Nuevos poderes

29 de Abril de 2024

Mauricio Gonzalez Lara

Nuevos poderes

mauricio gonzalez lara

El poder, qué duda cabe, ya no es lo que era antes: mientras los estados, las empresas, los partidos políticos, las organizaciones no gubernamentales, los movimientos sociales, las instituciones, las estrellas pop y toda clase de líderes rivalizan por la capacidad de influir en los demás, la manera en que buscan ejercer esa habilidad pierde eficacia de forma acelerada e irremediable. En El fin del poder, libro publicado en 2013 por la editorial Debate, el analista Moisés Naím advertía que en el siglo XXI el poder es “más fácil de adquirir, más difícil de utilizar y más fácil de perder”. Si definimos al poder como la capacidad de conseguir que los demás hagan o dejen de hacer algo, queda claro que las luchas por obtenerlo son tan intensas como lo han sido siempre, pero cada vez dan menos resultados. El problema, quizá, radica en un cambio en la esencia misma del poder. En la obra New Power: How Power Works in Our Hyperconnected World and How to make it Work for You (Doubleday, 2018), Jeremy Heimans y Henry Timms describen cómo la emergencia de un nuevo poder ha transformado la concepción que teníamos de la autoridad. El viejo poder es como un centenario, una moneda de alto valor: sólo la posee un pequeño grupo y, una vez ganada, es resguardada con recelo. Inaccesible y cerrado, el viejo poder se descarga y captura, pero no se comparte. El modelo de comunicación del viejo poder es la verticalidad. Sus valores: exclusividad, competitividad, separación entre esferas públicas y privadas, especialización, lealtad, convencimiento personalizado. El nuevo poder, en cambio, opera como una corriente. Es producto de la labor de muchos, participativo y dirigido por pares. Abierto y generoso, surge a manera de torrente, como el agua o la electricidad. El nuevo poder no se acumula, sino que se carga y canaliza. El modelo de comunicación del nuevo poder son las redes horizontales. Sus valores: apertura, inclusión, transparencia radical, espíritu renacentista (múltiples intereses), flexibilidad, historias universales capaces de inspirar a audiencias masivas. El nuevo poder está en ascenso. En las manos correctas, deslumbra y maravilla: es una fuerza positiva que se desdobla en el universo digital y lo mismo sirve para financiar emprendimientos de alta innovación que para catalizar movimientos sociales a favor de la participación cívica. En las manos equivocadas, no obstante, puede ser enormemente destructivo, como lo demuestra la propaganda de ISIS o la renovada vinculación de la supremacía blanca en Estados Unidos. Las herramientas que nos vinculan también pueden separarnos. Los constructores y administradores de las plataformas del nuevo poder se han convertido en las élites de nuestro tiempo. Los nuevos líderes usan el lenguaje de la multitud; nos hablan en términos que sugieren brazos abiertos —“compartir”, “social”, “conectado”—, pero sus acciones, con frecuencia, cuentan una historia más oscura, como lo demuestran los recientes escándalos de Facebook, por mencionar el ejemplo más reciente. El nuevo poder representa desafíos para la democracia. Los modelos abiertos de comunicación pueden tomarse por viejos valores para crear tribus fundamentalistas como vehículos de intimidación y propagadores de noticias falsas. En el mejor de los casos, el nuevo poder refuerza el instinto humano de cooperar (en lugar de competir) al reconocer a quienes comparten recursos e ideas para mejorarse en aras del bien común; en el peor, sin embargo, radicaliza la confrontación entre multitudes que pelean para detentar el monopolio de la verdad, cualquiera que esta sea. Parafraseando a Lord Acton, sea viejo o nuevo, “el poder tiende a corromper; el poder absoluto, en consecuencia, lo hará de manera absoluta”. Así es la naturaleza humana. @mauroforever

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