Diplomacia, la maléfica continuidad

20 de Julio de 2025

Omar Hurtado
Omar Hurtado

Diplomacia, la maléfica continuidad

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El pasado 25 de junio la Cancillería informó que las muy comentadas propuestas de cónsules generales impulsadas por la presidente mexicana, fueron ratificadas por la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, factualmente controlada por el oficialismo, para cuatro funcionarios del Servicio Exterior Mexicano (SEM) de carrera y seis designaciones políticas.

A lo anterior se sumó el nombramiento del nuevo embajador en Jamaica y del Representante Permanente de México ante la UNESCO, a cargo de un funcionario del SEM y una designación política. Durante el sexenio la presidente sólo había hecho una designación de un funcionario del SEM como titular en la embajada de México en Jordania y otra de índole político al consulado general en Miami.

Ante una Cancillería que muestra poca monta ante las decisiones de la oficina presidencial y que no alcanza a repuntar en los temas de política exterior, es claro que los nombramientos por compromisos políticos aún prevalecen como continuidad de la presidencia anterior, en un gobierno actual proclive a los conjuros obradoristas y al autoritarismo, afirman analistas. La política exterior del obradorismo, si es que existió, sólo ha sido importante para consolidar intereses ideológicos y partidistas y no de interés nacional para el país, léase, por ejemplo, los vínculos con Cuba y Venezuela de diametral apoyo a las dictaduras, dos de los pocos aliados internacionales.

Ha sido obvio el desinterés del gobierno anterior por la política exterior y la diplomacia mexicana. Hoy el SEM cuenta con 777 funcionarios de la rama diplomático-consular y 143 de la técnico-administrativa, un servicio exterior numéricamente pequeño para la importancia y el papel que México debe desempeñar en el mundo. Países de similar desarrollo que México cuentan con un mayor número de plazas diplomáticas.

En su trayectoria presidencial el mandatario anterior hizo 42 nombramientos políticos de titulares en embajadas, consulados generales y organismos internacionales, de gran provecho para el expresidente en torno al arribismo de unos, la cooptación de adversarios y pago de favores políticos. Aún continúan en funciones 27 embajadores designados por el expresidente, 5 cónsules generales y 3 en organismos internacionales.

Sin bien los embajadores no tienen una temporalidad precisa de permanencia en el cargo, la práctica diplomática establece periodos prudentes y estratégicos en razón de los intereses de México ante cambios de gobierno en el país o en el receptor, entre otros, que podría ser de tres o cuatro años, que eviten arraigos nocivos al interés nacional e intereses personales y permitan estrategias diplomáticas. Sin embargo, se observa una cadena de varios embajadores aún en funciones, nombrados por el expresidente prácticamente desde el inicio de su sexenio, que muestra un inusitado abandono y negligencia en torno a renovaciones diplomáticas necesarias y convenientes, en países como en Cuba, El Salvador, Guatemala, Japón, Santa Sede, Turquía y Uruguay, cuyos embajadores están en el cargo desde 2019. Sería tiempo de cerrar esas páginas.

La marginación y el maltrato, comentan funcionarios diplomáticos de carrera, también ha sido una constante en el obradorismo y la Cancillería, tal vez algunas cifras reflejen esta situación: 70 ministros y embajadores solicitaron su retiro anticipado antes de los 70 años en el sexenio pasado (edad que marca la ley para la jubilación), como consecuencia seguramente de la incertidumbre y falta de oportunidades profesionales. Es un alto número de retirados voluntariamente para un servicio exterior limitado en número.

Tampoco se ha observado interés por fortalecer los cuadros de diplomáticos de carrera, no ha habido exámenes periódicos de ingreso al SEM y de ascensos, ante un escalafón diplomático inmóvil, lo que crea frustración en los diplomáticos profesionales. Pero éste será tema para un artículo posterior. Por el momento, la moneda está echada al aire en este brete del maleficio heredado.