Esta semana Denise Dresser publicó un texto en el periódico Reforma a través del cual acusó la existencia de un nuevo grupo de siervos encargados de defender a rajatabla los dichos del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
De forma por demás obvia, Dresser acusa a distintas personas con quienes ha compartido mesas de análisis, de perder toda objetividad o capacidad analítica. Para ella, las y los nuevos siervos del sistema están dispuestos a todo con tal de defender su nuevo proyecto de nación. A su juicio, estas personas que van ganando espacios en medios de comunicación no merecen ser consideradas intelectuales, pues eso entrañaría que fueran capaces de producir un pensamiento propio.
Dresser, de corte internacionalista y politóloga, pero quien todavía es incapaz de entender el fenómeno obradorista reflejado en casi 36 millones de votos, sugiere que no es necesario traer estas voces a la discusión pública. En un texto plagado de soberbia intelectual, acusa a estas nuevas voces de actuar en contra del pluralismo. Sí, sí, leyó usted bien; en el mismo texto en el que plasma la idea de que las linguistas, politólogas y abogadas del régimen no deben acceder a estos espacios, Denise las acusa de actuar en contra del pluralismo de ideas.
Además. sin darse cuenta o sin querer hacerlo, cae en una de las peores aberraciones que ella misma ha denunciado: la descalificación del interlocutor por su ideología, sin atender sustancialmente a sus argumentos. Ya no distingue matices. Para ella, el sistema anterior era perfecto en términos de libertad de expresión y los espacios de discusión en los medios de comunicación eran duras trincheras a las que se tenían que enfrentar las y los políticos en turno.
No tengo muy claro cuál es el periodo específico que defiende Dresser en su columna. No sé si para ella ha dejado de existir la peligrosa relación entre poder, corrupción y periodismo a la que alude Enrique Serna en su obra El vendedor de silencio.
No coincido con muchas de las posturas políticas de Denise Dresser. Sin embargo, considero que su participación en los medios de comunicación sigue siendo importante, relevante y representativa de un sector de la sociedad.
Con lo que jamás podría coincidir es con la descalificación generalizada de quien opina distinto. So pretexto de defender un pilar democrático, Dresser estampó un texto que bien pudo haber firmado cualquier defensor de un régimen autoritario, o de quien al menos lo extraña. Ojalá no sea el caso.