Feminicidios: la persistente resistencia al olvido

25 de Abril de 2024

Feminicidios: la persistente resistencia al olvido

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Desde las calles y la virtualidad, con mapas, murales, intervenciones, protestas y marchas, las familias de víctimas, colectivas y sociedad civil se han dedicado a preservar su memoria y como recordatorio de la ausencia de justicia

“En México, nueve mujeres son asesinadas al día. ¡Ni una más!”, dice la Antimonumenta dispuesta frente al Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, fue puesta ahí en 2012 como un acto de protesta, pero también como un recordatorio. Hoy, a casi una década de distancia, son más las mujeres asesinadas diariamente en este país, 11 en total.

Los ejercicios para oponerse al olvido se han multiplicado en todo el país. Todo sirve, bardas, banquetas, mantas y por supuesto internet. Los nombres de las mujeres y su crimen, no deben olvidarse. Victoria Salazar, Ana Lilia González, Nicole “N”, son sólo algunos de estos nombres que se sumaron a la lista de 423 víctimas de feminicidio hasta mayo de 2021 y que el gobierno mexicano reconoció hace unos días.

Nombrarlas a ellas y a las víctimas del pasado como Lesvy Osorio, Mariana Lima Buendía, Marisela Escobedo y su hija Rubí Frayre Escobedo es parte también de un ejercicio de memoria, pero ¿quién y cómo se mantiene esa memoria viva?.

Contar

En el español el verbo contar tiene una duplicidad interesante, primero como la acción de numerar o computar las cosas y también como el acto de relatar un suceso. Para hacer memoria hay que contar en sus dos acepciones, eso lo sabe bien María Salguero.

La investigadora y científica de datos María Salguero, creadora del mapa nacional de feminicidios comenzó su labor en la penumbra. “No había datos abiertos”, dice a ejecentral la activista y agrega “no hay que olvidar lo importante, no son solo cifras tienen un nombre, de ahí nació la necesidad de hacer un mapa, de no olvidar esa parte importante de que son historias muy crueles. Le arrebataron la vida a alguien”.

A través de una herramienta de Google, invirtiendo horas y dando seguimiento diario a los reportes de la prensa, desde el 2016 Salguero comenzó a documentar la muerte de las mujeres de México y las integró en un mapa que incluye datos como nombre, edad y una breve nota de prensa sobre las condiciones en las que fue asesinada la víctima, en su mapa se incluyen también las mujeres que están en calidad de “desconocidas”.

“Este tipo de actos son actos de memoria, pero no imaginé que te llevarán a más, a notar patrones y las deficiencias del sistema de justicia”, dice Salguero en entrevista con ejecentral.

Además del mapa de María Salguero, la virtualidad y el internet han permitido albergar un gran abanico de cuentas en Instagram, Twitter y Facebook como @feminismo_mex, @nos.faltas.tu.2020, @feminicidios_mexico y miles más que día con día conjuntan imágenes de periódicos sobre asesinatos de mujeres, pero también que hacen ilustraciones para difundir los casos de las víctimas, testimonios de las familias y compartir fichas de desaparición.

Una de las cuentas de este tipo es @justiciaparadiana en Instagram, donde la familia de Diana Velázquez Florencio, víctima de feminicidio en Chimalhuacán, estado de México —hace cuatro años—, plasma en cada post todas las acciones para exigir justicia en el caso.

En la virtualidad también se tejen redes a partir de grupos de familiares de víctimas de feminicidios o bien los perfiles de las madres, hermanas y amigas de las mujeres asesinadas se convierten en testimonios en constante construcción, que insisten en no olvidar.

“JUSTICIA Y JUSTICIA PARA MARIANA LIMA BUENDÍA, JUSTICIA Y JUSTICIA PARA TODAS”, dice por ejemplo una publicación en Facebook de Irinea Buendía, madre de Mariana Lima Buendía, víctima de feminicidio en 2010.

La insistencia de Buendía detonó en la sentencia que dictó en 2015 la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que fue histórica por muchas razones, entre ellas, porque fue el primer caso de feminicidio que llegó a esa instancia, obligó al sistema de justicia mexiquense a indagar con perspectiva de género y abrió una ventana, al cerrarse las puertas, para acceder a la justicia no sólo para ella, sino para todas las mujeres asesinadas de México.

Las calles hablan

La virtualidad no es el único espacio en el que se preserva la memoria de las víctimas de feminicidio. En marzo de este año ante la conmemoración del Día de la Mujer, Palacio Nacional se revistió de hierro para evitar que las feministas dañaran el inmueble. Sin embargo, grupos de mujeres organizadas respondieron con la memoria.

