¿Cómo se “seca” una civilización?

7 de Mayo de 2024

¿Cómo se “seca” una civilización?

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Ilustración: ejecentral

Investigaciones recientes sugieren que la caída de Teotihuacan, la más sofisticada ciudad del periodo clásico en Mesoamérica, tuvo sus orígenes en fuertes tensiones políticas, la deforestación, el crecimiento de la ciudad y también una prolongada sequía

Se dice que cuando aún era de noche, cuando no había luz del Sol, cuando no amanecía, dizque los dioses se reunieron, se concertaron allá en Teotihuacan; dijeron, pronunciaron:

“¡Dioses, vengan hacia acá! ¿Quién llevará la carga, quién soportará la carga de encender, de iluminar el mundo?”.

Estas palabras, tomadas y ligeramente adaptadas del documento Paleografía y traducción del náhuatl al español de los capítulos 1 y 2 del libro VII del Códice florentino de Juan Carlos Torres López, sobre la magnificencia de Teotihuacan, el lugar donde habría nacido nada menos que el quinto Sol de la cosmogonía náhuatl, contrastan fuertemente con lo que sería esta ciudad cuando la vieron por primera vez los conquistadores españoles: abandonada y con varios siglos de decadencia.

Sin embargo, la historia de la que fuera la ciudad más esplendorosa del periodo clásico de Mesoamérica coincide con su inicio mitológico y la concepción cíclica del tiempo que tenían sus constructores: Inició dando origen al Sol y terminó con un enorme incendio, aparentemente provocado por grupos que se rebelaron contra el estado corporativo; fue fundada sobre el buen manejo del agua y rematada por una prolongada sequía, probablemente relacionada con la destrucción del medio ambiente que habían llevado a cabo los teotihuacanos y sus vecinos.

“Ante la pregunta de quién se animaría a encender el mundo, los dioses se miraron ‘¿Quién de nosotros será?’. Tecuciztécatl levantó el rostro y dijo: ‘¡Oh, dioses, yo seré!’. Los dioses hablaron otra vez: ‘¿Quién más?’. Más ninguno otro se atrevía a levantar la cara, los presentes temían, se excusaban…

“Por ahí estaba Nanahuatzin, escuchando a los dioses discutir; por ello, los dioses lo llamaron y le dijeron: ‘¡Tú serás, Nanahuatzin!’. Él recibió la noticia con alegría. Dijo: ‘¡Oh dioses, está bien, me han honrado!’”.

Cuenta la leyenda que Nanahuatzin y Tecuciztécatl se arrojaron al fuego, en ese orden, y terminarían siendo el Sol y la Luna; sin embargo, en Teotihuacan y en el periodo clásico en general, explica la arqueóloga Linda Manzanilla, “la religión politeísta estuvo dominada por el dios de las tormentas, de la lluvia y el trueno. Además, para Teotihuacan podemos citar, entre otros, a un dios del fuego y a una diosa de la fertilidad” que provienen de tiempos anteriores, del Horizonte Formativo que inició hacia el año 1200 aC.

¿Sabías que? Teotihuacán, que se desarrolló entre el año 100 aC y el 650; Tula, de 900 a 1150, y Tenochtitlán, de 1400 a 1519.

Los imperios del agua

La doctora Linda Manzanilla lleva 40 años trabajando y excavando en la zona, asegura que “de las muchas caras de Teotihuacan resalta la de ser la excepción en Mesoamérica: por su magnitud, su planificación, su estructura corporativa, y por el esfuerzo invertido en construirse a sí misma. Así quedó en la memoria de los pueblos del Posclásico: “un asentamiento urbano donde se elaboraban manufacturas excelsas, una gran ciudad”.

De hecho, “a nivel simbólico, la ciudad de Teotihuacan materializaba el cosmos mesoamericano y se erigía como el centro del mundo”, explica Manzanilla en el documento Teotihuacan, Opúsculos.

El esplendor de Teotihuacan, que se desarrolló entre el año 100 aC y, más o menos, el 650 de nuestra era, y de las culturas que le siguieron en la meseta central de México, Tula (900 a 1150) y Tenochti-
tlan (1400 a 1519), se basó en que aprendieron a manejar el agua. Esto, por supuesto, no fue exclusivo de dicha región semiárida.

Un análisis de climas antiguos (incluyendo la meseta central de México a lo largo de 2000 años) realizado por Douglas J. Kennett and Norbert Marwan, muestra que las grandes ciudades imperiales dependías del manejo del agua y su falta ocasionó su caída.

En el caso de Teotihuacan “el agua fue incautada en embalses, los manantiales se aprovecharon para riego y se desarrollaron sistemas para capturar el agua de lluvia y la escorrentía. Las poblaciones se volvieron cada vez más dependientes de estos sistemas de control de agua y la agricultura sostenible dependía de la lluvia persistente y, por lo tanto, se volvió más vulnerable a la sequía y la volatilidad climática”.

El Imperio Romano, tras su apogeo que inició en el 400 aC, entró en declive después del año 250, “durante un intervalo en el que el clima se hizo más frío y seco, esto disminuyó la productividad agrícola, estimuló el conflicto y desestabilizó los sistemas sociopolíticos. El deterioro de la salud humana se produjo en este contexto y dio lugar a la dispersión y disminución de la población”, explican Kennett y Marwan.

