El Sacrificio del Ciervo Sagrado: frialdad calculada

27 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

El Sacrificio del Ciervo Sagrado: frialdad calculada

alejandro aleman

Quien conozca el cine de Yorgos Lanthimos sabrá que para él no existe tal cosa como un público: los que acuden a su cine son partícipes de un experimento constante donde sólo él sabe las reglas del juego.

Siempre provocador y surreal, sus cintas van desde el juego del absurdo (Kinodontas, 2009), hasta la sátira llena de humor negro (The Lobster, 2016) y ahora a la relectura inquietante de viejos mitos griegos con su obra más reciente, El Sacrificio del Ciervo Sagrado.

Basada en la tragedia de Ifigenia en Áulide, de Eurípides, la cinta nos presenta a los Murphy, un matrimonio en apariencia ideal donde Steven (Colin Farrell) es un muy profesional y, al parecer, imperturbable cirujano y ella, la imposiblemente hermosa Anna (Nicole Kidman), es también médico aunque ya no ejerce para hacerse cargo de sus dos hijos, un par de preadolescentes modelo.

El paraíso idílico de esta familia tiene una mancha: Steven sostiene una relación de extraña ¿amistad?, ¿cariño?, ¿apadrinamiento? con un joven llamado Martin (espectacular Barry Keogh) a quien le da regalos y visita con frecuencia. La naturaleza de esta relación comenzará a erosionar a la familia en una pesadilla surreal e impredecible.

Es un juego de provocaciones y el director eleva cada vez la apuesta poniendo en jaque a todos: sus personajes, el público, los actores. Nadie escapa de la perversidad del director y su coguionista (junto con Efthymis Filippou), quienes parecieran disfrutar torturando a su público con dudas y aparentes sinsentidos, a sus actores —obligándolos a habitar en una fría y absoluta contención (esa escena de sexo más gélida que un invierno en Siberia)— regocijándose en momentos de humor negro y violencia.

Siempre en el extremo, pero sin recurrir a la pincelada de brocha gorda (esto no es Aronofsky), El Sacrificio del Ciervo Sagrado es una cinta calculada milimétricamente para provocar, incluso en el uso perturbador de los espacios (gran fotografía del Thimios Bakatakis) y por supuesto, de la música, que va desde tonos insistentes de fondo hasta un preludio musical cantado por uno de los protagonistas.

Sin llegar aún a los niveles de rudeza de un Michael Haneke y sin el exceso abigarrado de un Lars Von Trier, Yorgos Lanthimos va construyendo su propio estilo, siempre perturbador y fríamente provocador. El Sacrificio del Ciervo Sagrado es una cinta no apta para aquellos a quienes les molesta el momento en el que un director toma el mando no sólo de lo que ocurre en pantalla, sino de lo que sucede en las butacas.

@elsalonrojo