En las altas vallas negras dispuestas alrededor del lugar desde el que despacha el presidente Andrés Manuel López Obrador, las mujeres pintaron el nombre de las víctimas de feminicidio en México, colocaron flores y veladoras para honrar la memoria de las mujeres asesinadas. Las fotografías de ese acto dieron la vuelta al mundo por la impactante respuesta ante el amurallamiento. “En México protegen más al Palacio Nacional de las manifestaciones que a las mujeres de los violadores”, expresó la Colectiva Feminista “Ningún agresor en el poder”.

Es a pocos metros de Palacio Nacional que se ubica la Antimonumenta, que ha sido un punto de encuentro para familiares de víctimas de feminicidio y feministas, quienes desde allí han manifestado consignas, exigencias y se han rendido testimonios de las víctimas, que son también una forma de construir memoria.

El testimonio refleja una huella de algo que sucedió, al ser narrada se hace un retroceso en el tiempo, se describen los lugares, se detallan las emociones, se relata la atmósfera de un momento específico. Al ser narrado el testimonio se hace memoria, se comparte, se ofrece a los otros, pues el que entrevista es el primero pero no el último que recibe la narración, dice la investigadora en derechos humanos, Nathaly López Martínez.

Una réplica de esa pieza está también en Nezahualcóyotl, Estado de México, y una de las precursoras de su disposición frente al palacio municipal de ese lugar fue precisamente Irinea Buendía. La diferencia es que la Antimonumenta de Neza tiene además una triada de cruces pintadas de rosa que reclaman justicia y entre una y otra hay un tendedero de bordados que mujeres feministas de las periferias realizaron con los nombres de las víctimas.

En las calles se han configurado otras formas de hacer memoria, con protestas, marchas, rodadas y veladas en las que el nombre de las mujeres es enunciado, donde las familias hablan de sus casos, exigen justicia y denuncian las malas practicas de las autoridades o su omisión. Las calles son también un lugar donde el arte y la memoria se plasman como una sola cosa.

La calle se funde con el arte

Hace tres décadas, cuando los feminicidios en Ciudad Juárez ocurrían a todas horas y constantemente, las madres y familiares que buscaban justicia y prácticamente investigaban sus propios casos, como parte de su lucha comenzaron a pintar las paredes abandonadas con los nombres de cada una de las víctimas y colocar cruces o referencias artísticas en los lugares en que habían desaparecido o encontrado su cuerpo, para que todos los habitantes recordaran quién era y dónde ocurrió. La comunidad artística así se sumó a esta batalla. Era una forma, decían entonces las organizaciones, de crear conciencia, sensibilizar a la sociedad y construir solidaridad. Y desde entonces se ha extendido por todo el país.

Más allá de los familiares incansables de las desaparecidas y asesinadas, quienes han tomado su propio camino frente a la insensibilidad de los gobiernos y la ineficiencia de las instituciones, existe también una serie de artistas que luchan contra la indiferencia”, dice Karla Gasca Macías, licenciada en Cultura y Arte por la Universidad de Guanajuato.

Gasca Macías pone de ejemplo la intervención Zapatos Rojos de Elina Chauvet, a cuya hermana la mató su marido en 1993. La artista dispuso en 2009 sobre el suelo de una plaza en Ciudad Juárez un total de 33 pares de zapatos rojos de mujer. La muestra causó impacto por la ausencia. Aquellos pares de calzado representaban mujeres asesinadas, fue un recordatorio potente sobre la violencia.

Otra forma en la que la memoria de las mujeres asesinadas se mantiene viva es a través de murales. La artista plástica, Norma Aidé Jiménez Osorio, ha realizado una decena de piezas en las calles del estado de México y Puebla, con el rostro de las víctimas, una de ellas fue para recordar a Diana Velázquez Florencio, mujer asesinada en Chimalhuacán hace cuatro años.

“Estamos a prueba de todo el dolor y de todas las injusticias, de todo este sistema corrupto, omiso, indolente que nos deja en vulnerabilidad, a nosotras, no a los asesinos“, dijo la madre de Diana al concluir una audiencia por el caso de su hija el pasado 6 de julio.

Pedro Peña, un artista urbano y muralista conocido como Mickrone, también se ha dedicado a realizar murales sobre las víctimas de feminicidio. El más reciente fue para Renata Martinely, una adolescente de 13 años asesinada en Ixtapaluca, estado de México en diciembre del año pasado.

Los murales son un ejercicio de memoria, incluso de respeto a las personas fallecidas y violentadas, pero también es un ejercicio de protesta. Las personas siguen ahí, las familias siguen ahí exigiendo justicia y luchando. Entonces no solo es un ejercicio de memoria, es una consigna, porque las cosas siguen pasando”, dice Mickrone en entrevista.