La nueva era de la guerra, la salud y el arte

24 de Abril de 2024

La nueva era de la guerra, la salud y el arte

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El sábado 9 de octubre en la ciudad de Bonn ocurrirá en la música un hecho que mostrará los alcances de las inteligencias artificiales, pero que sólo confirmará que se trata de una nueva revolución que está ya impactando la industria de la guerra, del arte, los servicios y de la información

La inteligencia artificial (IA) ha tenido una evolución meteórica en los últimos años, especialmente en el área de aprendizaje y comportamiento emocional. Este crecimiento es tan vertiginoso, que el Foro Económico Mundial considera que esta tecnología será la cuarta revolución industrial de la humanidad.

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Si Sophia, el primer robot en recibir una ciudadanía, sorprendió al mundo por su habilidad para conversar y entender las emociones de sus interlocutores, los progresos de los últimos meses superan, por mucho, a los de esta conversadora humanoide.

El futuro que se esperaba desde las primeras inteligencias artificiales se ha convertido en realidad; hoy máquinas que piensan por sí mismas interactúan con nosotros sin que siquiera lo notemos, desde chatbots, hasta asesores emocionales. La vida automatizada pronto tomará el control de otras tareas más complejas como la medicina o la guerra.

Hace tan sólo unos días, investigadores de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign en Estados Unidos desarrollaron un nuevo sensor con IA capaz de detectar no sólo si un virus está presente, sino su capacidad para infectar, una distinción vital que podría evitar el surgimiento de otra pandemia como la de Covid-19.

Pero los alcances de esta tecnología no se limitan a los campos creativos o de ciencia, también han incrementado la capacidad de los principales ejércitos del mundo, que ya invierten cantidades multimillonarias en desarrollar y mejorar soldados robóticos, que además de cometer menos errores, tampoco tengan que lidiar con la carga emocional de herir o asesinar a una persona.

La inteligencia artificial y sus alcances tocan los límites entre lo ético y el progreso, un dilema antiguo que podría requerir nuevos enfoques para ser resuelto.

¿Sabías que? En 1943, Warren McCulloch y Walter Pitts presentaron su modelo de neuronas artificiales, considerado el primer trabajo de inteligencia artificial.

La creatividad humana en manos de los robots

A inicio de este siglo, los robots eran vistos como simples máquinas que podrían realizar tareas automatizadas y aburridas, mientras que las labores creativas se mantenían en el campo humano. Pensar, razonar y encontrar otros caminos para resolver un problema, así como transmitir emociones o fabricar arte, era una área reservada para las personas.

Sin embargo, todo cambió con el desarrollo de las primeras redes neurológicas artificiales, que no estaban diseñadas para realizar tareas programadas, sino para aprender a pensar por sí mismas. Un salto que si bien abría una frontera de posibilidades para nuevos desarrollos, también encendió el debate sobre la parte ética de enseñar a las máquinas a razonar.

Las discusiones sobre la ética de la robótica, que alguna vez pertenecieron al campo de la ciencia ficción, saltaron a la realidad cuando las primeras inteligencias artificiales se liberaron al mundo. ¿Era demasiado peligroso enseñar a una máquina cómo pensar? ¿Podrían desarrollar sociedades más avanzadas que la humana?

Esas y otras preguntas comenzaron a poner sobre la mesa algunas preocupaciones reales sobre el papel que los humanos podrían tener en un mundo, donde las máquinas pensaran por sí mismas, pues mientras algunos empleos poco especializados —como el de cobrar en un estacionamiento— se sustituyeron con máquinas, el surgimiento de las IA´s comenzó a amenazar otros trabajos más complejos.

La creatividad y el arte dejaron de ser un asunto exclusivo de los humanos. En la última década no sólo surgieron bots que creaban pequeñas piezas musicales perfectas para contenidos multimedia, como videos o comerciales, también aparecieron inteligencias artificiales capaces de imitar pinturas clásicas o realizar sus propias obras basadas en una serie de emociones programadas.

El avance de estas inteligencias artificiales es tal, que una de ellas, llamada Playform AI, fue utilizada para completar la décima sinfonía de Beethoven, una pieza que quedó incompleta tras la muerte de su autor en 1827 y que ha intrigado a expertos en la música por casi dos siglos, que intentaron terminar esta obra sin éxito.

La tarea de terminar esta pieza se centró en un equipo de musicólogos que enseñaron a Playform cómo armonizar una línea y analizar otras obras de este autor para poder encontrar patrones de composición que permitieran crear el resto de la sinfonía, tal y como si la hubiera escrito el propio Beethoven.

El resultado parcial fue tan exitoso, que expertos en música fueron incapaces de distinguir la composición original de la elaborada por el robot en una pequeña muestra de dos minutos, aunque la obra final se dará a conocer el próximo sábado 9 de octubre en un concierto que se realizará en la ciudad de Bonn, pueblo natal de Beethoven, y que se transmitirá a todo el mundo.

El dato. La inversión en inteligencia artificial para diseño y descubrimiento de fármacos aumentó en 2020, con más de 13.8 mil millones de dólares, es decir, 4.5 veces más que en 2019.

Engaños y desinformación de la mano de los robots

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Los programadores de distintas inteligencias artificiales han encontrado un futuro prometedor en el campo de la edición de imágenes, especialmente aquellas que pueden manipularse para alterar la realidad y cambiar la percepción de las personas.

Si bien antes era cierto que una imagen valía más que mil palabras, esto dejó de ser válido en la época de los montajes multimedia, o deepfakes, en donde los programas de inteligencia artificial son capaces de recrear vídeos de famosos o políticos declarando cosas que jamás han dicho en realidad, e incluso provocar disputas de gran escala.

