#Crónica | Atrapado en China

27 de Abril de 2024

#Crónica | Atrapado en China

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Un joven de 20 años ha quedado imposibilitado para regresar de China a México, donde estudia una de las más milenarias artes marciales del mundo, el Kung fu. En medio de la pandemia ha visto el brazo duro de la policía china y el debilitamiento de su escuela

Los últimos cuatro meses de su vida han transcurrido entre el encierro y la incertidumbre de no saber qué pasará en el futuro inmediato de este joven de 20 años que cuenta en primera persona para ejecentral el devenir de las costumbre en China, lugar donde se originó el primer brote de Covid-19 que después se convertiría en la pandemia que azota al mundo.

Para ponerse a prueba viajó a China para estudiar una de las más milenarias disciplinas de las artes marciales, el Kung fu, pero la propagación del coronavirus, no sólo ha puesto al límite su capacidad física sino la emocional.

›Sólo quedamos tres alumnos y estamos buscando vuelos que nos conecten a nuestros países, cuando hoy debería de estar llegando a mi casa, pero ha sido imposible. Todas las escalas llegan hacia Estados Unidos y a causa de la pandemia yo no puedo volar a ese país. Mi nombre es Gabriel Zarazúa y estoy atrapado en China.

Es 19 de abril y los últimos cuatro meses de mi vida los he pasado en cuarentena. Decidí venir a este país a estudiar Kung Fu y ahora no puedo llegar a mi hogar en México. En la comunicación que he tenido con la Embajada mexicana y con las aerolíneas he notado que han sido muy atentos, pero no han podido poner una fecha para que regrese a mi casa. Lo que me preocupa es que es muy probable que cierren la escuela donde estudio, pues está enfocada a recibir alumnos extranjeros y precisamente los extranjeros no tienen permiso de entrada a aquel país.

Tenía muchas ganas de rebasar mi capacidad física y mental y con esa idea contacté a la escuela Shén Lóng, donde fui aceptado para comenzar mis estudios cuando prácticamente comenzaba el invierno acá, el 22 de noviembre, después de 27 horas de vuelo con una escala en Estados Unidos y después en otra región de China.

Antes de llegar a entrenar en este país, creí imposible llegar a un nivel de entrenamiento como: pesado y doloroso. En contraste, mi primer día en la escuela fue muy padre, fui recibido y todos mis compañeros me contaron cómo era la dinámica de la escuela; para aquel momento ya éramos 12 alumnos.

Después empezó el entrenamiento de ocho horas diarias y se componía por las prácticas milenarias del Tai Chi, Chi Gong, Sanda, además de combate, prácticas básicas y avanzadas de Kung Fu.

En menos de dos semanas empecé a extrañar la comida de mi casa, mi cama, a mi familia, a mis amigos. Nunca me imaginé un nivel tan intenso de entrenamiento, al grado de que el cansancio impide que te puedas sentar o descansar.

Los fines de semana teníamos la oportunidad de relajarnos, descansar y bajar al pueblo, ir a comer, comprar artículos personales o incluso comida para traerla de vuelta a la escuela. El descanso también lo podíamos tomar en unos baños termales para relajarnos y convivir como un grupo. La escuela se ubica a casi 40 minutos del pueblo más cercano, en medio del bosque, cerca de un templo Shaolin y rodeado de granjas.

Conforme pasaba el tiempo, empecé a apreciar un poco más este estilo de vida que tenemos en la escuela, durante un tiempo pues extrañe las fiestas o las salidas con mis amigos, amigas, pero cada vez cobró más importancia para mí el reto que estoy cumpliendo aquí y mi convivencia con este grupo de extraños que se volvieron mi familia. Pero no sólo ellos, mis maestros a Shifu y a Kael, me enseñaron la importancia de no rendirme y dar el 100% en todo lo que hago. Gracias a ellos y a esta experiencia he logrado superar mi nivel físico y mental.

Aunque sigamos en etapa de cuarentena eso no significa que hemos dejado de entrenar. La hora de entrenar es “la hora de entrenar” y si tenías alguna equivocación eso implicaba un castigo físico en consecuencia. Conforme fueron pasando los días, se sentía más el frío y los entrenamientos se volvían cada vez más duros, pero también mi condición física, resistencia y la tolerancia al dolor crecieron como nunca lo hubiera imaginado.

Los días que más he disfrutado fueron Navidad y Año Nuevo: recuerdo que decoramos la escuela y tuvimos un día extra de descanso a la semana. Sin duda esos han sido mis dos mejores comidas desde que estoy aquí, pues todos los días el menú es invariable: arroz, huevo, papa, verduras, algunas veces pollo. ¡Cómo extraño los tacos!

A finales de diciembre y durante la primera semana de enero las temperaturas llegaron hasta -30 grados centígrados y nos llega la noticia que ya no podemos salir de la escuela, ya no podemos ir al pueblo, ya no podemos salir, por que apareció un virus.

Los primeros días del año para todo el mundo fueron muy difíciles, ya que apenas salíamos de estar atentos de la noticia sobre una posible tercera guerra mundial y ahora es el inicio de lo que no sabíamos que se convertiría en una pandemia global.

En medio de los días de confinamiento y la imposibilidad por regresar a casa, hay otra cosa que en la escuela nos tiene preocupados: recientemente un compañero salió a caminar solo al bosque, lo cual estaba permitido de hecho hasta había un camino por el que a veces salíamos a correr en medio del bosque. En ese paseo mi compañero se extravió y fue encontrado por la policía y las autoridades lo acusaron de espionaje. Ahora están revisando todos los documentos de la escuela, entre ellos los pasaportes de los alumnos extranjeros que aún permanecemos aquí, por lo que la presión para que ya nos tengamos que salir de este país va en aumento.

Hoy me siento preocupado, me siento triste. En los últimos meses, uno a uno se están yendo mis compañeros de clase, mientras la situación en China y en la escuela no mejora.

Eso puedo verlo en cómo le afecta a mis maestros Shifu y a Kaél, quienes se ven un poco desmotivados, pero no se rinden, he notado cómo ha bajado el ritmo en la escuela, sobre todo cuando comemos o cuando sólo estamos platicando. Sí ha bajado el ritmo y eso me pone triste porque este es el proyecto de vida de mis maestros y prácticamente se acabó.

A pesar de todo, he madurado bastante desde que estoy aquí. Estoy muy agradecido de tener la oportunidad de vivir esta experiencia. Estoy optimista por que pronto podré regresar a casa. El apoyo que he tenido de mi familia, de mis papás, hermanos y amigos me ha ayudado a seguir motivado y para aprovechar los últimos días de mi entrenamiento como un buen guerrero dragón mexicano.