La noche que Times Square calló

28 de Abril de 2024

La noche que Times Square calló

Hace 70 años que dos candidatos a la Presidencia de EU no se encontraban en el mismo estado

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Juan Pablo de Leo | Enviado

Nueva York, E.U. Times Square con sus características pantallas gigantes y luces multicolores por todas partes se pintaba de rojo, azul y blanco. La jornada electoral en Estados Unidos era seguida atentamente por miles de paseantes que cada día visitan el epicentro turístico de la ciudad más concurrida de Estados Unidos. Cada año, tanto turistas como neoyorquinos asisten para compartir, entre medios y pobladores, eventos como el Año Nuevo para observar la inmensa esfera de luces que desciende segundo a segundo anunciando la llegada de la festividad. En esta ocasión no. La expectativa y emoción que se sentía en el lugar fue transformándose de incertidumbre a tristeza, de ambiente festivo a incredulidad. ES DE INTERÉS Trumpbosis. Yes, we can! Apatía demócrata catapultó a Trump Trump a Obama: “fue un honor” Felicitaciones republicanas a regañadientes Clinton derrota a Trump en voto popular VIDEO | Actos racistas se multiplican en EU A partir de las ocho de la noche se comenzaron a conocer los resultados, mientras que las personas se detenían para atender lo que ocurría en las pantallas gigantes. Cada resultado era consultado y confirmado a través de los teléfonos celulares. Las pláticas, las preguntas sobre la elección entre amigos y familiares podía ser escuchada en más de cinco o seis idiomas diferentes. El mundo en Nueva York estaba al pendiente. Sin embargo, el silencio comenzó a dominar la escena hasta volverse sepulcral por algunos minutos. Silencio que sólo era interrumpido por los cánticos de jóvenes en plena celebración que gritaban las mismas consignas que imperaron durante la campaña presidencial republicana. “U-S-A, U-S-A! o Lock her up!”. Sí. Lo impensable había ocurrido. Donald Trump era confirmado como el ganador de la contienda presidencial.

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Era ya de por sí una jornada histórica en esta ciudad. Hace 70 años que dos candidatos para la Presidencia de Estados Unidos no se encontraban con sus centrales de campaña en el mismo estado, ya no se diga en la misma ciudad. Un radio de siete kilómetros de distancia entre Manhattan y Hells Kitchen se convirtió en el núcleo de la elección en el país. Del Javits Convention Center en donde Hillary Clinton tenía pensado llevar a cabo su evento de celebración, a la 5ta Avenida que en la calle 57 alberga la Torre Trump, en la que el todavía candidato siguió toda la jornada electoral con su familia y colaboradores más cercanos. Ambos fueron resguardados por más de cinco mil elementos policiacos de diferentes dependencias federales y estatales.

Un operativo de seguridad con pocos precedentes: la vista del papa Francisco, el presidente Obama y otros mandatarios internacionales a la Asamblea General de las Naciones Unidas, llevada a cabo hace un año. Solamente entonces, el 8 de noviembre, Nueva York se convirtió en la ciudad mejor resguardada y más segura del mundo.

›La vida en Nueva York no es sencilla. Si no, habrá que preguntarle a Hillary Clinton, quien fue senadora por ese estado.

Ya lo decía Frank Sinatra: si la puedes hacer aquí, la puedes hacer en cualquier parte. Con sus enormes edificios, la selva de concreto muchas veces resulta abrumadora. Caminar sus calles, así como convivir con su gente no resulta tarea sencilla, aun siendo un lugar amigable para los turistas, porque cada día es diferente que en cualquier otra parte de Estados Unidos. Dura e indiferente.

