Bad Bunny en México: el concierto como pausa colectiva

24 de Diciembre de 2025

Brenda Peña
Brenda Peña
Periodista mexicana con más de 20 años de experiencia. Originaria de Baja California Sur y egresada de la Universidad Autónoma de esa entidad, trabajó en TV Azteca como reportera y conductora, y colaboró con Ricardo Rocha en Radio Fórmula. Ha participado en Latinus y Heraldo de México, y actualmente forma parte del podcast Cuarto para las Cuatro.

Bad Bunny en México: el concierto como pausa colectiva

Brenda Peña

Brenda Peña.

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EjeCentral

Los conciertos de Bad Bunny en México, realizados a finales de 2024 e inicios de 2025 como parte de su gira Most Wanted Tour, agotaron localidades en recintos de gran capacidad, según datos de las promotoras y plataformas oficiales de venta.

No es un dato menor: México se ha consolidado como uno de los principales mercados del artista puertorriqueño, tanto en consumo de música digital como en asistencia a espectáculos en vivo, de acuerdo con reportes de Spotify y la industria musical.

El éxito masivo de estas presentaciones ocurrió en un contexto nacional complejo. México cerró 2024 con altos niveles de percepción de inseguridad, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI, y con una inflación que impactó el poder adquisitivo de los hogares, según cifras del Banco de México.
Estos indicadores ayudan a entender por qué el fenómeno de los conciertos trascendió lo musical y se convirtió en un evento social.

Desde una mirada de opinión, lo relevante no es solo que Bad Bunny llenara estadios, sino lo que esos llenos representan. Durante varias horas, miles de personas compartieron un espacio donde la conversación no giró en torno a la violencia, la política o la crisis económica, sino al entretenimiento. Este hecho es verificable: la agenda pública y mediática se desplazó temporalmente hacia el espectáculo, las tendencias digitales y la experiencia del público.

Bad Bunny es un artista con reconocimiento internacional. Ha sido ganador de premios Grammy y Latin Grammy, y sus giras anteriores han encabezado los listados de recaudación global, como los publicados por Billboard. Su presencia en México confirma la vigencia de una industria cultural que, pese a las dificultades económicas, sigue movilizando audiencias masivas.

En opinión de quien escribe, estos conciertos evidencian una necesidad social concreta: la de pausar. No como evasión irresponsable, sino como mecanismo de resistencia emocional. La sociología y los estudios culturales han documentado que los eventos masivos de entretenimiento funcionan como espacios de cohesión temporal, especialmente en contextos de tensión social. No resuelven los problemas estructurales, pero permiten procesarlos.

En términos económicos, los conciertos de Bad Bunny en México generaron una importante derrama económica. Según estimaciones de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de la Ciudad de México, los ocho conciertos completamente agotados en el Estadio GNP Seguros dejaron una derrama total estimada en 3 mil 228 millones de pesos (aproximadamente 177 millones de dólares).
De esa suma, 2 262 millones de pesos provinieron de la venta de boletos, mientras que el consumo de alimentos y bebidas aportó cerca de 550 millones de pesos y la ocupación hotelera alrededor de 416 millones de pesos, con niveles de ocupación entre 80 % y 90 % en zonas cercanas al recinto.

Cuando el último acorde termina y el público regresa a casa, la realidad mexicana no cambia. Las cifras de violencia, desigualdad e inflación permanecen. Pero los conciertos de Bad Bunny dejaron un mensaje claro: en un país que vive bajo presión constante, el derecho a pausar también importa. No es una solución, pero sí una forma, breve y verificable, de tomar aire antes de seguir.