El Conde: al tirano con humor

20 de Mayo de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

El Conde: al tirano con humor

alejandro aleman

Augusto Pinochet sigue vivo. El otrora hombre poderoso de Chile es hoy un decrépito anciano que no puede caminar si no es con andadera y que vive junto con su esposa en una ruinosa mansión al sur de Chile. Pero a veces, en las noches, el criminal dictador se viste con su antiguo uniforme militar, se pone su capa negra, su quepi con laureles y sobrevuela por el cielo nocturno de Chile para hacer lo que mejor sabe: esparcir terror, matar gente y chupar sangre. Sí, Pinochet es un vampiro.

La historia comenzó hace 250 años. Augusto era un joven vampiro que vio con sus propios ojos cómo decapitaban a María Antonieta, ahí entendió que lo mejor era convertirse en militar. El tiempo pasó y terminó en Sudamérica, convertido en comandante en Jefe del Ejército Chileno. Un día su esposa (Gloria Münchmeyer) le sugirió hacer un golpe de estado. Buena idea, pensó el comandante, y así tomó el poder. El reinado de horror, muerte, tortura y sangre de El Conde (Chile, 2023) había empezado.

Cuando las cosas se complicaron, Pinochet fingió su muerte (no sería la primera vez) y se aisló en su mansión, cansado, dolido porque la historia lo ha llamado ladrón (que le digan asesino pasa, ¿pero ladrón?, eso sí cala). El viejo dictador (Jaime Vadell) reúne a sus hijos para finalmente repartir el botín esparcido en decenas de cuentas bancarias.

Al grupo se une una misteriosa y hermosa mujer, Lucía (Gloria Münchmeyer), quien hará las veces de contadora, aunque en realidad se trata de una monja que tiene como encargo acabar de una vez con todas con el sangriento vampiro.

Nada molesta tanto a un tirano como el humor. El Conde es una estaca al corazón del pinochetismo y las tiranías en general. Larraín construye la mejor venganza posible contra el dictador: reírse de su infame memoria. Con una soberbia fotografía en blanco y negro (Ed Lachman en permanente homenaje a Dreyer), y un guión escrito por Larraín mismo junto con Guillermo Calderón, esta magnífica provocación navega con soltura y sin empacho entre la sátira, la farsa, el humor y el cine de horror.

Larraín no cae en la condescendencia, su Pinochet vampiro es un personaje frágil por viejo pero de un frío cinismo que provoca risa: se burla de los jueces que no lograron encontrarle todo lo robado, desprecia naturalmente a la clase trabajadora (su sangre sabe feo), es incapaz de entender a las mujeres que lo rodean y el único error que admite… es de contabilidad.

El director lanza dardos incluso a la Iglesia Católica, y a la codicia familiar, pero no cae en la tentación de una muerte fílmica. Larraín advierte la permanencia (al parecer inmortal) de las tiranías militares, de la ultraderecha, del neo fascismo.

Ahí están, vivas, presentes, depende de nosotros ignorarlas o afilar las estacas y estar alertas. El Conde se puede ver en Netflix.

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