La visión estratégica de Estados Unidos sobre la migración desordenada que recorre América Latina está cobrando cada vez más forma en Centro y Sudamérica. Se trata de acciones concretas con un solo fin: frenarla e identificar a los grupos criminales y líderes con intereses económicos que la están fomentando, y a las organizaciones terroristas que las están utilizando para infiltrarse, para detenerlos.
En el discurso público, especialmente el que se emite desde Palacio Nacional, tal parecería que México no está en sintonía y no ha comprendido los temores estadounidenses, y su determinación por cerrarle el paso. Y no únicamente con inversiones económicas, sino con tecnología y con la libertad de hacer operaciones policiaco-militares, para detener a sus objetivos.
Sin embargo, en las reuniones privadas entre autoridades mexicanas y estadounidenses tal parece que el presidente André Manuel López Obrador y su equipo sí lo entienden. Al menos los informes de las distintas agencias del país del norte y las expresiones públicas de funcionarios de aquel país se reconoce la “amplia cooperación” y “el compromiso” de México en materia migratoria.
¿Desde qué postura está definiendo sus acciones Estados Unidos sobre este tema? No sólo desde impedir que personas en busca de oportunidades lleguen a su frontera sur y pretendan ingresar de manera ilegal o legal, lo que representa invertir enormes recursos administrativos y de seguridad; sino que se trata de un verdadero temor de la infiltración de grupos radicales, de terroristas a su territorio infiltrados en la migración.
El congresista republicano August Pfluger comentó apenas el martes, en una sesión de su Comité, que el trabajo con el gobierno de Panamá era exitoso, especialmente por las medidas de seguridad que han implementado de manera conjunta con Estados Unidos. Y es que la intensidad del aeropuerto panameño y su puntos de conexión comercial lo obligan a ello.
En tiempos recientes, explicó Pfluger, a través del sistema de identificación biométrica, han logrado establecer la identidad de 52 personas que podrían calificar como terroristas, de acuerdo a las alertas emitidas por las agencias de Estados Unidos y Europa. Se trata de pasajeros que aparentan ser turistas y que como último punto de embarque aparecen países sudamericanos; es decir, disfrazan su verdadero punto de origen tomándose el tiempo de transitar por el Continente.
Pero Panamá no es el único país que está cooperando con las agencias norteamericanas y que ha tenido estos resultados. El subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de Estados Unidos, Brian Nichols, expuso en esa misma sesión, en la que comparecía ante el Comité de la Cámara de Representantes, al referirse a los temas de la próxima Cumbre entre los presidentes Joe Biden, Justin Trudeau y Andrés Manuel López Obrador, que México estaba comprometido y cooperaba con las políticas estadounidenses de migración, pero que además le estaban pidiendo que se respetaran los derechos humanos de las personas en tránsito.
Nichols también comentó el compromiso de otros países en el Continente, como Colombia y algunos Centroamericanos, y que algunos de ellos estaban implementando medidas de seguridad para identificar a terroristas.
Lo que no dijo el subsecretario, porque nadie se lo preguntó de forma específica, es que México ya está permitiendo operaciones en el territorio para detener a blancos específicos de interés, que las agencias estadounidenses han identificado como líderes de grupos criminales que operan la trata de personas a gran escala desde Centroamérica y que se han refugiado en México, o que esos líderes están asociados a grupos radicales o hasta terroristas --al menos así identificados los las oficinas de inteligencia estadounidenses--, y que pretenden desestabilizar la frontera sur estadounidense.
No sólo las agencias del país del norte han hecho ya varias operaciones en Chiapas, Quintana Roo y hasta los linderos de Campeche o Tabasco; tienen un grupo especial que opera en Guatemala, El Salvador o Colombia, por ejemplo.
En la cumbre entre Canadá, México y Estados Unidos, continuarán afinando los detalles de su seguridad en esta área, desde la visión de la Unión Americana, aunque el discurso desde Palacio Nacional no lo reconozca, pero sí comprenda el enorme riesgo que representa no atender las peticiones del vecino del norte.