Según los hallazgos que se han hecho en una estalagmita en las profundidades de la cueva Juxtlahuaca en las tierras altas de Guerrero, de donde provienen los datos sobre el clima antiguo, y en las ruinas de Teotihuacan, en México los conflictos políticos y climáticos fueron sincrónicos o, si acaso se adelantaron un poco los primeros.

550 año aproximado en que ocurrió el gran incendio provocado en Teotihuacán.

Corporativismo y complots incendiarios

Teotihuacan, Tula y Tenochtitlan tenían “sistemas políticos altamente centralizados que dependían de formas intensivas de agricultura y del mantenimiento de extensas redes regionales de intercambio”.

›En el primer caso, explica Manzanilla, “los sacerdotes tenían en sus manos no sólo las actividades de culto, sino posiblemente también la organización de actividades económicas, así como el control del intercambio a larga distancia a través de emisarios. En Teotihuacan, muchos barrios crecieron alrededor de templos y centros de coordinación”.

El poder corporativo teotihuacano “giraba alrededor de símbolos e iconografía relacionados con el dios de las tormentas”, explica Manzanilla. Este dios era en general conocido como Tláloc, y según Kasper W. Anderson y Christophe Helmke “no se considera como una representación del dios de las tormentas a cualquier entidad” que no exhibiera tres características: anteojeras, sea como anteojos o anillos oculares; labio superior curvado como una bigotera o bigotes, y caninos prominentes debajo de los labios.

Teotihuacan era una ciudad cosmopolita, se han encontrado rastros de sus nexos con otras culturas, tanto en ella como, por ejemplo, en sedes mayas y toltecas. Esto hizo que empezaran a surgir centros de poder en distintas zonas de la ciudad. Tal vez al inicio las autoridades intermedias portaban símbolos de Tláloc, “pero hacia el final de su historia es probable que estos símbolos hayan sido suplantados por las ‘casas’ de nobles de los barrios, con el fin de legitimar sus acciones e intercambios independientes del Estado”, escribe Manzanilla.

Para la experta, “la caída de Teotihuacan inició alrededor de 550 dC”, con un gran incendio, y los factores que intervinieron en dicha caída fueron: por un lado, “un proceso de deforestación y deterioro del potencial del valle debido al crecimiento de la ciudad” fenómeno que pudo haberse agudizado por “una probable disminución de la cantidad de lluvia”, y, por otro lado, “la contradicción entre la estructura corporativa en la base y cima de la sociedad teotihuacana, y la actitud competitiva de las élites intermedias que regían los barrios”.

Este último factor pudo ser el determinante. Se han encontrado evidencias de que el gran incendio que ocurrió hacia el año 550, pudo haber sido provocado y fue un “trabajo interno”, dicen David M. Carballo y Matthew H. Robb en Teotihuacan, ciudad de agua, ciudad de fuego, en apoyo a la tesis de Manzanilla. El desastre quizá fue resultado de “una revuelta interna de las élites de los barrios y sus maestros artesanos hacia la élite gobernante que muy tardíamente trató de controlar su autonomía”.

“Después del incendio y la destrucción de los escenarios de las élites gobernantes, muchos nobles se fueron de la ciudad hacia varios derroteros en Mesoamérica, junto con artesanos calificados y sirvientes”, explica Manzanilla.

Sin embargo, el incendio no fue el fin de la ciudad, la catástrofe climática apenas iba iniciando.

“La ciudad continuó ocupada, pero la población fue en declive después del año 600 con las tensiones políticas existentes amplificadas por algunas de las condiciones climáticas más volátiles evidentes en el registro climático de la cueva Juxtlahuaca entre, aproximadamente, los años 600 y 700. Esto fue seguido por una sequía prolongada después del 700”, explican Kennett y Marwan.

La sequía persistió, alcanzó su punto máximo en el siglo IX y duró hasta 950, aproximadamente, lo cual deterioró aun más la productividad agrícola.

Años más tarde, y no muy lejos de Teotihuacan, surgió otra gran ciudad, Tenochtitlan. En 1428, como resultado de una alianza de los mexicas con Texcoco y Tlacopan para derrotar al reino de Azcapotzalco, la Triple Alianza emergió como la potencia regional dominante.

En Tenochtitlan, explican Kennett y Marwan, se desarrolló “un sofisticado sistema de control de agua a lo largo de los márgenes del lago Texcoco, que implicó la creación de canales y campos artificiales, las chinampas. Las terrazas y el riego también fueron extensos en las laderas y valles circundantes”.

Se desconoce cuán resistentes habrían sido estos sistemas ante las condiciones climáticas altamente volátiles de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, porque la expansión azteca se vio truncada por la llegada de los españoles a Tenochtitlan en 1519.

Entre los años 600 y 700 hubo una gran inestabilidad climática en la meseta central de México, seguida de una sequía que duró hasta 950.

El registro climático de la meseta central de México proviene de una estalagmita recolectada en las profundidades de la cueva Juxtlahuaca en las tierras altas de Guerrero, cuyo crecimiento “guardó” un registro de la cantidad de lluvia en los últimos 2400 años que permite hacer estimaciones precisas de las precipitaciones de uno cada cinco años.

La torpeza de la burocracia teotihuacana para tratar con grupos de diversos intereses, la mala administración de la economía, entre otros, fueron los factores que pudieron acelerar el colapso de esta civilización.

❝Así, en el periodo Clásico surgió una nueva forma de vida que podemos denominar urbana, caracterizada por grandes asentamientos de los cuales se obtenían numerosos servicios, entre ellos el acceso a artesanías especializadas y bienes foráneos ❞. Linda Manzanilla.

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