A flor de piel

21 de Agosto de 2025

Juan de Dios Vázquez
Juan de Dios Vázquez

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El flujo migratorio hacia México en los últimos años ha generado un cambio demográfico significativo, especialmente con la creciente llegada de migrantes haitianos y africanos. Esta situación ha suscitado debates sobre la integración, la diversidad cultural y las políticas migratorias, subrayando la necesidad de ahondar en estos aspectos para comprender mejor su impacto y las medidas necesarias para abordarlos.

Históricamente, México ha servido como punto de tránsito para migrantes en su ruta hacia Estados Unidos en búsqueda de mejores oportunidades. Sin embargo, en años recientes se ha observado un cambio en esta dinámica, con un notable aumento en la llegada de migrantes procedentes de otras regiones del mundo. Esta transformación refleja una evolución en el panorama migratorio de México y destaca la urgencia de adaptar políticas y programas de integración para satisfacer las necesidades específicas de estos nuevos grupos de migrantes.

El significativo incremento en las solicitudes de refugio en México durante el año pasado, que alcanzó un máximo de casi 141 mil personas en una década según datos proporcionados por la Comar, se atribuye a diversos factores, incluyendo la inseguridad, los conflictos políticos y los desafíos económicos, así como la aspiración de buscar asilo en Estados Unidos a través de México. Los principales países de origen de los solicitantes han sido de Centroamérica, aunque también destaca la presencia de un nuevo oleaje extracontinental: la llegada de migrantes africanos provenientes de Ghana, Nigeria, Camerún y el Congo a México.

De todos los países de origen de los migrantes que llegan a México, la presencia de personas de nacionalidad haitiana es considerablemente notable y está en constante aumento. De enero a septiembre de 2023, por ejemplo, se registraron 21 mil 464 eventos de personas en situación migratoria irregular, lo que representa un incremento del 377% respecto al mismo periodo del año 2022. Además, se estima que en México hay aproximadamente 115 mil haitianos, de los cuales 45 mil residen en la Ciudad de México. Esta situación ha generado ciertos temores infundados y racistas dentro de una élite pigmentocrática, la cual teme un cambio en la composición demográfica de México.

Durante años, ha persistido la errónea percepción de que en el país no existe una población “negra” significativa. No obstante, al revisar la historia, resulta evidente que esta percepción carece de fundamento.

La historia de la población de origen africano en México ha sido a menudo
malinterpretada debido a la persistencia de ideas simplistas y estereotipadas. Aunque numerosas investigaciones han demostrado la complejidad y diversidad de la sociedad novohispana y la participación activa de los africanos y afrodescendientes en ella, persisten conceptos erróneos que dificultan una comprensión precisa de este grupo en la formación de México. Uno de los mitos más comunes es la idea de que en México no había tantos negros como en otros países como Brasil o Estados Unidos. Pero eso se comprueba falso cuando vemos que en 1570 había casi 20 mil esclavos negros en México, con más de la mitad concentrados en la Ciudad de México.

Un siglo después, la presencia africana en la capital se había duplicado. Por su parte, al momento de la Independencia, la población mexicana estaba compuesta por un millón de blancos, 1.3 millones de mestizos, zambos y mulatos, y 3.6 millones de indígenas, lo que reflejaba una diversidad étnica y cultural en el país.

Asimismo, otro mito es que la sociedad virreinal era estrictamente jerárquica y rígida, con los africanos y sus descendientes relegados permanentemente a una posición marginal. Sin embargo, estudios detallados han destacado las diferencias temporales y regionales dentro de la sociedad novohispana, mostrando periodos de integración y autonomía para los africanos y afrodescendientes, especialmente durante el siglo XVII.

Además, se ha documentado cómo muchos africanos obtuvieron tierras y encomiendas, y cómo algunos alcanzaron posiciones sociales destacadas, desafiando la narrativa de marginalización absoluta. La abolición de las “calidades” y la esclavitud durante el movimiento insurgente de 1810 reflejó un esfuerzo por unificar a la sociedad y reconocer la igualdad de derechos para todos los habitantes de la Nueva España. Aunque estas acciones representaron avances significativos, no erradicaron por completo los prejuicios y el racismo arraigados en la sociedad colonial y posteriormente independiente. Además, la ideología del mestizaje, aunque promovida como un símbolo de unidad nacional, ha tendido a negar la diversidad cultural y ha marginado la historia y la contribución de los africanos y afrodescendientes en México.

Este legado histórico dejó una huella en la sociedad mexicana y sigue influyendo en su identidad nacional y en las políticas de inclusión y reconocimiento de la diversidad cultural. En la actualidad, aproximadamente 2% de la población de México, alrededor de 2.5 millones de personas, se identifican como afrodescendientes. Los estados con mayor concentración de población afromexicana incluyen Guerrero, Estado de México, Veracruz, Oaxaca y la Ciudad de México, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

El reconocimiento de la población afrodescendiente en México es fundamental para promover la inclusión y la igualdad de oportunidades en la sociedad mexicana. Sin embargo, también destaca la necesidad de abordar las desigualdades persistentes y las barreras estructurales que enfrentan las comunidades afrodescendientes en áreas como la educación, el empleo y la salud. De igual manera, debemos brindar ayuda a las poblaciones negras que están empezando a integrarse a México.

Es crucial garantizar su inclusión y desarrollo en la sociedad mediante una combinación de políticas públicas, programas de asistencia y acciones afirmativas que aborden las desigualdades estructurales y promuevan la igualdad de oportunidades.

En primer lugar, es importante implementar políticas que reconozcan y valoren la diversidad étnica y cultural de México, incluida su población afrodescendiente. Esto puede incluir la inclusión de contenidos educativos sobre la historia y las contribuciones de las comunidades afrodescendientes en los currículos escolares, así como la promoción de la representación de la diversidad étnica en los medios de comunicación y la cultura popular.

Además es fundamental garantizar el acceso equitativo a servicios básicos como la educación, la salud y el empleo para las comunidades afrodescendientes. Esto puede implicar la implementación de programas de becas y subsidios para estudiantes de este origen, construcción de centros de salud en áreas con alta concentración de población afrodescendiente y promoción de políticas de igualdad de oportunidades en el ámbito laboral.

Otro aspecto importante es el fortalecimiento de organizaciones y movimientos sociales afrodescendientes, que desempeñan un papel crucial en la promoción de los derechos y el bienestar de sus comunidades. Esto puede incluir el apoyo financiero y técnico a organizaciones comunitarias de origen africano, así como la promoción de su participación en procesos de toma de decisiones a nivel local y nacional.

En resumen, el apoyo a las comunidades afrodescendientes y a las poblaciones negras que están comenzando a integrarse a México es fundamental para construir una sociedad más inclusiva y justa. Esto requiere un compromiso continuo por parte del gobierno, la sociedad civil y la comunidad internacional para abordar las desigualdades estructurales y promover la igualdad de oportunidades para todos los mexicanos, independientemente de su origen étnico o racial.