Desafortunada desmemoria

6 de Mayo de 2024

María Idalia Gómez
María Idalia Gómez

Desafortunada desmemoria

maria idalia gomez

En México estamos llegando a un punto en el que no importa el hablar desde la total ignorancia, ni los antecedentes de los hechos, la historia o el contexto; lo que importa es la confrontación, denostar, acusar, exhibir o simplemente tener la razón.

Pero es importante la memoria. Cuando el grupo criminal de Los Zetas se integró a servir a finales de los 90 a Osiel Cárdenas Guillén, entonces líder del Cártel del Golfo, se constituyeron en el primer grupo paramilitar en México, porque los fundadores eran desertores del Ejército. Estaban altamente entrenados operativa y tácticamente, al pertenecer a un grupo especial de la Defensa. Esto permitió que su jefe pudiera evitar por muchos años ser capturado, utilizaban para ello técnicas de inteligencia y contrainteligencia.

La estructura que construyeron Los Zetas establecía rangos a los que ascendían, disciplina férrea y campos de entrenamiento; así como un área de inteligencia y análisis, y otra operativa.

Cárdenas Guillén (que en 15 meses saldrá de prisión en Estados Unidos, de acuerdo a su ficha), fue detenido en 2003.

Las escuchas telefónicas de la época daban cuenta cómo sus sucesores no mantuvieron dentro del cártel a Los Zetas, porque resultaba muy costosa mantener su estructura y en un par de años se independizaron para formar su cártel, lo que desató la guerra en el país y le cambió el rostro al narcotráfico.

Comenzaron a prestar sus servicios como sicarios o escoltas de los grupos que lo solicitaban; también peleaban por zonas de tránsito o se aliaron con grupos más pequeños. Fueron creciendo. Y sus enemigos construyeron ejércitos similares para enfrentarlos, como ocurrió en el caso del Cártel Jalisco Nueva Generación, por ejemplo.

Tamaulipas fue su laboratorio desde los albores de los años 2000. Allí establecieron la tortura (tablazos) como una forma de advertencia; el halconeo bien entrenado y estructurado en puntos clave, utilizando niños y jóvenes o mujeres, personas que pasaban desapercibidas; clonaron patrullas o vehículos oficiales; pintaron sus vehículos tipo militar y utilizaron los uniformes similares a las Fuerzas Armadas, para confundir a la población, pasar desapercibidos y generar caos; y elaboraron sus blindajes artesanales para los enfrentamientos.

Los documentos en México y Estados Unidos, elaborados por las autoridades, muestran que implementaron una nueva versión de “leva” en la que primero por convencimiento y luego secuestrando jóvenes desde 12 años, mexicanos o inmigrantes, para que sirvieran como sus ejércitos.

Pero eso no bastó, crearon medios digitales que aparentaban ser periódicos válidos, que manejaban información de su interés estratégico y se encargaron de silenciar al resto de los medios, ya sea con llamadas directas a las redacciones o designando de forma voluntaria u obligada a un hombre o mujer periodista para que recibiera los mensajes sobre la información que debían publicar o no todos.

También crearon organizaciones defensoras de derechos humanos, para “manifestarse” cuando fuera necesario. Y obviamente se apropiaron de empresas, casas o fincas. Sometieron o se asociaron con sindicatos.

Los registros muestran cómo fueron de los primeros en incursionar en robo de combustible y hasta petróleo, prácticamente apoderándose de ductos y poliductos.

Fueron responsables de crímenes de periodistas que nunca han sido resueltos, porque los supieron disfrazar de otro tipo de ataques, pasional o lanzaban una estrategia de desprestigio en conjunto con autoridades e informadores corruptos.

La sentencia del exgobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington, nos recuerda el nivel al que llegaron en Tamaulipas; lo mismo que las investigaciones contra Francisco García Cabeza de Vaca y Américo Villarreal en Estados Unidos evidencian que eso no ha terminado.

Tamaulipas también se convirtió en un punto de abusos militares, porque sigue siendo un territorio en guerra. Desconfiar se hace necesario, probar aún más. Pero sobre todo recordar el grado de descomposición que existe.

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