La violencia en sus múltiples manifestaciones se ha hecho parte de nuestra vida cotidiana, poco a poco la hemos ido normalizando y justificando de acuerdo con nuestra ideología, formación, contexto y personalidad.
Lo que para unos es violento y hasta cruel, para otros es aceptable y justificado. En aras del poder, “superioridad cultural” o hegemonía económica, la humanidad ha sido testigo de horrorosas manifestaciones de violencia que parecieran no haber quedado grabadas en la historia, pues con extrema facilidad repetimos conductas que en el pasado nos trajeron muerte y desolación.
También está el acto cotidiano de violencia y transgresión, ese al que le damos poca importancia, que nos convierte en hábiles, temerarios, astutos, en “chingones” pues.
Hoy en día mujeres, niñas, niños, adultos mayores y hasta animales son víctimas frecuentes de hechos de violencia. Las agresiones no respetan edad, sexo o condición social.
Diversas disciplinas nos han intentado explicar por qué los seres humanos somos violentos, la psicología, la neurociencia, la sociología y hasta la filosofía, han abordado el tema con la finalidad de arrojar un poco de luz y con ello, los seres humanos entendamos que es lo que pasa y podamos evitarlo.
¿Hasta dónde hemos condicionado nuestras propias relaciones al ejercicio del poder, que con facilidad de transforma en violencia?
Nos han enseñado a ganar, a tener la razón, a sentirnos superiores, también aprendimos a ambicionar sin medida y a codiciar lo ajeno.
La violencia que hoy vemos no es necesariamente la que ocurre en defensa de lo propio, de la subsistencia o la conservación de la vida; el ser humano puede ser agresivo de manera defensiva, pero se torna violento cuando a esa agresividad se suma un estado alterado y tiene una consecuencia también social.
Somos testigos de como la violencia se ha enquistado en todos los ámbitos, una sociedad que apenas sale de la pandemia provocada por el covid-19, ahora enfrenta una guerra; los partidos de futbol, que antes eran el esparcimiento familiar, se convierten en batallas campales sin razón alguna; regiones completas de nuestro país son dominadas por la crueldad del crimen organizado; las mujeres del mundo tienen que manifestarse para alzar la voz y pedir que de una vez por todas cese la violencia de genero y el feminicidio.
La condición multifactorial violencia hace de su entendimiento y erradicación una misión casi imposible, sin embargo, si hay pistas para resolver de manera mucho más eficientes los conflictos. El diálogo es la llave que desarticula a la violencia y a la agresión.