lo reseña Octavio Gómez-Dantés, experto en sistemas de salud del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), tal como ocurre hoy en día, en 1918 también predominó la improvisación y la ignorancia.

Al principio de la pandemia, “el doctor José María Rodríguez, jefe del Departamento de Salubridad Pública, señaló que los casos detectados no eran graves y que la altura de la Ciudad de México acabaría con el microbio responsable de la gripe española”, escribió Gómez-Dantés en un artículo publicado en septiembre pasado en la revista Salud Pública en México.

Y continúa con un relato que raya en la superstición: “Un vocal de ese mismo departamento, Francisco Valenzuela, influido por las teorías miasmáticas, achacó la epidemia a la tala inmoderada de árboles que expuso a la Ciudad de México a vientos que traían polvo con agentes morbosos que producían el estado febril. Por esa razón, se mandó plantar una cortina de árboles alrededor del lago de Texcoco”.

Al final, las ocurrencias, la falta de preparación y el complejo entorno político y social tuvo para México un costo de entre 300 mil y 500 mil muertes a causa del contagio del virus AH1N1.

Un siglo después, la pandemia de Covid-19 vuelve a ser históricamente impertinente, pues acontece cuando México se halla inmerso en un proceso político en el que la ciencia se desdeña —el presidente Andrés Manuel López Obrador asegura inmunizarse con estampillas religiosas y tréboles de cuatro hojas—, los funcionarios del gobierno federal deben mostrar “lealtad ciega” antes que capacidad técnica y en el que se aprecia más al pasado que hacia los retos del futuro.

En las albores del año 2021, cuando se torna indispensable un liderazgo que conduzca al país hacia la recuperación económica, el fortalecimiento del sistema de salud, la creación de empleos, el rescate de la confianza en el contacto humano, la protección de los sectores vulnerables, el fomento a la inversión y demás medidas que permitan superar el “estrés postraumático” que dejará el annus horribilis, el gobierno mexicano opta por mirar por el retrovisor.

El pasado 30 de septiembre, cuando el país se enfilaba hacia una segunda ola de contagios y muertes por el nuevo coronavirus, el gobierno federal declaró a 2021 como el Año de la Independencia y la Grandeza de México.

Mientras en otras latitudes se reflexiona sobre el futuro de la educación a distancia, el teletrabajo, la revalorización de las relaciones personales, la responsabilidad individual frente a la estructura del Estado, la protección del medio ambiente y el sacrificio de las libertades en aras de la supervivencia, en México nos trasladamos al siglo XIV.

El gobierno tiene todo un plan de celebraciones para conmemorar los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán, los 500 del fin del periodo prehispánico y los 200 años de la consumación de la Independencia.

Vamos a exponer la grandeza de México en lo artístico, en lo cultural; habrán exposiciones de códices, de piezas arqueológicas, de pintura, mucha música, los desfiles del 16 y 27 de septiembre tendrán la representación de ejércitos de países hermanos”, decribió el presidente López Obrador, quien destacó que la celebración incluirá como uno de los actos principales el perdón por los abusos cometidos contra los pueblos originarios durante la invasión colonial.

Aún es dificíl saber si para febrero, cuando arrancarán los rituales, estarán dadas las condiciones sanitarias para eventos masivos, como desfiles y festivales. Pero aunque así fuera, ¿el humor social es propicio para una fiesta retrospectiva? ¿Es el mejor momento de hablar de arqueología cuando la pobreza, el desempleo y la inseguridad se encaminan a máximos históricos? ¿No sería más pertinente un pacto nacional para la recuperación de la economía? ¿Es prudente invitar a un gran convite, cuando la mitad de la población no termina de superar los estragos que el coronavirus dejó en su salud mental?

›Tecleo “2021” en el buscador de Google con la esperanza de encontrar alguna señal que me aliente a desear un próspero Año Nuevo a mis contactos. Las primeras referencias muestran que el próximo será el Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible y el Año de la Paz y la Confianza, por decreto de Naciones Unidas. En la agenda hay al menos 25 acontecimientos de relevancia, entre ellos la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, los Juegos Olímpicos de Tokio y la primera misión espacial tripulada por parte de India.

En el plano nacional, al buscar “México+2021”, predominan las notas sobre los pobres escenarios para México en materia de crecimiento económico e inversión. El calendario lo dominan las elecciones para renovar la Cámara de Diputados y 15 gubernaturas. Me pregunto si alguno de los candidatos, además de regalar despensas y ofrecer la gestión de vacunas, mostrará caminos para vivir y no sólo sobrevivir.

“El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”, dice el filósofo coreano Byung-Chul Han, considerado como una de las mentes más reveladoras sobre la sociedad pospandémica.

Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud”, agrega el autor, quien aún no ha dicho si revivir el pasado es el mejor camino para sobrevivir.

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