Puertos y política Global: El Renacimiento Maya

16 de Junio de 2025

Víctor J. López
Víctor J. López
Abogado internacional mexicano, socio fundador de Sánchez-Labrador & López Martínez S.C. (SLLM) y actualmente Representante del Gobierno del Estado de Yucatán en la Ciudad de México. La firma es reconocida en América Latina por su enfoque en innovación, inversión extranjera y emprendimiento. Con una amplia trayectoria en el sector público y privado,Es miembro de la Barra Internacional de Abogados, miembro de la junta directiva de la Asociación de Abogados México-Estados Unidos y del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales.

Puertos y política Global: El Renacimiento Maya

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Víctor J. López

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EjeCentral

La dinámica global está transitando de la integración multilateral hacia una lógica de bloques, donde la seguridad logística y la autosuficiencia estratégica pesan tanto como la eficiencia de mercado. En este contexto, los puertos —infraestructuras históricamente percibidas como simples nodos de intercambio comercial— se han convertido en piezas geopolíticas de alto valor estratégico.

La reciente decisión del gobierno de los Estados Unidos de imponer nuevas tarifas a buques construidos o controlados por capital chino marca un punto de inflexión. Esta medida, en apariencia técnica, constituye un acto de contención geoeconómica: frenar la creciente presencia marítima y portuaria de China en el continente americano. Los aranceles de 50 dólares por tonelada neta, con incrementos escalonados durante los próximos tres años, buscan disuadir a armadores asiáticos y, de paso, recuperar soberanía logística en puertos clave del Atlántico norte.

Pero estas decisiones tienen efectos estructurales: elevan los costos logísticos, obligan a redibujar rutas, y reabren la conversación sobre la arquitectura portuaria global. Los grandes operadores —como COSCO, China Merchants o Shanghai Zhenhua— están acelerando su reconfiguración operativa. Algunos han comenzado a migrar registros de bandera y a reconsiderar escalas en puertos estadounidenses, en un intento por mitigar el impacto fiscal y reputacional de estas nuevas restricciones.

Es en este nuevo equilibrio donde México encuentra una oportunidad estratégica. La oportunidad de convertirse en el nodo de llegada y transformación logística que ofrezca las mejores condiciones tarifarias, de eficiencia y confiabilidad ante el creciente entorno de disrupciones políticas, tarifarias y regulatorias.

México tiene una posición privilegiada: 11 mil kilómetros de litoral, una red creciente de tratados comerciales, conectividad intermodal, y una frontera directa con el mercado más grande del mundo. Pero lo que realmente marca la diferencia es la visión territorial de largo plazo. Mientras algunas zonas portuarias han crecido de forma reactiva y desordenada, en el sur-sureste se está gestando un modelo integral: el “Renacimiento Maya”.

Este proyecto, anclado en el fortalecimiento del Puerto de Progreso, en Yucatán, es más que una expansión portuaria. Es una apuesta de reconversión logística y productiva con impacto estructural. La ampliación del puerto contempla mayor calado para recibir embarcaciones de gran tonelaje, nuevas terminales especializadas y zonas logísticas adyacentes con acceso directo a plataformas industriales y corredores ferroviarios. En otras palabras: no se trata solo de mover contenedores, sino de integrar producción, transformación y exportación bajo una misma lógica territorial.

El Puerto de Progreso tiene ventajas estructurales que lo posicionan para competir no sólo a nivel nacional, sino hemisférico:

  • Proximidad con la costa este de EE(a menos de 36 horas de navegación de Nueva Orleans, Houston y Florida).
  • Alta seguridad jurídica, operativa y social, en un contexto donde la resiliencia logística se vuelve tan importante como la velocidad.
  • Conectividad multimodal en expansión, incluyendo un nodo ferroviario en construcción vinculado al Corredor Interoceánico del Istmo y al Tren Maya, lo que lo proyecta como punto bisagra entre el Atlántico y el Pacífico.

En contraste, otros puertos mexicanos de alta relevancia operativa están hoy inmersos en dinámicas geopolíticas más complejas. En algunos casos, la operación de sus principales terminales de contenedores ha sido concesionada a empresas de origen chino, que presentan alta exposición a las tensiones globales. Este tipo de situaciones evidencia la creciente intersección entre lo portuario y lo geopolítico, y la necesidad de revisar con visión soberana la gobernanza de nuestra infraestructura crítica.

Por eso, desde el sur, México puede ofrecer una propuesta diferente: una plataforma logística alineada con los intereses hemisféricos, pero también con autonomía local. Un puerto con bandera nacional, pero con vocación internacional. Una zona industrial que, lejos de depender de flujos volátiles, se ancla en una visión de desarrollo sostenible, con capital humano local y alto valor agregado.

La transición logística global exige infraestructura física, pero también visión política. México debe actuar con inteligencia colectiva. En un entorno donde los corredores asiáticos enfrentan crecientes tensiones —ya sea por conflictos tarifarios, cuellos de botella o riesgos militares—, América puede consolidarse como el nuevo eje de estabilidad para el comercio mundial.

En este contexto, resulta clave reconocer la visión con la que, desde el Gobierno de México, se ha venido configurando una nueva arquitectura portuaria nacional. La inclusión del Puerto de Progreso en el conjunto de seis puertos estratégicos del país no responde únicamente a su crecimiento operativo, sino a una lectura geoeconómica precisa: su ubicación, su capacidad de integración multimodal y su entorno de estabilidad lo posicionan como un activo logístico de primer orden en el Golfo de México. Esta clasificación, establecida desde el diseño de la nueva política portuaria nacional, fortalece la plataforma que Yucatán ha venido construyendo bajo el liderazgo del gobernador Joaquín Díaz Mena, quien ha hecho del puerto la columna vertebral del gran proyecto regional “Renacimiento Maya”. No se trata solo de ampliar capacidades de carga, sino de articular una infraestructura que detone polos industriales, atraiga inversiones sostenibles y posicione a la región como un punto de anclaje geopolítico en la reconfiguración de las cadenas globales de suministro.