Guadalupe Ramírez Rojas, cortar y vestir el celuloide

29 de Abril de 2024

Guadalupe Ramírez Rojas, cortar y vestir el celuloide

Admiradora de Pedro Armendáriz y en un oficio tan delicado en el corte de negativos, ella será de las primeras cinematografistas que recibirá un homenaje en el GIFF

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Cuando Guadalupe Ramírez Rojas habla sobre su trabajo en el celuloide, sus ojos se inundan de luz, una muy similar a la que emiten las lámparas que alumbran los sets de filmación que ella veía cuando su padre la llevaba, cuando era niña, a los estudios para maravillarse por lo bien diseñadas que estaba las calles que ya esperaban a las estrellas del cine mexicano, especialmente a Pedro Armendáriz, de quien se declara admiradora. Pedagoga de profesión, pero cinematografista por herencia, lleva más de 48 años de trayectoria —31 de ellos en la dirección del departamento de corte de negativo — en los Estudios Churubusco.

En este tiempo ha desempeñado actividades como lo es sincronizar películas nacionales y extranjeras, ensamblar, cortar negativo, revisar y restaurar todo tipo de materiales y formatos fílmicos; y será este año cuando reciba un homenaje por su trayectoria en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés).

Como cortadora de negativo en películas ha estado involucrada en Principio y fin de Arturo Ripstein; Amores perros de Alejandro González Iñárritu; Sólo con tu pareja de Alfonso Cuarón; El Bulto de Gabriel Retes; Lola de María Novaro; Atlético San Pancho de Gustavo Loza; Santitos de Alejandro Springall; La mujer de Benjamín de Carlos Carrera; y Párpados azules del actual presidente de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), Ernesto Contreras, por mencionar algunas.

En 40 años de trabajo has visto muchas películas sin vestir, ¿eso no te ha quitado el gusto por el cine?

—No para nada. Al contrario, me aumenta las ganas de verlo.

¿Y cuál es tu género favorito?

—Me gusta que el cine me haga reír. Una buena comedia es lo que más me entretiene, que te desestrese. También me gustan las de la época de oro del cine mexicano, en las que salía María Félix, Pedro Armendáriz y Pedro Infante.

¿Cuál es tu película favorita, obviamente de las que no hayas hecho?

—El niño de pijama de rayas, porque también me gusta el cine extranjero.

Y hablando de Pedros ¿a cuál escogerías: Infante o Armendáriz?

—Ambos me gustan, pero Pedro Armendáriz es a quien admiro más. Era muy buen actor, muy guapo, con mucha presencia. Estoy más familiarizada con su figura porque mi papá nos contaba que lo veía en los foros y que le parecía un gran hombre.

¿De niña te llegó a llevar tu papá a los foros de grabación?

—Yo tenía 10 años cuando vi por primera vez un set. Cuando algún equipo de grabación salía de los estudios, mi papá nos llevaba a mis hermanos y a mí a los foros en la noche. Entonces yo al ver los foros pensaba que eran inmensos; imagínatelos alumbrados, se veían muy bonitos con sus calles tan bien hechas.

¿Entonces es ahí cuando decides entrar a trabajar en el cine?

—Sí. Se abrió una oportunidad y con ayuda de mi papá pude entrar al laboratorio, pero lo demás fue por mi cuenta: el esfuerzo, la dedicación, las ganas de trabajar.

¿Estudiaste algo en especial para entrar al laboratorio?

—No. Desde que entré fui aprendiendo y escalando varios peldaños hasta que fui jefa de departamento. Pero a la par de que estaba en el laboratorio, estudié la carrera de Pedagogía en la UNAM.

¿Ejerciste como pedagoga?

—No. Salía muchísimo trabajo y me llamaba más la atención seguir ahí. No me pesa, estar en esta industria me hace sentir bien, he tenido buenas experiencias.

¿Qué es lo que más recuerdas de tu primera experiencia en el laboratorio?

—Cuando ingresé al laboratorio fui capacitada por otra mujer que me dio una serie de clases muy rápidas para trabajar con el negativo que es muy delicado. Comencé como auxiliar en el

departamento de corte sincrónico.

¿Sólo has tenido acercamiento al cine dentro del laboratorio?

—También aprendí a hacer otras actividades. Llegaban a entregar material para armar los comerciales filmados que se proyectaban en la pantalla, antes de que comenzara una película, aprendí a manipular una máquina en la que unían dos negativos, que llamamos líder, a base de calor.

Te ha tocado el cambio de épocas y de tecnologías en el laboratorio ¿cómo ha sido?

—Me han tocado todos los procesos desde que comencé. Por ejemplo, a empatar el filme positivo con el sonido magnético hasta el manejo digital.

¿Cuál es la diferencia entre el anterior sistema y el actual?

—En el laboratorio ya no tengo copia de trabajo, ya no veo imagen al hacer el corte. Solamente un listado de key number. Además, yo fui la primera que cortó un negativo con un listado de base.

¿Extrañas tener el celuloide entre tus manos?

—Poco. A todo te tienes que adaptar y dejar atrás lo que sabías hacer para entrar de nuevo al cambio. Una se va adaptando a las tecnologías y a mí me han tocado varios. Es muy delicado, si no lo sabes tocar se corre el riesgo de que se manche, se raye y eches a perder la película.

¿Tienes algún director consentido?

—¿Cómo te explico? Los directores llegan al laboratorio con su película y durante el proceso que lleva sacar su copia están ahí y luego se van. Si tienen otro proyecto, regresan y se acercan con un ‘quiero esto o quiero el otro’. Dentro del laboratorio tenemos más acercamiento con el editor y el posproductor.

¿Qué es lo que pensaste cuando te anunciaron que te harían un homenaje?

—Nunca esperé algo así, que una mujer y cinematografista, del gremio que está del otro lado de la producción, fuera a recibir un homenaje. Es muy emocionante.

¿Piensas en el retiro?

—De momento, no, justo ahora me encargo de la restauración física de varios materiales fílmicos, también estoy colaborando en la Colección Barbachano, un proyecto en el que estamos tratando de restaurar comerciales, programas de televisión, películas y cortometrajes.

En tu trayectoria, ¿cuál es la anécdota que se quedó más grabada?

—Una vez se nos perdió un rollo. En aquellos años había entrado una persona nueva al laboratorio y se le hizo fácil tomar el tráiler de una película y sobre él le fue pegando ese rollo que creíamos perdido. Nos volvíamos locos buscándolo. Hasta después se me prendió el foco: lo montamos y empezamos a sacar la cinta que estaba al final de ese rollo. A todos nos dio risa la ingenuidad de la chica.