El Asalto

6 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

El Asalto

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PARTE II

Se detiene a tomar aire y descansar un segundo, lo que le permite orientarse y percibir que está a unos metros de una disyuntiva en el camino. Puede tomar a la derecha, que es el camino largo, o a la izquierda, por donde el camino es más corto pero, también sabe, más accidentado y empinado. Una corazonada lo decide a tomar el camino largo y apenas unos segundos después,, escucha al gordo jadeante, indicarle a sus compinches que tomarán el camino corto porque si tomó el largo, ellos podrán darle alcance en la entrada del poblado y matarlo, antes de que pueda pedir auxilio o guarecerse.

—¡Te voy a matar cabrón, sólo por hacerme correr tanto!

Lo implacable de la lógica simple del maldito gordo lo pone nervioso. Acelera el paso todo lo que puede, pero parece en vano pues aunque auqellos van por otro camino, él puede escuchar a los jadeos del rechoncho truhán, con lo que sabe que cada vez están más cercanos de converger en la entrada del pueblo. De pronto, escucha un golpe seco. Se tarda en comprenderlo, pero es el ruido del fusil golpeando el piso. Si se cayó el rechoncho, aún tengo oportunidad.

A la distancia observa una luz encendida. Debe ser una cabaña en las orillas del bosque y se persigna mientras acelera el paso. De pronto se detiene, en seco. Seguramente tendrán perros y sus ladridos guiarán a sus captores hacia él. Pero no tiene ninguna otra salida: si vuelve el camino andado, se topará con ellos. Señora de los bosques, protégeme, te lo imploro.

Así llega a la cabaña y, efectivamente, se da cuenta que hay no uno ni dos, sino una manada de unos seis perros. Bravos, altos. Pero no se lanzan en su ataque, apenas levantan la cabeza y lo observan, sin ninguna amenaza ni gruñido de por medio.

Gracias, perritos, gracias de veras, les dice mientras pasa entre ellos, tratando de hacer el menor ruido posible y con el cuerpo temblándole de miedo; no sea que algún movimiento brusco los provoque al ataque.

Apenas pasa entre ellos y uno de los canes, el más grande y con el físico más feroz, se levanta y gruñe. Los demás lo hacen a coro y Juan gira el cuerpo esperando el ataque. Cual no será su sorpresa al ver que no es a él a quien buscan los animales, sino al gordo que es el único que aún continúa persiguiéndolo pues los compinches se han quedado atrás, agotados y lastimados por las caídas sufridas.

Acto seguido, la violenta jauría se lanza sobre el gordo, quien les grita órdenes con demasiada familiaridad. “¡Quieto, pinche toro que no te vuelvo a dar de tragar!”, escucha Juan, quien se da cuenta que tales animales son posesión del obeso. Ladridos más fuertes y luego, un alarido en respuesta de unos colmillos que se entierran en el muslo carnoso y le desgarran un trozo. Un disparo al aire y Juan vuelve a correr despavorido, no sea que la bala lo alcance. Corre hasta no poder más. Se detiene a tomar aire. A lo lejos, ya sólo escucha los gruñidos de una jauría que despedaza a un hombre.

Esta es la PRIMERA PARTE de El Asalto

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