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A Nueva York no le importa si puedes o no con ella o caminas o te pasan por encima, una buena analogía para lo que se vivió en esta elección. Conocida por su diversidad, por ser liberal y progresista, la ciudad vivió una jornada de matices en sus condados. De Manhattan a Brooklyn, de Queens al Bronx, de Wall Street al Meat Packing District, las experiencias en las escuelas instaladas para ser casillas de votación cambiaban con respecto a los habitantes que integran cada una de las comunidades. El común denominador, a pesar de las diferencias siempre fue la celebración democrática sin importar las condiciones demográficas que imperan en dichos condados. Una estampa de “Yo voté” era portada con orgullo por las personas que salían luego de emitir su sufragio. En algunos condados se observaron filas de hasta tres horas que fueron abiertas desde las seis de la mañana, comunidades de hispanos, entre puertorriqueños, dominicanos, mexicanos, además de árabes y judíos; afroamericanos, haitianos, jamaiquinos y docenas de otras nacionalidades e ideologías se formaban juntos, en el mismo lugar, a la espera de emitir su decisión a través del voto.

Medios de comunicación, analistas y encuestadores llegaban a la elección con una certidumbre acerca de las posibilidades de Hillary Clinton. En los barrios mexicanos como Queens, la participación era ligeramente mayor a la que se obtuvo en las últimas tres elecciones. Los habitantes de las diferentes localidades sentían que había algo más grande en juego que una elección presidencial. Para ellos estaba en juego su permanencia y posición entre la sociedad estadunidense, un argumento suficientemente convincente como para provocar el voto, no tanto por la celebración de la democracia, sino por las consecuencias que esperaban en caso de que se diera el resultado que finalmente confirmó la victoria de Trump. En otros lugares de la ciudad donde la vida es menos familiar y más empresarial como Wall Street, las personas no tienen tiempo de detenerse a votar. La vida aquí es tan rápida y ágil que a muchos les pasó de día la elección presidencial, hasta que al caer la noche los resultados movieron de forma negativa los mercados. Entonces sí les importó.

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Donald Trump y Hillary Clinton llegaron a Nueva York el martes por la madrugada, luego de hacer una última parada de campaña en Michigan y Carolina del Norte. La ciudad sentía su presencia. El río Hudson reflejaba a los cristales del Javits Convention Center, el imponente sol que salió para acompañar la celebración democrática. Un clima inusualmente cálido para esta época del año, con cielo azul sin una sola nube en el panorama parecía invitar a una celebración por todas las razones correctas. A 16 calles y dos avenidas, la Torre Trump de igual forma, abrazada directamente por el imponente rayo de sol, se había convertido en el nuevo centro turístico de la ciudad. Conforme pasaban las horas, ríos de personas caminaban hacia el encuentro con Hillary, mientras turistas y republicanos se apostaban afuera de la torre del magnate para fotografiarse junto a las letras doradas de Trump, a la cabeza de la entrada del edificio que se han convertido hoy en un punto de referencia para visitantes y locales por igual. Dos neoyorquinos, a cuadras de distancia, luchando por la atención y el poder.

Eran las dos de la madrugada en Nueva York, cuando ante la insistencia de los asistentes al lugar y tras darse a conocer el resultado, John Podesta, jefe de campaña de Hillary Clinton, salió al estrado preparado para celebrar la vocería de Clinton que nunca llegó, para pedirle a las personas que se fueran a casa.

La mayoría de las jóvenes que asistieron al encuentro iban a celebrar a la primera mujer en la historia de Estados Unidos de América en ganar la presidencia. Un hito del cual querían ser testigos. Presenciar un momento histórico que nunca llegó. El simbolismo sobre el rompimiento del techo de cristal en la política estadunidense, de acuerdo a la arquitectura cristalina del espacio, no pudo ser. Las sonrisas y esperanzas con las que llegaron al centro de convenciones se convirtieron en lágrimas y lamentos a la salida. Ya de madrugada, mientras los trabajadores, literalmente, guardaban y llevaban de regreso el confeti, cancelaban los fuegos artificiales planeados para su detonación por encima del río Hudson.

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A tan sólo unos kilómetros, vendedores de parafernalia y recuerdos se amontonaban sobre la banqueta contraria a la Torre Trump. Las gorras -cachuchas rojas con el lema Make America Great Again dominaban poco a poco la escena en la Quinta Avenida. De llantos a cánticos. De lamentos a celebraciones. Nueva York cumplió con su promesa de avasallar a quien no se quitó del camino.

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La noche larga para algunos aún no llega a su fin, mientras Nueva York vuelve a la normalidad. Esa noche en la que Nueva York calló y quedó pendiente la fiesta que nunca fue.