Hace años, el compositor José Ángel Espinoza “Ferrusquilla” dio a conocer esta maravillosa canción, que pronto se colocó entre los temas inolvidables del bolero ranchero. Desde ese momento, la frase ha cobrado distintos sentidos, desde que se hizo popular la canción.
Hace apenas unos días, se llevó a cabo la elección del Poder Judicial: una jornada que, por muchas razones, será histórica. Para bien o para mal, este domingo será recordado por las futuras generaciones.
Durante muchos años, la oposición —hoy en el poder— acusaba a los poderes Legislativo y Judicial de estar al servicio del titular del Poder Ejecutivo. Y en la práctica, eso era real. Es decir, no es que no lo hayamos vivido; es que ya lo habíamos dejado atrás… o al menos eso creíamos.
Buena parte de quienes ahora ocupan los cargos más importantes en el Poder Judicial tienen cercanía con la 4T. Una vez que las y los nuevos integrantes de esta soberanía comiencen su labor, se dará una circunstancia muy particular: si las cosas no salen bien, ¿de quién va a ser ahora la culpa?
Ya no hay posibilidad de mirar atrás. Ya no se podrá culpar a otros sexenios de lo que pase en este. Ya no funcionará aquel discurso sobre legisladores vendidos y jueces, magistrados y ministros empleados de los presidentes en turno.
Confío en que, aun con cierta cercanía con el gobierno, las y los integrantes del nuevo Poder Judicial no olviden que, más allá de —ahora— deberle el puesto a los ciudadanos, su gran compromiso siempre será con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. ¡No lo olviden! Ya no hay modo de echarle la culpa a otro…
