Ahora, el fantasma de la recesión

27 de Abril de 2024

Luis M Cruz
Luis M Cruz

Ahora, el fantasma de la recesión

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1.

Un efecto inesperado del tremendo choque económico global causado por la pandemia del coronavirus es la inflación galopante en todo el mundo. Tan sólo los precios de los alimentos se han incrementado entre 20 y 30% en los tres últimos años, señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), causada por un coctel de situaciones que van desde el impacto del cambio climático en las tierras de cultivo y las aguas disponibles, hasta ciclos de producción y demanda totalmente desarticulados. Es decir, los países productores agroalimentarios enfrentan una demanda creciente de cereales, cárnicos, frutas y procesados impulsados tanto por la reactivación de la economía como por la satisfacción de las necesidades de una población mundial en crecimiento constante.

2.

Ni qué decir de las cadenas de producción industriales, dislocadas por cuestiones como la falta de contenedores y materias primas, desde semiconductores hasta aluminio, acero, diversos plásticos y petrolíferos, en puertos y rutas congestionados tanto para embarcar como para descargar los suministros. La cuestión es que la inflación se ha desatado en lo que se pensaba sería una cuestión temporal, para constituirse en una preocupación de los bancos centrales, una de cuyas misiones principales es, precisamente, el control de la inflación. La paradoja es que hay productos, pero estos no llegan a tiempo a los sitios de consumo, registrándose inclusive escasez debido a circunstancias climáticas, falta de estibadores, de choferes para camiones de carga y hasta de dependientes en los centros de distribución como resultado del incremento de contagios por las sucesivas olas y variantes del coronavirus.

3.

La inflación, como tal, está devorando tanto la recuperación proveniente del rebote económico del 2021, como las perspectivas de crecimiento estimadas para 2022. Una inflación del 7% en Estados Unidos, la mayor en 40 años, erosiona el crecimiento logrado de 6% el año pasado y deteriora la perspectiva esperada para el 2022, que ha pasado de 5% a un 4 por ciento. Para nuestro país, ello significa que el crecimiento obtenido en el año del rebote pasó del 6 quizá al 5% y la perspectiva estimada en el corriente año no será ya del 4%, sino, si acaso, de tres por ciento. Ambos datos, corroídos por una inflación del orden del 10% en los precios al consumidor final, algo que en esencia significa una caída en el ingreso familiar prácticamente sin malla de protección.

4.

El problema de fondo es la percepción en los mercados internacionales que esta situación no habrá de ser pasajera, sino podría convertirse en un problema estructural, dadas las tensiones geopolíticas prevalecientes en el mundo. Tanto la guerra fría comercial con China como la militar con Rusia, están arrojando tensiones adicionales para las cadenas de suministro, por ejemplo, de petróleo y gas en los próximos meses. El nerviosismo generado por las posibilidades de una conflagración militar en la frontera de Ucrania con Rusia dada la acumulación de fuerzas ofensivas o bien en el mar de China y Taiwán, región en la que se percibe un rearme marítimo y misilístico, se está trasladando a las bolsas, que podrían estar registrando el inicio de una recesión en el supuesto año de la reactivación económica tras la pandemia. Tanto los índices Nasdaq como el Standard & Poor 500 (S&P500) han retrocedido 15 y 8% respectivamente en lo que va del año, impactados por la posibilidad de incremento de las tasas como la medida recurrente de los bancos centrales para lidiar con la creciente inflación.

5.

Podría ser una mala burbuja del mercado, pero también podría ser la señal de que, para contener la inflación, el incremento de tasas de interés alimente la desaceleración y, por ende, una recesión económica. Las luces de prudencia y cautela se han encendido, ya el FMI ha recortado las perspectivas globales.

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