Con el asesinato de 38 sacerdotes católicos de 2012 a la fecha —nueve de ellos ocurridos en lo que va del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador—, México está cerca de convertirse en el país más peligroso del mundo para los líderes religiosos.
La macabra cifra está cerca de los 39 crímenes ocurridos en el mismo lapso en Nigeria, según un reporte reciente del Departamento de Iglesia y Sociedad del país africano, identificado como el lugar donde la Iglesia católica sufre mayor persecución.
Este miércoles el portal estadounidense de noticias sobre política y sociedad The Hill publicó un artículo de opinión titulado “México es oficialmente el lugar más peligroso del mundo para ser sacerdote”.
Firmado por Kelsey Zorzi y Julio Pohl García, el texto refiere que además de los 38 sacerdotes católicos ultimados en México, entre 2012 y 2022 también han sido asesinados 34 líderes evangélicos, lo que revela que la violencia también la padecen los grupos religiosos no católicos.
PUEDES LEER: “Queremos paz": Iglesia católica condena ataque a sacerdotes
“La mayoría de esos asesinatos siguen sin resolverse y algunos líderes religiosos han perdido la fe en la respuesta de las autoridades mexicanas”, señala la publicación, que cita declaraciones del párroco Alfredo Gallegos, conocido como “Padre Pistolas”, quien ha invitado a los habitantes a conseguirse un arma porque “los sicarios vienen, se llevan el ganado, violan a tu mujer y a tu hija, y tú no haces nada”.
En su más reciente informe sobre Libertad Religiosa Internacional, el Departamento de Estado advierte en el capítulo sobre México que los sacerdotes católicos y otros líderes religiosos se han vuelto blanco de ataque debido a que “condenan las actividades delictivas y porque las comunidades los consideraban figuras de autoridad moral”.
Según versiones de organizaciones no gubernamentales recogidas por el Departamento de Estado, la violencia contra ministros de culto también se ha intensificado porque las bandas del crimen organizado estiman que con esos ataques “crean miedo en la comunidad y una cultura del silencio, lo que les permite que el tráfico criminal de drogas y armas continúe sin obstáculos”.
SIGUE LEYENDO |