El Liberalismo como respuesta al auge del autoritarismo

2 de Noviembre de 2024

Félix Maradiaga
Félix Maradiaga
Félix Maradiaga es un académico y defensor de los derechos humanos nicaragüense. Actualmente, es presidente de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y líder de la oposición democrática contra la dictadura de Daniel Ortega. Félix sobrevivió a dos intentos de asesinato y pasó 21 meses como preso político y fue expulsado de Nicaragua en 2023. Su incansable compromiso le valió una nominación al Premio Nobel de la Paz en 2024.

El Liberalismo como respuesta al auge del autoritarismo

Fundación Friedrich Naumann

Vivimos en una era en la que los cimientos de la libertad se ven constantemente amenazados en América Latina y en el mundo. Según el más reciente reporte de Freedom House sobre la libertad global, que mide los índices en más de 190 países, llevamos 17 años consecutivos de reversión democrática. En América Latina, tres países son considerados dictaduras: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Sin embargo, otros países también han mostrado una erosión preocupante en sus instituciones democráticas. A nivel global, solo uno de cada cinco ciudadanos del planeta vive en un país categorizado como libre, mientras que el 80% de la población reside en alguno de los 54 países “parcialmente libres” o, peor aún, en alguna de las 57 autocracias del mundo.

A pesar de esta ola autocrática, existen razones para el optimismo. Mientras el autoritarismo parece estar en auge, las ideas de la libertad siguen presentes en América Latina. En ese sentido, el liberalismo, más que una corriente política, se erige como una respuesta fundamental a la crisis global del autoritarismo, ya que su esencia sigue siendo la promesa de un futuro basado en la dignidad humana y la libertad.

El pasado 10 de octubre asumí la presidencia de la Red Liberal de América Latina (RELIAL), el principal foro hemisférico de partidos políticos liberales y centros de pensamiento comprometidos con las ideas de la libertad. En mis palabras de apertura, reconocí que no estamos en nuestro mejor momento en la historia reciente de la región. Como nicaragüense, conozco de primera mano las devastadoras consecuencias de las dictaduras en las vidas de las personas y las naciones. Mi propia trayectoria como opositor al régimen de Daniel Ortega, marcada por la represión, la cárcel, la apatridia y el destierro, me ha permitido reafirmar mi compromiso con estas ideas, las cuales considero no solo una alternativa política, sino una obligación moral para quienes deseamos un futuro democrático para nuestros países.

En este contexto, el liberalismo ofrece respuestas concretas a los retos que enfrenta la región. Promueve políticas públicas que fortalecen las instituciones democráticas, defienden los derechos individuales y abogan por el libre mercado como motor de desarrollo. Sin embargo, estas soluciones requieren más que simples propuestas técnicas. Urge contar con dos aspectos vitales en toda democracia: una mayor cercanía con los problemas inmediatos de la ciudadanía y la capacidad de formar alianzas amplias que desplacen a las corrientes populistas.

Los ataques contra la libertad no solo provienen de regímenes autocráticos tradicionales, sino también de movimientos populistas que utilizan el poder para consolidarse a costa de los derechos individuales. Estos populistas, sean de izquierda o de derecha, manipulan las aspiraciones legítimas de los pueblos para implantar proyectos autoritarios que debilitan la separación de poderes, la libertad de expresión y el estado de derecho. En Cuba, Venezuela, y Nicaragua, hemos visto cómo estas estrategias han sumido a millones de personas en la pobreza y la desesperanza.

La resistencia ante estas amenazas no puede ser fragmentaria. Las dictaduras colaboran entre sí y utilizan redes internacionales para consolidar su poder. Desde la injerencia de potencias extranjeras como China, Irán y Rusia, hasta la manipulación de narrativas a través de desinformación, los enemigos de la libertad han tejido una red global para socavar las democracias. Frente a esto, los liberales debemos responder con una solidaridad igualmente global, fortaleciendo nuestras redes de cooperación y apoyando a quienes, en las trincheras más oscuras, siguen luchando por su libertad.

El liberalismo es, en última instancia, una apuesta por el futuro. A través de la libertad, la dignidad y el respeto por los derechos individuales, podemos construir sociedades donde cada ser humano tenga la oportunidad de vivir plenamente. En tiempos de crisis, estas ideas son más necesarias que nunca.

X: @maradiaga

Espacio de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad