Prevalece en EU un electorado incierto
Si las minorías sacan a sus mayorías, Hillary ganará
Juan Pablo de Leo
A nivel demográfico, Estados Unidos vive uno de los momentos de cambio más importantes de los últimos años. Poco a poco y de pronto, la mayoría blanca protestante se ha visto amenazada ante el crecimiento de otros sectores que, con el pasar del tiempo, han consolidado una presencia en prácticamente todo el territorio. De blancos a asiáticos y de afroamericanos a hispanos. Ricos, pobres, educados y casados. Jóvenes rurales o adultos urbanos. Mujeres trabajadoras y hombres desempleados. El crisol cultural que es Estados Unidos se refleja claramente en el diverso mapa electoral que cada cuatro años selecciona a su presidente.
Las condiciones de cambio que actualmente se viven tras ocho años del primer presidente afroamericano, han polarizado a un sector que se niega a perder la vieja costumbre de una Unión Americana mayoritariamente blanca y que se ha tenido que acostumbrar a vivir en un país en donde la diversidad es la nueva mayoría. Esa base blanca que durante muchos años ha sido el cimiento electoral del partido Republicano y que tras las últimas elecciones ha visto disminuido su dominio ante el avance de latinos, afroamericanos y de una agenda liberal respaldada por diversos grupos plurales y heterogéneos, había sido la protagonista del voto duro.
Barack Obama logró en 2008 y en 2012 lo que fue conocido como la “coalición Obama” en la que, sin contar con la mayoría del voto blanco, el entonces senador por Illinois logró generar una alianza entre diversos grupos minoritarios cuyo apoyo al final de cuentas inclinó la balanza en favor del candidato demócrata. El gran éxito de la coalición fue obtener la mayoría del voto popular sin haber obtenido la ventaja en el que había sido considerado como el voto de mayor poder: el blanco. Según las encuestas, en 2012 Obama ganó el 93% del voto afroamericano, 71% del voto latino, 73% de los votantes asiáticos y sólo contó con el 39% del voto blanco. El aumento de población en posibilidad de votar en las comunidades de color, de madres solteras y trabajadoras, del voto urbano y la irrupción de los millenials ha permitido la reconfiguración demográfica de un electorado cambiante e incierto.
Este 2016 pondrá a prueba como nunca el bloque electoral que durante años han conformado ambos partidos. Los republicanos han basado su éxito electoral en los adultos mayores blancos, más rurales que urbanos y evangélicos conservadores. El discurso tradicionalista en términos sociales ha cedido paso al populismo proteccionista que ofrece Donald Trump en la inusual plataforma del partido que bajo su candidatura muchos analistas dudan que pueda resultar reconocible para un sector del voto habitual republicano.
Sin embargo, es poco probable que a pesar del momento actual de partido republicano, éste pierda a su principal motor electoral representado en el voto blanco no educado, es decir: las personas que no cuentan con un titulo universitario. Si bien es un hecho que Trump ganará sin problema este demográfico, lo cierto es que su tamaño se reduce con el pasar de las elecciones. Mitt Romney ganó el rubro por más de 20 puntos porcentuales a Obama, y Trump seguramente tendrá una diferencia aún mayor con Hillary Clinton.
El problema para los republicanos será retomar el voto afuera de las zonas rurales e intentar que su presencia exista más allá de Wisconsin, Iowa y Pensilvania. Actualmente, Trump cuenta con el 51 por ciento del voto blanco en comparación con el 42 que apoya a Clinton.
Otro sector que comicios tras comicio promete aumentar en volumen e influencia es el hispano. Considerado por muchos como el fiel de la balanza, los latinos representan el once por ciento del electorado estadounidense. Con dominio y autoridad absolutos en California, Nueva York, Texas, Nevada y Florida, son 27 millones de hispanos los que podrán votar el próximo 8 de noviembre, de los 152 millones de integran el padrón electoral estadounidense, y del cual a su vez vota cerca de 60% en la elección presidencial. Aunque el voto latino siempre promete más de lo que finalmente cumple, esta elección en especial ha sido enfática en cuanto a la participación de esta comunidad ante la amenaza que le representa una eventual presidencia de Donald Trump, con políticas draconianas contra la migración y otros temas referentes a los latinos.
El crecimiento poblacional de los hispanos en Estados Unidos ha ido de la mano con el aumento en la educación de sus generaciones cada vez con mayor presencia en universidades y posgrados, aunque su influencia política llegue aún a poco.
Casi la mitad de la población en condiciones para votar está dividida entre California y Texas, lo que limita el alcance y peso real que pueden llegar a tener en el mapa a nivel nacional, con decenas de estados en juego. Esta elección en particular es relevante en la medida que este sector pueda superar el apoyo que le brindó a Obama en 2008 y 2012. Según las últimas cifras de encuestas y preferencias electorales, el 55% de los latinos apoya a Clinton, mientras que 44% vota contra Trump. Un escenario perdido para el republicano que ha sumado el resentimiento de la comunidad por su discurso de odio.
Tanto Hillary como Trump buscan atraer el voto afroamericano que si bien aun es afín a Obama y su presidencia, tiene a algunas de sus comunidades a lo largo de Estados Unidos inconformes ante la desigualdad, pobreza y falta de oportunidades que imperan en sus barrios. Desde los primeros esfuerzos políticos por conseguir derechos civiles y después el voto, el partido Demócrata ha contado históricamente con el voto de los afroamericanos a pesar del desencanto que ha provocado baja participación hasta hace unos años que Obama abrió posibilidades para llegar a la Casa Blanca. El apoyo de más del 90% de los afroamericanos a la candidatura de Obama en 2012 no se compara con el 99% que obtuvo en su primera elección del 2008 contra McCain. De ahí la diferencia es poca cuando se toma en cuenta que un candidato blanco, el demócrata John Kerry, obtuvo el 93% del apoyo afroamericano cuando perdió contra Bush en 2004.
La comunidad afroamericana siente un descuido y negligencia por parte de los republicanos.
Sin embargo su alto apoyo a los demócratas que hoy seria de utilidad para Hillary, contrastan con la baja participación e involucramiento que tienen con la clase política y sus decisiones. Hoy para Clinton el apoyo no será diferente. Según los últimos números será mayor que el que recibirá de los hispanos. Un 91% de los afroamericanos votarían hoy por Hillary Clinton contra 7% que elegirían a Trump. Los demócratas difícilmente podrán contar con los 17 millones de votos que emitieron en 2012 para elegir a Obama, aunque si la gran mayoría de ellos que se concentran en Carolina del Norte, Ohio, Michigan, Florida, Virginia y Pennsylvania irán para apoyar a la que se podría convertir en la primera mujer en ocupar la presidencia tras el paso del primero afroamericano.
Tanto la religión como la posición económica son elementos fundamentales del armado demográfico que necesitan las campañas para llegar a los 270 votos del Colegio Electoral. Los demócratas se sienten identificados con diferentes grupos religiosos como los protestantes afroamericanos, católicos latinos y judíos.
Por su parte los republicanos buscan más el voto conservador a través de los evangélicos blancos y los que frecuentan algún servicio religioso por lo menos una vez a la semana y se consideran tradicionalistas. Con un electorado mayoritariamente protestante, el 53% del electorado se considera de esa religión, los evangélicos toman importancia en segunda instancia con el 20% para dar paso a los católicos en tercer lugar con el 17%. Judíos componen el 2%, mientras que musulmanes y otras religiones el 7% restante.
Elevar impuestos a los ricos para apoyar a los pobres y mantener programas sociales, ha sido una característica de las propuestas económicas demócratas. En 2008 y 2012 Obama perdió contra McCain y Romney en los sectores que ganan mas de 100 mil dólares al año. Los republicanos creen en un libre mercado sin regulación que sea empujado por la iniciativa privada a través de la inversión y los incentivos que generen empresas y empleos. En esta ocasión, los más ricos están también con Hillary ante la cercanía de esta con Wall Street y el sector privado. Según los últimos números, el 51% de las personas que ganan más de 100 mil dólares al año están con Hillary, contra 43 que apoyan a Trump.
Este 2016 representa un escenario difícil de predecir. El alto número de hispanos que pueden ejercer el voto en conjunto con los múltiples registros que se presentaron, podrían cambiar la elección siempre y cuando se presenten a las urnas y movilicen el voto. En la medida que las minorías saquen a sus propias mayorías a votar, el partido demócrata y Hillary Clinton se verán beneficiados. En cambio si la frustración por la inequitativa recuperación económica moviliza a los inconformes, la fórmula demócrata puede sufrir ante la popularidad del mensaje Trump. La posibilidad de ganar el voto popular pero perder el Colegio Electoral está latente y pasa por la estrategia que cada una de las campañas busca en los últimos días de inversión en estados específicos para influenciar el resultado en favor de las matemáticas planeadas.