1. Mediante una comunicación telefónica audaz de la Presidencia, el gobierno de México obtuvo de la administración Trump unas semanas más para negociar las 54 barreras no arancelarias que considera aún obstaculizan el comercio bilateral, en el marco del acuerdo trilateral que se pretende renovar próximamente. Se había otorgado el 9 de julio una tercera pausa a nuestro país por tres meses para negociar un acuerdo arancelario, plazo que vencía a finales de octubre, definitivamente por fuera del USMCA (TMEC para nosotros), que es precisamente un acuerdo de comercio sin aranceles. Ello muestra que las expectativas están cargadas hacia el lado estadunidense, pues tienen el sartén por el mango.
2. Ha sido tal la mezcla de cautela y dependencia, que el tío Trump declaró que México haría lo que ellos dijeran, es decir, aceptar las condiciones que han impuesto: detener la migración, que ya se hizo; recibir a los ilegales mexicanos expulsados por las redadas, que silenciosamente se ha hecho (entre 75 a 100 mil, según estimaciones); seguridad en la frontera y combate al narcotráfico, que según informó el secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, se ha hecho diligentemente con 38 mil detenidos, 1500 narcolaboratorios destruidos y un ciento de toneladas de drogas incautadas; se les han enviado 57 capos aún cuando la guerra del narco sigue en Sinaloa y se extiende hacia Michoacán. Hasta se recapturó en cuba al “brother Wang”, el ciudadano chino Zidong Zhang, mago del fentanilo, entregado también a la justicia estadounidense.
3. No obstante haber logrado patear el bote, eso será por unas semanas, quizá noviembre o lo que falte del año, pero la amenaza es imponer un arancel general del 30%, además de los específicos sobre el acero, aluminio, semiconductores, camiones pesados, jitomate y control del ganado, si no se hace lo que quiere la Casa Blanca, que es allanar los manidos 54 obstáculos. Han enumerado prácticas monopólicas para favorecer a Pemex y CFE; mayor certidumbre en las inversiones y contratos ante una reforma judicial incierta; respeto a la propiedad intelectual y el consecuente combate a la piratería; reglas de origen muy cercanas al 100%; cerrar la puerta a China; revisiones y ajustes más frecuentes, total, será un acuerdo bilateral que más bien parece unilateral, como han anticipado.
4. Hay en los secretarios de Economía y de Relaciones Exteriores un ligero optimismo al respecto, se les ve relajados, pues México ya hizo lo que podía hacer para complacer al tío Trump. Pero puede ser también un cierto pesimismo lo que trasluce, pues la relación comercial y los temas bilaterales no pueden simplemente saldarse, los dos países están muy interrelacionados, por lo que es dable esperar algún tipo de acuerdo, en lo que será una nueva era comercial relacionada otra vez a los aranceles, como un pago de entrada por participar en el mercado estadounidense y hasta por comprarles productos.
5. Entretanto, el gobierno estadounidense lleva ya un mes cerrado administrativamente al no aprobarse en el Congreso el techo presupuestal inmediato que le permita funcionar. Eso se nota sobre todo en la frontera, donde los cruces y movimientos de mercancías se tornan lentos, así como en la prestación de los servicios federales, que en realidad en Estados Unidos no son tantos, pues siendo un país realmente federal, la mayoría de los servicios públicos sustantivos se prestan a través de los gobiernos estatales y de los condados, quedando en la jurisdicción federal las bibliotecas, museos y guardas forestales de los parques nacionales, entre otros servicios no tan sustantivos. Desde luego, los gastos de defensa, de seguridad interior y control migratorio, corren por separado. Quizá por ello, y porque México está pagando y seguirá pagando muy buenos aranceles, por ahora el tío Trump ha optado por patear el bote.