Minari: una bonita metáfora

13 de Mayo de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Minari: una bonita metáfora

alejandro aleman

El título de Minari —cuarto largometraje de ficción del cineasta norteamericano Lee Isaac Chung— se refiere a una planta comestible del mismo nombre, típica de la cocina coreana y que, según nos explica la adorable abuelita Soonja, se da prácticamente en cualquier ambiente, por más hostil que este sea.

Las varias cualidades de esta planta alcanzan no sólo para darle sabor a la sopa, sino también como metáfora obvia y machacona en una cinta que busca agradar a como dé lugar tanto a inmigrantes como locales.

Claramente inspirada en la historia familiar del director, en Minari conocemos a Jacob (Steven Yeun) y su esposa Monica (Yeri Han), inmigrantes coreanos que llegaron a California en los 70, pero que tras 10 años de dedicarse a sexar pollos (separar a los pollitos según su sexo), Jacob decide seguir su sueño de ser granjero, por lo que se mudan a Arkansas.

El cambio no es fácil: viven en una casa rodante (que estrenan en plena tormenta), están en medio de la nada, y para levantar la granja tendrán que seguir trabajando como sexadores de pollos. Además tienen dos hijos, una preadolescente llamada Anne (Noel Cho) y el ingobernable David (Alan S. Kim) a quien no pueden dejar solo debido a que padece de un soplo en el corazón.

Es aquí donde llega la adorable abuelita Soonja (extraordinaria Yuh-Jung Youn) a salvar la situación (y la película), mudándose a la casa rodante para cuidar a los nietos. David no quiere a la malhablada anciana —“¡No eres una verdadera abuela!”— y es que en efecto, la viejecita no es la clásica abuela: usa ropa interior de hombre, se roba las limosnas de la iglesia y no hornea galletas. A cambio, la viejecita le enseña a su nieto cómo jugar cartas, una lección por demás útil para la vida.

Minari es muchas películas dentro de una misma, pero no todas son igual de interesantes aunque todas sean igual de predecibles. La mejor y más divertida es obviamente la que involucra al pequeño David y su abuela, cuya química se despliega de forma natural frente a la lente del cinefotógrafo Lachlan Milne.

La otra historia, la de la familia que se entrega al sueño americano a pesar de todas las adversidades, definitivamente es la menos interesante, a pesar de estar muy bien montada.

Y es que conforme avanza la historia, el guión de Isaac Chung se queda sin ideas, recurriendo al viejo truco de bombardear a la familia con tremendas tragedias que sirven para elevar el drama y probar (una vez más) la eficacia de su metáfora: el minari que, como esta familia, no se rendirá a pesar de las dificultades.

Una feel good movie muy bonita, demasiado bonita para su propio bien.

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