La historia de Saúl N se escribió junto con la de su mamá y padrastro, todos dedicados al secuestro. Vieron en ese delito la mejor forma de obtener dinero fácil. Después de levantar a dos empresarios del Estado de México, por quienes cobraron pagos millonarios a cambio de su liberación, decidieron entonces secuestrar a un comerciante del municipio de Chalco. Saúl N era clave para cada uno de esos delitos. Su apariencia de niño lo hacía pasar inadvertido por sus víctimas. Llegaba y preguntaba por algún domicilio y de pronto los amagaba con un arma de fuego, de inmediato sus cómplices aparecían en un auto y subían a la persona secuestrada para llevarla a una casa de seguridad. Corría el primer trimestre de 2017 y las autoridades de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México tenían informes de una nueva banda de secuestradores que operaba en la entidad. Las denuncias señalaban una característica particular en este grupo criminal: la participación de “un niño” que actuaba como distractor para cometer los delitos y también para el cobro del rescate. La denuncia de ese secuestro permitió ubicar y detener a la banda de secuestradores. En esa ocasión Saúl N. no fue a cobrar el rescate, ya que también una de sus funciones era cuidar a las víctimas en una casa de seguridad. Saúl N. no dejaba de asistir a sus clases en segundo grado de secundaria en el municipio de Chalco. Después de sus actividades educativas, el adolescente acudía por las tardes y noches a darle de comer y amedrentar con pistola en mano a las personas secuestradas. En sus declaraciones una de las víctimas dijo que todos los días que estuvo en la casa el joven llegaba con el uniforme de la escuela. “Llegaba, me desamarraba de las manos y me quitaba el vendaje que tenía en los ojos. La primera vez que lo vi me sorprendí. Dije entre mi: ‘es un niño mi secuestrador’. Pero su violencia era tal que me ponía la pistola en la frente para amenazarme que debía comer y que les exigiera a mi familia que pagaran por mi liberación”, así se lee en la carpeta de investigación a la que En Corto tuvo acceso. “Lo primero que pensamos todos fue preguntarnos: ¿De verdad hay un niño secuestrador? La noticia nos impactó y ante esto debíamos tomar el asunto con cuidado”, comentó a En Corto uno de los agentes de la Fiscalía Antisecuestros encargados del caso. Los negociadores de la Fiscalía junto con los familiares de la víctima acordaron el pago del rescate. El dinero debía entregarse en un costal, en un llano del municipio de Chalco. Agentes antisecuestros montaron un operativo. Pasaron más de seis horas hasta que un auto se acercó al lugar y una mujer tomó el dinero. De inmediato, los policías acorralaron y detuvieron a los tripulantes. Se trataba de Ana Avilés y Leonardo Luna, madre y padrastro de Saúl N. Los agentes preguntaron por el “niño secuestrador” y por la víctima. La mujer dijo: “es mi hijo, yo los llevo a donde está pero quiero pedirles que no le hagan nada, porque es un ñiño” Los agentes fueron al domicilio y encontraron a Saúl N., quien llevaba todavía el uniforme de secundaria. La víctima estaba atada de las manos y con los ojos vendados. Al ver a los policías lo primero que hizo Saúl N. fue llorar. Los agentes le preguntaron su edad. “Tengo 14 años”, dijo. La confesión y sentencia, en la próxima entrega.
“El niño secuestrador” I
