Acapulco: emergencia global

27 de Julio de 2024

Juan de Dios Vázquez
Juan de Dios Vázquez

Acapulco: emergencia global

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Los desastres naturales, en su magnitud y devastación, no discriminan. Ya sea en un pequeño pueblo de una región remota o en una metrópolis de renombre, estos devastadores eventos nos recuerdan la vulnerabilidad de nuestra existencia y la urgente necesidad de estar preparados para enfrentarlos. El reciente huracán Otis que azotó Acapulco no es una excepción a esta dura realidad. En medio de la desolación, con hasta el momento 45 vidas perdidas, decenas de personas desaparecidas y cerca de 600 mil afectadas, Acapulco se enfrenta hoy a un colosal desafío en términos de seguridad, asistencia humanitaria y reconstrucción, lo que pone de relieve la escasez de recursos estatales y la apremiante necesidad de una respuesta conjunta de la sociedad mexicana

La monumental tarea de levantar Acapulco es un obstáculo que se eleva como una montaña imponente. Los costos relacionados con la respuesta y el restablecimiento se verán agravados significativamente por la contracción económica, los daños a la infraestructura, el cierre de empresas, la disminución de los ingresos fiscales y el incremento de los niveles de pobreza. Se estima que la reconstrucción requerirá fondos 10 a 15 veces mayores que los disponibles actualmente a nivel gubernamental. Esta abrumadora disparidad entre la necesidad y la capacidad financiera del Estado plantea un dilema que trasciende lo local, con implicaciones nacionales e internacionales.

En este contexto, no es sorprendente que surjan disputas políticas entre el gobierno y la oposición. Las críticas y señalamientos se multiplican, y se exigen respuestas inmediatas a la tragedia que ha dejado cicatrices en todo el estado de Guerrero. Sin embargo, en medio de esta lucha por la responsabilidad y las soluciones, también han surgido compromisos concretos por parte de nuestro gobierno y la iniciativa privada para restablecer este inigualable puerto.

Ahora bien, es crucial reconocer que los desastres naturales como el que afecta a Acapulco no son eventos locales, sino fenómenos de alcance mundial.

El cambio climático, resultado de décadas de actividad humana insostenible, ha alterado los patrones climáticos y ha aumentado la frecuencia y la intensidad de estos desastres. Las cifras son impactantes: ha habido un incremento de 10 veces en los desastres naturales a nivel global. Los datos recopilados por el Instituto de Economía y Paz entre 1900 y 2019 muestran un aumento de 39 incidentes en 1960 a 396 en 2019.

Las pérdidas económicas debidas a desastres naturales han aumentado de manera alarmante. Desde 1980 casi 6 billones de dólares se han perdido debido a desastres ocasionados por riesgos naturales en todo el mundo.

Los daños totales se han incrementado en más de cuatro veces, pasando de 52 mil millones de dólares al año en la década de 1980 a 212 mil millones de dólares al año en la última década y 228 mil millones en los primeros tres años de la década de 2020.

Sin embargo, como suele ocurrir, son las poblaciones más vulnerables las que padecen las consecuencias más devastadoras. Según la clasificación de países de las Naciones Unidas, en el periodo que abarca desde 1970 hasta 2019, el 91% de todas las fatalidades atribuibles a riesgos meteorológicos, climáticos y relacionados con el agua ocurrieron en economías en desarrollo.

Esta proporción se mantiene notablemente similar en la clasificación del Banco Mundial, donde 82% de las defunciones tuvieron lugar en naciones de bajos y medianos ingresos.

Frente a la magnitud de estos problemas, la ayuda internacional, aunque valiosa, presenta notables limitaciones. Un análisis de 98 casos de desastres naturales en un periodo de casi cuatro décadas revela que, en promedio, el aumento de la Asistencia Oficial para el Desarrollo a los países afectados representa sólo 0.25% del PIB de esos países y el 3% de los daños económicos estimados. Además, parte de esa ayuda ya se había asignado previamente a otros sectores y simplemente se redirigió hacia la asistencia humanitaria.

Sin embargo, la crisis ambiental a nivel global exige una respuesta que involucre a la comunidad internacional en su conjunto. Es esencial que las naciones más poderosas, que suelen ser los principales contribuyentes de la contaminación, asuman la responsabilidad de su impacto en el cambio climático. Esto respaldando activamente la creación de un organismo y un fondo internacionales destinados a la preparación y respuesta ante desastres naturales de gran magnitud. Este organismo deberá trascender las barreras nacionales y tener la capacidad de movilizar recursos a nivel mundial. Al analizar minuciosamente las estadísticas, resulta evidente que esta es una necesidad imperante, ya que las cifras actuales distan considerablemente de lo necesario para abordar con éxito los desafíos que enfrentamos.

La tragedia de Acapulco nos ofrece un testimonio impactante de la apremiante necesidad de una respuesta a nivel mundial para hacer frente a los desastres naturales. La creación de un organismo y un fondo internacionales no solo puede marcar la diferencia en nuestra capacidad para responder a catástrofes de esta dimensión, sino que también puede desempeñar un papel crucial en la mejora del bienestar de las comunidades afectadas.

En estos tiempos en los que la solidaridad global es más esencial que nunca, es urgente que nos unamos en la lucha contra los desafíos del cambio climático y trabajemos juntos para asegurar un futuro sostenible.

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