Javier Valdez Cárdenas: ¿Punto de inflexión?

29 de Abril de 2024

Javier Valdez Cárdenas: ¿Punto de inflexión?

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Periodismo mexicano se debe institución propia y nacional que defienda la vida de sus periodistas

Diarios de Sinaloa despidieron al ‘bato’ Javier Valdez el día de su último adiós. Foto: Yuri Cortez AFP

> La guerra contra el periodismo es parte del contexto de una batalla intestina que reclama mártires en todas las disciplinas y lugares. Hace falta una estrategia mancomunada de medios y periodistas que mantenga los brazos en lucha, que sea consistente, creativa, sostenida en el tiempo y muy contagiosa, para que este crimen no sea en vano y cambien los parámetros de la justicia y la profesión

Ricardo Trotti* rtrotti@sipiapa.org

El crimen de Javier Valdez Cárdenas ni es más ni menos importante que cualquiera de los otros cien periodistas asesinados en México en los últimos 20 años. Sin embargo, la talla cualitativa de su ejercicio periodístico, así como el respeto de sus colegas por denuncias que volcó en libros con testimonios valientes, ojalá sirvieran como punto de inflexión para que haya cambios y la profesión salga del oscuro submundo de la impunidad.

En la historia del periodismo latinoamericano existen casos como el de Javier convertidos en emblemáticos. No sólo ayudaron a crear conciencia en la sociedad sobre el flagelo de la violencia contra los periodistas y sus efectos contra la libertad de expresión de la sociedad, sino que sirvieron también para movilizar a las autoridades para administrar justicia.

MAPA INTERACTIVO | La ignominia contra periodistas y líderes sociales

Haríamos mal y nos confundiríamos como gremio si sólo pretendiéramos acción de parte de las autoridades. Los casos de José Luis Cabezas en Argentina, Guillermo Cano en Colombia, Tim Lopes en Brasil, Hugo Bustíos en Perú, Jean Leopolde Dominique en Haití, Jorge Carpio en Guatemala o incluso el de Manuel Buendía en México tres décadas atrás, no produjeron cambios sociales por sí mismos o porque los gobiernos asumieron su responsabilidad. Se debió también a la actitud y conducta de los periodistas. Todos, medios y reporteros, en solidaridad y con unidad, y en forma consistente, exigieron cambios, presionaron sin pausa y persistieron tozudamente en sus reclamos.

Es verdad que cada caso nuevo en México concita el interés gremial y de las asociaciones dedicadas a la defensa de la libertad de prensa. La indignación, la frustración y la indefensión profesional se hacen sentir en marchas al Ángel de la Independencia o en las plazas de Culiacán, en espacios pagados y en titulares de los medios más prestigiosos, reclamándosele más determinación al Ministerio Público y que se dote a sus dependencias con mayores recursos económicos, técnicos y humanos para alcanzar justicia.

Todo esto es bueno y marcha en la dirección correcta. Pero es necesario mucho más. Falta una estrategia mancomunada de medios y periodistas que mantenga los brazos en lucha, pese a las adversidades. Que sea una estrategia consistente, creativa, sostenida en el tiempo y muy contagiosa (viral si se quiere adjetivar en esta época) como lo atestiguan los gremios periodísticos de los países citados para que aquellos crímenes no fueran en vano y cambiaran los parámetros de la justicia y la profesión.

›También hay que asumir la realidad. La Justicia por sí sola tampoco será un disuasivo automático para los violentos. La lucha contra el periodismo es parte del contexto de una guerra intestina que reclama mártires en todas las disciplinas y lugares.

Pero mal haríamos en tomar esa guerra como la excusa para no hacer nada. El periodismo mexicano hace mucho que se debe una institución propia y nacional para defender la vida de sus periodistas y la sostenibilidad de sus medios de comunicación. Tiene ahora la oportunidad de asumir sus responsabilidades y debe aprovechar ahora que existen más instrumentos de lucha de los que había antes. La federalización de los delitos contra periodistas, los sistemas de protección, el agravamiento de los castigos y el mayor apoyo social son mecanismos muy importantes, ineficientes y débiles por ahora, pero que pueden maximizarse y perfeccionarse para el bien de la profesión.

El asesinato de Javier reclama que su caso sirva de punto de inflexión, un cambio de actitud, de cultura. Pero no sólo un cambio enfocado en la lícita y legítima defensa corporativa de la profesión, sino en la defensa de la libertad de expresión con el objetivo de que todos los mexicanos gocen de los derechos a la vida y la expresión que les manda su Constitución.

*Director ejecutivo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

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