Claro que esta tecnología también puede utilizarse para fines más inocentes como el entretenimiento; de hecho, Carrie Fisher pudo aparecer en una última entrega de Star Wars después de su muerte gracias a los montajes de vídeo con inteligencia artificial. Incluso se han generado pequeños negocios en donde famosos envían mensajes personalizados por un costo relativamente pequeño.

Pero esta fusión entre la imagen real y aquellas que no son ciertas puede poner en duda el trabajo informativo, y es que en un mundo en donde se pueden alterar o fabricar las declaraciones de cualquier persona, la verdad se vuelve complicada y contribuye a la desinformación; así como a una tendencia de historias “alternas” que se nutren de datos poco fiables.

La muestra más clara de este tipo de engaño es el último libro de Jonas Bendiksen, fotoperiodista y documentalista holandés, quien fabricó parte de El Libro de Veles a través de software de inteligencia artificial, así como personas falsas que creó en distintos programas de diseño en tercera dimensión.

El holandés realizó fotografías de paisajes reales, pero montó en ellas personas que nunca existieron porque fueron fabricadas en la computadora, además permitió que el ensayo que acompaña estas instantáneas fuera creado por bot de escritura, mientras que él solo editó partes para darle sentido. El timo no fue detectado por miles de expertos y personas que compraron el libro, que parecía totalmente hecho por un ser humano.

Aunque el experimento de Bendiksen estuvo motivado por la curiosidad sobre el alcance de este tipo de inteligencias, no existe garantía de que su uso siempre esté enfocado en algo honesto, por lo que algunos han planteado la necesidad de frenar el uso generalizado de estas tecnologías, pero ¿es posible hacerlo ahora?

12 mil millones de solicitudes o preguntas de 133 millones de usuarios activos ha recibido Cortana, el servicio de asistente inteligente de Microsoft.

La ética de la cuarta revolución

El efecto de las inteligencias artificiales en diversos sectores sociales ha convertido a esta tecnología en un factor clave para la evolución de distintas industrias, no en vano se considera que son el comienzo de una cuarta revolución que deberá limitarse a un marco ético estricto, en el que se discutirán desde el uso de datos personales, hasta el desplazamiento laboral.

Un grupo de trabajo formado por el Foro Económico Mundial ha explorado estos dilemas éticos e identificó la necesidad de compartir las mejores prácticas de programación ética entre todos los desarrolladores de este tipo de tecnología, esto con el fin de crear un paradigma responsable con el uso de los diferentes tipos de inteligencia artificial.

Entre las compañías que forman parte de este grupo se encuentra Microsoft, cuyo objetivo principal es cerrar la brecha de intención-acción, que las empresas tienen al momento de definir sus compromisos éticos con ese tipo de tecnología, y es que a pesar de las promesas ideales que se formulan en papel, las prácticas comerciales pocas veces las cumplen.

Los principales hallazgos de este caso se pueden resumir en cuatro puntos que rescatan lo esencial para asegurar un desarrollo ético de las inteligencias artificiales alrededor del mundo. Primero la innovación responsable tiene que ir de la mano de un cambio de cultura general, en el que el trabajo se persiga como aprendizaje y no sólo como un medio de supervivencia.

El centro de inteligencia artificial de Microsoft incluye tres equipos internos enfocados a la ética y efectos de este tipo de tecnología en la población, la salud y la economía, tanto local como global, por lo que se considera una cadena de servicios que cambiará el mundo para siempre, e incluso se han desarrollado estándares de IA responsable que siguen las leyes básicas de la robótica.

Aunque este tipo de límite se han planteado en estos comités la realidad avanza por un carril muy diferente, y es que existen múltiples desarrollos armamentísticos que utilizan inteligencia artificial para mejorar sus características. No se trata únicamente de drones de combate, también se incluyen software de reconocimiento facial y hasta humanoides que serán los soldados del futuro.

Esto no es sólo especulación, a inicio de este mes, la compañía inglesa Elbit Systems presentó ARCAS, una aplicación de combate para rifles de asalto que permite detectar y reconocer enemigos mediante realidad aumentada, e incluso da información sobre el estado del arma, las balas, distancia y corrección del tiro, como si se tratara de cualquier videojuego de disparos.

Expertos en materia de inteligencia artificial y ética robótica han señalado que estos límites deben imponerse a todo tipo de aplicaciones desarrolladas con esta tecnología, incluyendo las de los servicios de seguridad nacional o los ejércitos. Sin embargo, es poco probable que las empresas armamentísticas, así como los gobiernos, renuncien a estas mejoras que eventualmente podrían representar mayores ganancias.

Con esto en mente, algunos grupos de trabajo han propuesto que se creen órganos reguladores de las inteligencias artificiales; así como una serie de protocolos que garanticen el buen uso de esta tecnología. Por el momento, los alcances de las IA´s se han limitado a divertirnos, o ayudarnos en tareas relativamente sencillas, pero nuevas fronteras se aprecian ya en el horizonte.

A pesar de este panorama, diversos expertos como Eduardo Mosqueira Rey o Nere Luis, se muestran positivos ante los miles de avances que aún quedan por explorar a través de esta tecnología, e incluso apuestan por una integración natural de estos procesos con el día a día, como una forma de mejorar el estilo de vida de las personas. La inteligencia artificial, por aterradora o magnifica que parezca, tomará el rumbo que sus creadores le indiquen, por lo que las decisiones de hoy afectarán no solo el futuro más lejano, sino nuestro mañana inmediato.